George Harrison.
George Harrison.

Cualquier persona a la que le gusten los Beatles ha recibido alguna vez esa dichosa pregunta: ¿Y cuál es tu Beatle favorito? Y, claro, el problema es que es una pregunta extremadamente difícil para quienes somos fans a ultranza del grupo de Liverpool. Sobre todo porque la genialidad de la banda proviene del mix que componían los cuatro, sumados a otros talentos musicales y no musicales —entre los que personalmente destacaría al productor George Martin—. Una combinación mágica que, por mano del azar, tuvimos la suerte de que se diera.

Yo adoro a Ringo Starr, me fascina su magnetismo en las películas de los Beatles, y creo que su sentido del ritmo era justo el idóneo para el grupo. Venero a Paul McCartney, músico multiinstrumentista y un genio absoluto de la composición de melodías. Aunque, del dúo Lennon & McCartney, siempre tuve debilidad por el primero. John Lennon fue otro genio musical y una personalidad arrolladora, y probablemente el motor principal hacia la experimentación y la diferencia. George Martin decía que gran parte de la fortuna de la dupla Lennon & McCartney provenía de que Lennon era un genio de las letras y McCartney lo era de las melodías; y yo añadiría como factor un cierto pique entre ambos que les alentaba a ser más y más creativos.

Pero, claro, estoy dejando para el final mi respuesta a la pregunta del título. Aunque siempre disputándose el puesto con John Lennon, tengo una especial debilidad por George Harrison, quizá el menos popular entre los no beatlemaníacos. Aunque siempre fue una pieza clave a la guitarra, es cierto que su relevancia como compositor en las primeras etapas de los Beatles es menor a la de Lennon y McCartney. No obstante, empieza a despegar con If I Needed Someone y Taxman —menudo comienzo el de Revolver—, progresa con obras maestras como While My Guitar Gently Weeps, y acaba sobrepasando en sus dos canciones de Abbey Road a la pareja compositora. A día de hoy, Here Comes the Sun es la canción más reproducida de la banda en Spotify. Y Something es considerada por muchos como la mejor canción de amor de la historia. Y no piensen solo en fans a ultranza de los Beatles.

Frank Sinatra, escéptico con el rock ‘n’ roll, se mostró impresionado con la canción, hasta el punto de llamarla “la mejor canción de amor jamás escrita”. ¿El problema? Que atribuía la canción en sus conciertos a Lennon y McCartney, hasta que, al parecer, alguien le explicó su error. George Harrison compuso algunas de las mejores canciones de los Beatles —y de la historia—, aunque muchas personas no lo saben.

También Harrison publicó el que, para mí, es el mejor disco de un exBeatle. All Things Must Pass es el álbum que publicó en solitario solo siete meses después de la separación del grupo. Se trata del primer triple álbum de la historia del rock, y revela el talento y la creatividad efervescentes de un músico en un momento dulce. Canciones como What Is Life, My Sweet Lord, Isn’t It a Pity o All Things Must Pass son la evidencia de la arrolladora capacidad compositora de Harrison.

Hay que poner en valor también la capacidad de reinventarse y de aparcar los egos de cada cual para formar el grupo Traveling Wilburys con algunos de los mejores músicos del siglo XX: Bob Dylan, Roy Orbison, Jeff Lynne y Tom Petty. Por una suma de amistad y casualidades, todos se unieron para grabar con Harrison la canción “Handle with Care”, pensada para publicarse como cara B de un single. Warner, con criterio, decidió que era demasiado buena para eso, y propusieron la grabación de un disco. Finalmente fueron incluso dos, y un buen puñado de canciones tan frescas como brillantes.

Pero mi admiración por George Harrison no acaba en lo musical. Aunque estoy a años luz de la espiritualidad y el misticismo que servía de base a su personalidad, no deja de resultarme fascinante. Era alguien con una curiosidad arrolladora, que lo mismo se mataba a aprender a tocar el sitar que se involucraba con pasión en la Fórmula 1. Cuando su primera mujer, Pattie Boyd —probablemente la mujer a la que se le han dedicado mejores canciones de amor en toda la historia—, abandonó a Harrison para casarse con su amigo Eric Clapton, estos mantuvieron una fuerte amistad, hasta el punto de que Harrison tocó en la boda de Clapton y Boyd. Era, en definitiva, alguien especial, genuinamente diferente. Pueden ver el excelente documental de Martin Scorsese sobre su vida, titulado George Harrison: Living in the Material World, para comprobarlo.

Por último, le debemos la existencia de la película La vida de Brian, y no solo por su cameo en la película. La productora se negó a financiarla por “obscena y sacrílega”. Y Harrison, admirador y amigo de los Monty Python, decidió hipotecar su casa y un estudio de grabación para crear su propia productora y financiar la película. Cuando le preguntaron el motivo, dijo que simplemente “quería ver la película”. Terry Jones, del grupo cómico británico, dijo que los tres millones de libras que costó la película fueron “la entrada de cine más cara del mundo”. El caso es que, sin Harrison, La vida de Brian nunca habría llegado a existir.

Por eso, aunque adoro a los cuatro, mi Beatle favorito es George Harrison, alguien completamente irrepetible.

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