Y Colau quiso ser Antígona

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Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Desde 2014 soy socio fundador y director de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología; hice la dramaturgia del espectáculo 'Soníos negros', de la Cía. María del Mar Moreno; colaboro en Guía Repsol; y coordino la comunicación de la Asociación de Festivales Flamencos. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero', que organiza la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Accésit del Premio de Periodismo Social Antonio Ortega. Socio de la Asociación de la Prensa de Cádiz (APC) y de la Federación Española de Periodistas (FAPE).

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La fractura interna de Cataluña no ha hecho más que empezar a aflorar, el Estado no ha sabido o no ha querido actuar a tiempo.

Antígona pasa por ser uno de los personajes más enigmáticos de la tragedia griega. Su búsqueda del equilibrio entre cumplir la ley de los hombres o por el contrario acatar la ley de los dioses le condujo a un callejón sin otra salida que la propia muerte. Pudo más la fuerza del dilema trágico al que se enfrentaba derivado del enfrentamiento entre sus dos hermanos, Eteocles, por aquel entonces rey legitimo de Tebas, y Polinices, que reclamaba sus derechos a sucederle en el trono.

Pero en situaciones de fuerte carga emocional y política resulta difícil sustraerse a la atracción fatal del abismo que se abre a los pies de quienes pretenden mantener permanentemente la equidistancia como lema vital. La tentación de conjugar leyes divinas y humanas, de asumir el papel de Antígona, siempre acaba históricamente con la ruptura del equilibrio que se pretende. Y eso le acaba de ocurrir a Ada Colau, que no hada madrina, que pensaba que con su varita mágica sería capaz de interpretar su particular Antígona y eludir los riesgos que todo dilema trágico conlleva.

Y el del referéndum catalán es quizás el mayor de los dilemas al que se enfrentan en estos días quienes desempeñan cargos institucionales en Cataluña. Mantener la equidistancia que ha pretendido Colau en Cataluña e Iglesias en España resulta difícil cuando de cumplir leyes se trata, las leyes se cumplen o se desobedecen, pero no cabe ninguna opción intermedia del tipo de nadar y guardar la ropa.

Por ello adquiere más valor la actitud de los alcaldes y alcaldesas del PSC quienes lejos de adoptar el oportunismo por bandera han plantado cara a la ilegalidad manifiesta de los acuerdos de la mayoría parlamentaria independentista. La actitud serena de la alcaldesa de L' Hospitalet, Nuria Marin, reconviniendo al President Puigdemont y pidiendo que dejara en paz a alcaldes y alcaldesas es una muestra inequívoca de que la política y la ciudadanía catalana no son de pensamiento único como intentan hacernos creer la mayoría gubernamental y sus complices antisistemas de la CUP.

La fractura interna de Cataluña no ha hecho más que empezar a aflorar, el Estado no ha sabido o no ha querido actuar a tiempo

La utilización de los ayuntamientos como arietes en el proceso del referéndum no deja de ser un ejercicio de cobardía y desvergüenza política por parte del Govern y de sus máximos representates, Puigdemont y Junqueras. El primero ha hecho del referéndum el instrumento con el que blanquear y hacerse perdonar los graves pecados de corrupción que se han demostrado históricos en el centro-derecha nacionalista catalán. Y todo ello sin querer darse cuenta que está firmando el certificado de defunción político e institucional de su rebautizado partido.

Y Junqueras demostrando una vez más que es el más listo de la partida. Tras haber conseguido convertir a ERC en un partido transversal en lo social y en lo político, renunciando a históricos postulados ideológicos a favor de la universalización del principio independentista, ahora ve como la derecha nacionalista y la izquierda antisistema le llevan bajo palio hacia la próxima presidencia de la Generalitat. Es el nuevo Moisés que conducirá al pueblo catalán hacia la tierra prometida de la republica independiente y poco importa que una buena parte de ese pueblo no quiera ser conducido a ningún paraíso perdido.

Quedan días difíciles en lo político y en lo social, la fractura interna de Cataluña no ha hecho más que empezar a aflorar, el Estado no ha sabido o no ha querido actuar a tiempo, ahora se impone el deprisa y corriendo y las prisas nunca fueron buenas consejeras….

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