Sin las palabras de los demás, no conoceríamos absolutamente nada del mundo que nos rodea, y todo se quedaría en un oasis inalcanzable de conocimiento. No solo se trata de escuchar, sino de querer hacerlo, nutrirte de las experiencias de los demás y compararlas entre sí. Existen historias de todo tipo, las cuales se pueden catalogar como asombrosas, potentes, peculiares, anecdóticas, y de otras mil maneras. Pero dentro de la casuística, uno de los aspectos más curiosos es, que dos casos ajenos entre sí, tengan una similitud, y que se parezcan demasiado. A veces, los investigadores solemos buscar patrones en común entre los testimonios que nos llegan, y, grosso modo, muchos mantienen un denominador común, ya sea un mensaje de un fallecido, un encuentro extraño, o un avistamiento de algo que no parece de este mundo. Aun así, pueden existir pequeñas diferencias entre ellos. Pero cuando dos casos contienen prácticamente los mismos elementos, casi idénticos, y en circunstancias casi similares, es cuando llega lo misterioso. Contaré dos casos que me llegaron con años de diferencia, y procedentes de distintas personas. Vamos con el primero de ellos.
Manuel, su protagonista, es un joven jerezano que a lo largo de su vida vivió diversos acontecimientos con lo extraño, pero tras la muerte de su abuelo, con quien le unía un lazo muy especial, vivió una experiencia curiosa, la cual me relató emocionado.
"Tras la muerte de mi abuelo, fuimos toda la familia para el tanatorio, donde fue velado. Allí me encontraba roto de dolor. Se hizo de noche, y resulta que, entre algunos de mis familiares, se comenzaron a preguntar si mi abuelo llevaba los zapatos puestos, ya que, según parece, hay una tradición de enterrar a los difuntos de esta forma, calzados. Y resulta que mi abuelo no tenía sus zapatos en su velatorio, y como yo tenía que ir a mi casa para darme una ducha, pues me dijeron que le cogiera unos zapatos del armario. Y así, llegué con mi pareja a mi casa. Ella se metió en la ducha, y yo me quedé sentado en la cama, mirando hacia al frente, en silencio, relajado y pensativo. Pero resulta que, de buenas a primera, veo como una zapatilla que se encontraba en un armario, sale disparada delante de mis ojos, como si alguien la hubiera lanzado. Me quedé atónito. Pero ahí no acabó la cosa, sino que, antes de morir mi abuelo, me quedé con un par de zapatillas de andar por casa que eran suyas, y que él ya no iba a utilizar. Lo que vi volar delante de mí aquella noche, fue una de esas zapatillas".
Dentro de lo curioso del caso, tiene también algo de absurdo, y lo digo en el sentido de que se trata de una situación poco común, y rara. Delante de sus propios ojos, aquella zapatilla que perteneció en vida a su abuelo, salió disparada como si una mano invisible la hubiera lanzado. ¿Una señal de su abuelo? Es romántico pensar que sí, pero hay algo que tenemos que tener en cuenta en muchos casos, y es que, el asombro de los testigos, y el mío cuando me lo cuentan, es que estas situaciones extrañas ocurren en un momento especial, y cuando digo especial, me refiero a vivir una muerte cercana, de alguien que importaba mucho para el testigo, y no podemos hablar de sugestión en un caso, por ejemplo, como el que nos ocupa, porque hay algo físico, algo material que se manifiesta. Manuel aún recuerda aquella situación vivida con mucha emoción, puesto que, inevitablemente, lo relacionaba con la reciente muerte de su abuelo. ¿Fue realmente el fallecido quien provocó esa situación? Desde un posicionamiento más espiritual, diríamos que sí.
Pero vamos con otro caso parecido, por no decir casi idéntico. Su protagonista es un jerezano llamado Carlos, y cierto día me contó esta historia.
"Cada fin de semana voy a casa de mi madre junto con mi mujer y mis hijos, y allí pasamos el día en familia. Pero te voy a contar lo que me ocurrió un sábado. Tras el almuerzo, y como siempre suelo hacer, me acosté a descansar un rato. La casa de mi madre es un tanto peculiar, porque para acceder a su dormitorio, hay otra habitación por la que tienes que pasar, en la cual, mi madre tiene colocadas fotografías muy antiguas, entre ellas, de su boda, de mi padre, que falleció hace años, y de nosotros cuando éramos pequeños. Yo tengo actualmente cincuenta y cuatro años, así que, imagínate la de años que tienen esas fotos. Pues, aquel día, y al igual que siempre, me acosté en esta habitación. Cuando me desperté, no sé por qué, me quedé sentado en la cama, mirando aquellas viejas fotografías que apenas ya las solía mirar. Justo al lado, hay una escalera de tijera, de unos tres peldaños, que mi madre siempre tiene a mano para cuando tiene que limpiar los muebles altos de la cocina o cualquier cosa que la requiera. Pero cuando no la utiliza, los peldaños los suele utilizar como zapatero, dejando sobre ellos algunos pares de zapatos. Pues bien, como te decía, al despertarme, me quedé mirando aquellas fotografías, y, de buenas a primera, una de las zapatillas de la escalera salió disparada delante de mí, como si alguien la hubiera lanzado. Literalmente, me acojoné. No sé realmente lo que paso, pero aquello me asustó bastante. Fue precisamente, un año después de la muerte de mi abuelo, que murió en la habitación siguiente, precisamente estando yo con él".
Y estamos ante un testimonio de alguien que se considera escéptico y que no cree en todos estos asuntos. Tras esto, Carlos me comentó que salió de la habitación, y su mujer, al verle la expresión de su cara, le preguntó qué le pasaba, a lo que él en ese momento evitó contestarle con la verdad. Pero, díganme si la similitud con el caso anterior no es asombrosa. Primero, evidentemente, por ese movimiento de la zapatilla, esa misteriosa y rápida trayectoria que ocurre delante de sus ojos. Segundo, por la conexión del lugar con su abuelo, y la reciente muerte del mismo. Tercero, porque, al igual que Manuel en el caso anterior, se encontraba pensativo, relajado, pero observando esas fotografías, que nunca lo hacía, pero que ese día lo hizo. Y como si despertara alguna energía, la zapatilla voló en ese preciso momento.
Ambas historias las conocí en el mismo orden que las he relatado, primero la de Manuel, y luego, mucho tiempo después, la de Carlos, y con este último, cuando me la contó en persona, no salía de mi asombro. En las dos, existen varios denominadores comunes: las zapatillas, la figura del abuelo, y la muerte. ¿Se trató de un mensaje? ¿Una señal? Quién sabe, pero, sea lo que sea, es bello pensar que sí, que nuestros antepasados están ahí, aguardando para enviarnos una señal.
