La conexión de una mujer con su pareja fallecida en Jerez.
La conexión de una mujer con su pareja fallecida en Jerez.

Sin duda, la muerte de un ser querido es una etapa difícil de superar. Cuando la enfermedad hace acto de presencia, lo cambia todo: las ilusiones, los proyectos de vida, y los planes a corto plazo; todo se tuerce y no queda más remedio que aceptar y redimirse al destino, como una prueba a superar. La muerte es paciente, y nos da toda una vida de ventaja, pero a veces no avisa y se cuela sin llamar, sin cita previa. Y, una vez que llega, parece que también comienzan a suceder cosas extrañas.

Nuestra protagonista de hoy, a la que llamaremos Sara, vivió una relación corta, pero intensa, con la que fue su pareja. Ella es de Jerez, y él procedía de una localidad costera de la provincia de Cádiz. Fueron tan solo dos años los que estuvieron juntos, pero la última etapa se convirtió en un pulso entre la vida y la muerte. Así nos lo explica ella:

"Mi pareja, aunque no estuvimos mucho tiempo juntos, lo fue todo para mí; nos conocimos de casualidad, y parecía que estaba en el destino que se fuese de este mundo con mi compañía. Duró poco la relación, ya que fueron dos años. El primero, maravilloso, como suele ocurrir. Éramos almas gemelas, y así lo sentíamos. Pero por desgracia, el segundo año le vino una enfermedad grave con la que estuvimos batallando, hasta que finalmente falleció. Fue muy duro, él solo tenía cuarenta y un años, y no solo por la enfermedad en sí, sino porque su familia y yo no teníamos buena relación. No hubo apoyo por parte de ellos".

El dolor, la pérdida, y la aceptación fueron los ingredientes del comienzo de esta historia. Y, tras los hechos descritos, Sara comenzó a vivir unas extrañas experiencias que no tenían explicación aparente, las cuales ella interpretó como señales.

"Yo, aunque me costó, acepté su pérdida. Las circunstancias que rodearon la situación lo hicieron todo mucho más duro. Hasta ese momento, yo no había tenido ninguna señal ni nada por el estilo. Solía visitar mucho el cementerio de su localidad, donde estaba enterrado. Cerca de allí, precisamente, tengo en propiedad un apartamento al que acudía con mis padres de vez en cuando. Dentro de la superación personal, todo marchaba bien, nada que se saliera de lo común, hasta que comencé a recibir señales. Al menos yo lo interpreté de esa forma.

Por aquel entonces, yo vivía en un piso diferente al que vivo ahora. En una ocasión, estando en el cuarto de baño, y mientras me secaba las manos, vi algo que me descuadró por completo. Un cepillo interdental pequeño, que solía tener siempre encima del lavabo, sin explicación aparente, saltó y cayó hacia la zona del desagüe. Aquello no tenía pendiente ninguna, y no tendría por qué haber ocurrido Podría tratarse de una casualidad, de una simple anécdota, si no fuera porque, en otra ocasión, me volvió a ocurrir exactamente lo mismo, aunque en distintas circunstancias. Ese día, me levanté a las siete de la mañana, e hice lo que hace todo el mundo cuando se despierta, ir al baño y orinar.

Estando sentada, y teniendo frente a mí el lavabo que mencioné antes, justo en ese preciso momento, para que lo viera de frente, el cepillo interdental dio un salto, y comenzó a dar vueltas en el lavabo, como si una fuerza invisible hubiera ejercido un movimiento. La lógica, si un objeto de ese tamaño y peso cae sobre una superficie, sería que simplemente se posara con la inercia de la caída, pero eso no ocurrió así. El cepillo comenzó, como he descrito, a dar vueltas en forma de espiral, hasta que, de nuevo, se paró al llegar a la zona del desagüe. Y me acordé, inevitablemente, de aquel otro día en el que ocurrió lo mismo y que no le presté demasiada atención. Yo me quedé asombrada, y me pregunté, y aún me pregunto, por qué paso aquello.

Me causó respeto, y algo de miedo, la verdad, porque fue en el momento tras sentarme en el inodoro, como si lo que provocara aquello me estuviera esperando. Puse el cepillo interdental de nuevo en su sitio, cogí a mi perro, y me fui para la calle a pasearlo. Reconozco que me dio miedo volver a subir a mi casa tras aquel acontecimiento. Me recordó a la película Ghost, cuando el marido de la protagonista, fallecido, aprendió a mover los objetos…".

Programa de Adrián Martínez. 

Sara me comentaba que, en los momentos libres que tenía, comenzaba a realizar pruebas con el cepillo interdental, para ver si de alguna forma aquello se movía, o realizaba los movimientos imposibles que hizo frente a ella. Pero nada. No conseguía dar con una explicación racional. A tal extremo llegó su inquietud, que decidió guardar aquel objeto dentro de un neceser, con la cremallera abierta, y dentro de un pequeño mueble superior que tenía la puerta abierta por un desperfecto en la misma. Inevitablemente, tras los extraños acontecimientos, ella pensaba en la remota posibilidad de que fuera su pareja fallecida quien provocaba esos hechos.

"Al tiempo de esto, fui con mi perro al apartamento que tengo en la localidad gaditana que te he comentado para echar el día. Una vez que bajé para sacarlo de paseo, el perro me empezó a tirar hacia el lado contrario donde yo siempre iba. Le tiraba de la correa, pero insistía en caminar hacia el otro lado de la acera. Le di el capricho, y, caminando, llegamos al cementerio. Fue como si me hubiera conducido hasta allí.

Una vez en la puerta, me fijé en algo que me rompió en mil pedazos. El nicho de mi pareja, que se veía desde afuera, estaba vacío. Me dio un ataque de ansiedad y llamé a mi padre, que acudió lo más rápido posible. El cementerio estaba a punto de cerrar, eran casi las seis de la tarde. Mi padre, ante mi imposibilidad de articular palabra, le preguntó por el chico que estaba enterrado, y el sepulturero le informó que, la familia, semanas atrás, lo trasladó al nicho familiar. Me dolió en el alma que su familia no me hubiera comunicado absolutamente nada. Más tarde o más temprano me habría dado cuenta, porque yo solía ir muy a menudo, pero fue en ese momento, y en esas circunstancias, como me di cuenta. Coincidieron los hechos mencionados con el cepillo interdental, con el traslado del cuerpo de mi pareja a otro nicho. Es como si me hubiera avisado".

Pero las anomalías no acabaron ahí. Ni mucho menos. Los males volvieron a azotar a Sara tiempo después, ya que a su padre le diagnosticaron un linfoma de Hodgkin, y comenzaba una nueva lucha. Para ella fue un palo más que le daba la vida, una prueba más. Se derrumbó y lo pasó fatal. En aquel momento Sara estaba de baja, su madre tampoco estaba bien del todo, pero era ella quien se hacía cargo de toda la familia. Tenía y debía de estar fuerte. La noche anterior a la primera sesión de quimioterapia de su padre, volvió a ocurrirle algo. ¿Imagináis con qué? Ella nos lo cuenta.

"Esa noche, estando de nuevo en el cuarto de baño, y tras lavarme los dientes en el lavabo, comprobé como el cepillo interdental, que estaba en el neceser del mueble de la parte izquierda, saltó, y cayó en el bidé, que es lo que tenía debajo. Pensé si fue otra señal. Y me volvió a dar miedo también. Y en ese momento, saqué el valor para decirle a mi pareja, que agradecía que me estuviera acompañando en esos momentos tan duros, pero que, por favor, no provocara esas señales, porque me daba miedo. Aquella noche descansé bien".

El cepillo interdental, de nuevo, saltó sin razón aparente. En esta ocasión, no se hallaba encima del lavabo, sino en un mueblecito, o romi, situado en la parte izquierda de la pared del cuarto de baño, y dentro del neceser. Ella sacó el valor para decirle, de una forma u otra, que no lo hiciera más, y desde entonces, aquello cesó. Pero ya, por último, nos vamos a quedar con un impresionante episodio que vivió precisamente en el Hospital de Jerez, mientras que su padre se hallaba en tratamiento.

"En la primera sesión de quimioterapia que le dieron a mi padre, me ocurrió algo sorprendente. Estando en el hospital de Jerez, y mientras atendían a mi padre, llamé a mi madre para informarle de cómo iba la situación. Cogí el teléfono y comencé a andar por los pasillos de la planta. Llegué a unas cristaleras, y allí me apoyé para seguir hablando, cuando, de repente, me fijé en algo. Justo en frente había una puerta de aluminio, y vi algo escrito. Me acerqué, y para mi asombro, comprobé que había una palabra rayada sobre la superficie: Bruji. Así, y no de otra forma, era como me llamaba mi pareja en vida".

Fotografía compartida por Sara.
Fotografía compartida por Sara.

Sara inmortalizó con la cámara de su teléfono aquella palabra. Lógicamente, alguien, en algún momento determinado, rayaría aquellas letras en ese lugar, pero a veces, los hilos del destino reconducen a las personas a ciertos lugares, como una magia inefable que provoca escenarios improvistos. Aquella palabra, Bruji, no era una palabra cualquiera, sino que estaba muy vinculada con su pareja.

Es el misterio de la vida, pero también de la muerte, de lo que nos podemos encontrar cuando un ser querido traspasa ese umbral.

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