En tiempos remotos, y cuando el ser humano tomó conciencia de su mortalidad, seguramente comenzó a rondar en sus pensamientos la eterna pregunta transcendental: ¿Qué ocurre después de la muerte? ¿Nos desvanecemos simplemente? ¿Todo acaba aquí? ¿O algo de nuestra esencia queda impregnada en un plano diferente? Muy probablemente, y a colación de esta cuestión, comenzaron a aparecer las primitivas religiones, como queriendo ofrecer una hipotética respuesta definitiva. Conforme fuimos evolucionando, también lo hicieron las diferentes prácticas para establecer ese ansiado contacto con nuestros ancestros. No vamos a realizar en este artículo un recorrido por los diferentes métodos de supuesta comunicación que el ser humano ha utilizado a lo largo de la historia, sino que nos vamos a centrar en un sistema que, seguramente conozcáis: la comunicación instrumental, más bien conocidas como psicofonías o parafonías.
El origen de este fenómeno como tal lo podemos situar en la primavera de 1959, cuando un documentalista llamado Friedrich Jürgenson, natural de Odessa (Ucrania), se dirigió al bosque situado en Mölnbo (Suecia) para captar con grabadora el canto de un pájaro pinzón, para uno de sus documentales sonoros. Pero, para su sorpresa, al revisar esas grabaciones, se topó con algo que cambiaría la historia. En dicha cinta, captó lo que parecía una voz de mujer, que decía la frase "Friedel, mi pequeño Friedel… ¿puede oírme?". Simplemente, esa voz no tenía que haberse registrado. Era imposible, ya que nadie le acompañaba en ese lugar ni en sus alrededores. Lo más curioso de todo, es que Friedrich reconoció la voz de su madre fallecida años atrás. Y de esta forma, nació el fenómeno de las psicofonías, voces que se impregnan en las grabaciones, sin un origen concreto, y que, a veces, responden a las preguntas de los investigadores.
Para llevar a cabo dichas experimentaciones, no hace falta ser un experto en la materia, tan solo tener a mano una grabadora, encontrarse en un lugar donde creamos que puede haber cierta actividad paranormal (o no), y realizar las preguntas pertinentes. Durante la sesión de grabación, es normal que no se oiga nada a tiempo real, pero la sorpresa llega al analizar dichas grabaciones, en las cuales hay que prestar mucha atención a las posibles respuestas. Evidentemente, no hablamos de una ciencia, y no siempre los resultados pueden ser los esperados. Personalmente, puedo decir que la suerte me ha acompañado en algunos lugares de Jerez donde he tenido la oportunidad de experimentar con este sistema, y hablamos de colegios, emisoras de radio, o en parques como el Jardín Escénico El Altillo (del que os contaré misteriosas historias en otra ocasión).
En 2022 tuve la oportunidad de realizar una experimentación en un conocido colegio jerezano, cuyo nombre vamos a mantener en el anonimato por encontrarse en activo actualmente. Allí llegamos acompañados por una sensitiva, y por supuesto por algunos profesores de dicho centro, con los cuales realizamos aislamientos en diferentes zonas para sentir lo que se siente al estar de solitarias maneras en un lugar tan antiguo como lo es ese centro. Por entre sus muros recorren historias de orfanatos y de niños abandonados, y esto probablemente tenga mucho que ver con los resultados que obtuve en las diferentes sesiones psicofónicas realizadas allí.
En la segunda planta del edificio, coloqué mi cámara Nikon, enfocando una de las aulas. En esta zona, según me contaron los profesores, un equipo de investigación canadiense logró captar hace años la imagen de una monja, y eso me llamó la atención, motivo por el que decidí realizar una grabación en formato video, para ver si correría la misma suerte. Pero, tras analizar las imágenes, no aparecía absolutamente nada anómalo, pero sí, y aquí viene lo misterioso, se captaron en el micrófono unas voces de niños que rompieron todos mis esquemas. En la primera incursión, una voz infantil gritaba «mamá, donde estás». Cuando me topé con dicha grabación, en pleno análisis, mi cara de asombro denotaba una emoción jamás experimentada.
Ese mensaje, y ese tono de voz, casaba bastante con las historias de niños abandonados que transcurrieron en su interior. ¿Casualidad? Dicha experimentación la realizamos un viernes a altas horas de la noche, bien entrado en otoño. No se trataba de ruido procedente del exterior, ni tampoco del interior, puesto que en el momento de la grabación nos encontrábamos, junto con el profesorado, en la planta inferior, concretamente en la sala de profesores.
Lo curioso del asunto es que no fueron las únicas voces de niños que se llegaron a registrar aquella noche. Otras tantas, con menos claridad en su mensaje, se apreciaban como querían decir algo, transmitir un mensaje en aquel momento, tal vez porque estábamos allí, o porque sus voces se han quedado impregnadas, como ecos infinitos entre los muros del colegio.



