Dentro del mundo de las creencias, se concibe que el alma humana sobrevive a la muerte física, que el cuerpo no es más que un vehículo en alquiler, y que, una vez llegado al final del trayecto, continuamos nuestro camino a pie, por otro sendero diferente. Nuestra esencia, lo que somos realmente, puede no estar dentro de nuestro cerebro, y no son pocos los especialistas dentro del mundo de la medicina que afirman que nuestra consciencia es un elemento no físico, algo más bien espiritual y no material. Y es que existen miles de casos relacionados con las denominadas ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte), donde el individuo en cuestión observa todo en cuanto ocurre alrededor de su cuerpo físico, como un espectador de una obra, y en un momento donde se debate entre la vida y la muerte bajo un estado de inconsciencia.
Tras volver en sí, es capaz de detallar todo en cuanto ocurría a su alrededor, ofreciendo datos imposibles y describiendo el entorno con total precisión. Aunque hay situaciones que no tienen que estar ligadas precisamente con ese estado, y a través de lo aparentemente onírico, de los sueños, experimentan situaciones similares a lo anterior, siendo denominadas como EEC (Experiencias Extra Corpóreas), en las que existe un desdoblamiento del cuerpo astral, del alma o la consciencia como tal. Individuos que observan su cuerpo físico tendido sobre la cama, y que describen como han visitado el entorno de su alrededor, u otros lugares cercanos o lejanos en su defecto. Los Viajes Astrales han sido descritos desde tiempos remotos, y aunque he relacionado este campo con el mundo de los sueños, tal vez no tengan nada que ver.
El caso que os voy a contar va un paso más allá. José Luis es un jerezano que vivió una experiencia relacionada con los viajes astrales. Su historia la situamos a principio de los años ochenta, época en la que aquí en España, los denominados curanderos/as proliferaban en consultas privadas ofreciendo ayuda a aquellos que la necesitaran. José Luis, por aquella época, solía llevar en su coche a su suegra a una de estas consultas, concretamente a unas curanderas de la localidad de Rota, en la provincia de Cádiz. Ella era muy asidua a visitar a dichas mujeres, las cuales le ofrecían una «cura espiritual» podríamos decir, para sus dolencias.
Visitar a estas curanderas o sanadoras, tenía, y tiene aún a día de hoy, un motivo espiritual, podríamos decir, puesto que la manera de actuar sobre sus pacientes o clientes, es a través de la oración o la imposición de manos, aunque no existe un manual determinado y cada uno/a ofrece sus servicios de distinta manera. Lo cierto es que, la suegra de José Luis le insistía cada vez que iban para que subiera y las conociera, pero él no quería, siempre se mantenía en una aptitud bastante escéptica.
Pasó el tiempo, y nuestro protagonista fue intervenido en el hospital por una fístula que se le desarrolló en la parte inferior de la espalda, algo que le llevó un tiempo importante de recuperación. Pero parecía que aquello no se le curó del todo, y se le volvió a reproducir al cabo de los años. Fue aquí cuando su suegra le dijo que por qué no se animaba a ver a las curanderas, que lo mismo podrían ayudarle, pero José Luis se mantenía al margen y no cedía a la invitación. Tras acudir de nuevo a los especialistas, decidieron intervenirlo de nuevo.
Tenía todos los documentos pertinentes para la operación, pero entre tanto, le tocó de nuevo llevar a la suegra a Rota para otra visita a las curanderas. Aparcó su coche, y antes de entrar, José Luis de nuevo fue recomendado por su suegra a ver a las curanderas, diciéndole que lo mismo ellas le podían solucionar lo de la fístula. Y esta vez, cedió. Entró en la consulta, y se sentó frente a una de ellas. Lo miraron y le dijeron algo que le sorprendió bastante: "José Luis, eres una persona con mucha luz. Si te lo propusieras, podrías tener la capacidad incluso de sanar…".
Aquello le sonó muy a charlatanería, pero bueno, había accedido allí para escucharlas, al fin y al cabo. Le explicó lo que le sucedió con la fístula, y la situación en la que se encontraba nuevamente, así que…procedieron a la curación. ¿Curación? Pero… ¿de qué forma? Pues simplemente le dijeron: "Ya hemos procedido. Te llamaremos en estos días". Y efectivamente, José Luis recibió al cabo de los días la llamada de las curanderas: "Ya está".
¿Sabéis lo interesante de este asunto? Qué hasta el día de hoy, José Luis no ha vuelto a padecer de fístula, de hecho, no tuvo que operarse, la curación le vino por sí sola, o, mejor dicho, gracias a la intervención de las curanderas. Ellas solían alegar que, las sanaciones las realizaban a través de unos seres a los que ellas llamaban «los hermanitos», pero fuera como fuese, la sanación se logró. ¿Y qué tiene que ver esto con una experiencia extracorpórea? No seáis impacientes, ahora viene lo bueno.
Lo cierto es que, tras esto, José Luis comenzó a confiar en la palabra de aquellas mujeres, y cada vez que volvía a llevar a la suegra, entraba con ella. Le auguraron algo para el futuro. Concretamente, le recomendaron que se cuidara mucho la rodilla, que con el tiempo le podría dar problemas, algo que José Luis aceptó, pero al mismo tiempo le extrañaba, puesto que, como él me decía, «yo tenía veinte años, y estaba hecho un toro, hacía deporte y lo que menos esperaba era una dolencia en la rodilla». Pues, a día de hoy, José Luis, que actualmente tiene sesenta y cinco años, tiene una minusvalía derivada por la rodilla.
¿Recordáis lo que le dijeron las curanderas en su primera visita? Si, eso de que era una persona con mucha luz y con un gran potencial para la curación. Pues bien, ellas le entregaron a José Luis una hoja escrita a mano con una oración, y le dijeron que, si alguna vez quería ayudar a alguien que estuviera pasando por malos momentos o por una enfermedad concreta, realizara ese rezo y lo metiera debajo de la almohada. Él la aceptó, terminó que atendieran a la suegra y se fue para su casa.
Tenemos que aclarar que, en ningún momento, José Luis se obsesionó con estos temas, ni mucho menos. Más bien, simpatizó un poco más con aquellas curanderas y también con la idea de pensar que quizás hay algo más detrás de lo que vemos, una energía que opera en la sombra y pasa desapercibida ante nosotros. Lo cierto es que, años después, nuestro protagonista se encontraba en el trabajo durante una jornada de viernes, en el turno de mañana. Durante las ocho largas horas, José Luis mantenía conversaciones con sus compañeros de trabajo, y esa mañana, Paco, uno de los trabajadores, le comenzó a contar que su suegra lo estaba pasando mal, puesto que estaba pasando por una enfermedad que las mantenía en cama desde hacía un tiempo.
José Luis recordó aquel rezo que las curanderas le dieron por si tenía que ayudar a alguien, y en efecto, le dijo a su compañero que esa misma noche iba a rezar por ella, por su salud y por su recuperación. El día transcurrió con absoluta normalidad. Salió del trabajo y se dirigió a casa, como cada día. Pero al llegar la noche, José Luis se sintió más cansado de lo habitual, y sobre las diez de la noche se fue para la cama, algo inusual, ya que como me decía, "los viernes me solía acostar mucho más tarde, pero esa noche necesitaba irme para la cama temprano". Se tumbó en la cama, pero antes de dormir, se dispuso a cumplir la promesa que le hizo a su compañero. Sacó del cajón de la mesita de noche aquel rezo, lo leyó, y lo metió debajo de la almohada, y acto seguido, cayó en un profundo sueño.
A partir de aquí, comienza a ocurrir algo inesperado y extraño. Así lo relata José Luis:
"Nada más caer en un profundo sueño, empiezo a notar como mi cuerpo se eleva sobre la cama, concretamente hacia la esquina de mi habitación. Pero lo raro es, que me podía ver a mi mismo tumbado en la cama. Mi cuerpo estaba ahí, pero mi consciencia flotaba en el aire contemplando todo a mi alrededor. Acto seguido, levitando a ras de suelo y en posición horizontal, inicié un recorrido. Salí de mi casa, y comencé un viaje sin destino, al menos yo no lo conocía. Llegué a una casa de campo, grande, de una sola planta, y entré por la puerta principal. Todas las dependencias se hallaban a la derecha, así estaban repartidas. La cocina primero, luego un gran salón, las habitaciones, y una última que es donde llegué finalmente. Allí pude contemplar a una mujer mayor, rubia y con el pelo corto tumbada sobre la cama. Pero la visión de todo en cuanto percibía me parecía que superaba todo lo imaginable, puesto que todo tenía una textura especial, diferente, o al menos así lo veía yo. Pero de pronto, emprendí en camino de vuelta, el mismo que realicé de ida, pero a la inversa. Llegué de nuevo a mi casa, me volví a contemplar a mí mismo tumbado en la cama, y tras situarme en paralelo, caí de repente sobre mi cuerpo. En ese momento desperté, pero esta vez, dentro de mi cuerpo, con una sensación muy extraña. No había sido un sueño. Estaba convencido de que aquella experiencia fue algo diferente".
Evidentemente, la idea de que todo fue un sueño que iba un poco más allá de lo común, era lo que rondaba en los pensamientos de José Luis, pero en el fondo sabía que no, que aquella experiencia fue algo diferente. De manera inconsciente realizó lo que se denomina un viaje astral, un desdoblamiento de la consciencia o de su yo interior. Lo cierto es que comenzó a relacionar aquella experiencia con el rezo de las curanderas, aunque hay que decir que, en ningún momento estas mujeres le dijeron a José Luis que, leyendo aquella oración, iba a realizar un viaje astral, ni mucho menos. Tan solo qué si quería ayudar a alguien, lo leyera. También fue inevitable relacionar a aquella mujer que vio tumbada en la cama con la suegra de su compañero. Demasiadas casualidades.
El lunes siguiente, en el trabajo, le comentó a su compañero lo que le había ocurrido. Este se sorprendió bastante, pero lo curioso es que la descripción que José Luis le hizo de aquella mujer, coincidía con el aspecto de la suegra de su compañero. Ya solo quedaba comprobar una cosa: la casa.
«Yo le dibujé a mi compañero un croquis de la casa en la que entré durante mi experiencia. Él me dijo que no me lo podía confirmar, puesto que aún no conocía la casa de su suegra, ya sabes, antes no es como ahora, las parejas tardaban más en conocer a los padres. Pero me dijo que se lo iba a enseñar a su pareja. Y efectivamente, al día siguiente me confirmó que la casa de su novia era exactamente como yo sé la había dibujado sobre aquel papel».
Exactamente la misma casa que visualizó durante aquel extraño viaje. Lo interesante, es que la suegra del compañero de José Luis, al cabo de un tiempo, mejoró su estado de salud considerablemente, tal vez fruto de la casualidad, pero claro, con los ingredientes que contiene este caso, es inevitable pensar que nuestro protagonista intervino de una forma u otra con esa "luz" que años atrás le dijeron las curanderas que poseía. Es difícil llegar a conclusiones, evidentemente. Para los creyentes, José Luis realizó un viaje astral donde ayudó a aquella mujer a través del rezo. Para aquellas personas con una mentalidad más científica, todo sería producido por su mente, y los datos que coinciden tanto en la casa como en la apariencia física de la mujer, se trataría de, eso, una mera coincidencia.
Pero hay un dato que es muy significativo y que no he incluido en el relato. Resulta que, las cuñadas de Paco, que así se llamaba el compañero de trabajo de José Luis, durante aquella noche de viernes, le aseguraron que percibieron en un momento exacto una especie de brisa de aire gélido que pasó por el salón de la casa, justo al mismo tiempo en el que José Luis se encontraba realizando su tan enigmático viaje.
A día de hoy, José Luis, a pesar de los años que han transcurrido de aquello, sigue relatando con todo lujo de detalles lo que vivió durante esa noche. No lo olvida. Jamás volvió a vivir una experiencia similar.



