¿Votar a la derecha para escapar de la ultraderecha?

Sebastián Chilla.

Jerez, 1992. Graduado en Historia por la Universidad de Sevilla. Máster de Profesorado en la Universidad de Granada. Periodista. Cuento historias y junto letras en lavozdelsur.es desde 2015. 

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Jean-Luc Mélenchon no pudo dar la sorpresa. Pese a conseguir más de siete millones de votos, el único candidato de izquierda, con un programa económico y social claro, no podrá pasar a la segunda vuelta. Francia Insumisa se queda sin la posibilidad de enfrentar un proyecto de futuro frente a proyectos del pasado. Aunque en un panorama bastante distinto, esta situación no es la primera vez que sucede en el país galo. El sistema electoral francés, presidencialista con dos vueltas —una segunda con los dos candidatos más votados de la primera—, provoca que el electorado de izquierda francés tenga que decidir este 2017 literalmente entre el continuismo de unas recetas neoliberales fracasadas o instalar en el Eliseo a la ultraderecha gala, xenófoba y populista.

El fascismo vuelve a quitarse la careta en Europa. Pese a la "maquillada moderación" de las últimas semanas, Marine Le Pen "sonrió" a mediados de la semana pasada cuando Francia vivió el último atentado terrorista, en esta ocasión contra la policía francesa. Sabe a lo que juega; el odio es una de las patas de su éxito. La otra es, sin duda alguna, la crisis económica y la oposición, por ende, al neoliberalismo y el europeísmo. Pero el capitalismo fabrica a sus propios fantasmas: la ultraderecha apela a un patriotismo de pacotilla. Aquel que aplaude, entre otras cosas, la destrucción de la cohesión social de los trabajadores franceses y europeos.

Le Pen ha ganado allí donde Francia tiene los problemas económicos más visibles —producto de la deslocalización y la reconversión industrial—, y las tasas de inmigración más altas. Con la excepción de la región de la Isla de Francia (París), donde el Front National sólo ha conseguido el 12,57%, los resultados de la ultraderecha francesa son bastante significativos. En el sur del país, en Provenza, Le Pen ha conseguido el 28,17% y en la Alta Francia, al norte, nada más y nada menos que el 31,03% de los votos. En muchos casos y tal como demuestran algunos estudios sociológicos, el Front National se está llevando el voto de una clase obrera dormida y apaciguada con el discurso del odio.

Pero afortunadamente es muy poco probable que Marine Le Pen llegue al Eliseo. Fillon (19,94%) y Hamon (6,35%) ya han pedido públicamente el apoyo para votar a Macron (23,87%). La aparición del candidato que se ha llevado la victoria en las primera vuelta francesa —un banquero que ha sido ministro con Hollande durante dos años—, parece ser una tirita que vuelve a poner el establishment para frenar un cambio que parece inevitable a lo largo y ancho del mundo. El Partido Socialista Francés, con un batacazo sin precedentes, pronostica el futuro del socioliberalismo europeo francés que hace ya mucho dejó de ser socialdemócrata. Francia Insumisa, por su parte, no tiene claro qué decir. Cada cual con su conciencia. ¿Votar a la derecha para escapar de la ultraderecha? La abstención puede empeorar aún más las cosas. Al fin y al cabo, el pueblo francés elegirá entre un "piquito de oro" neoliberal y el fascismo del siglo XXI. Francia, Europa y el mundo han vuelto a perder una nueva oportunidad de cambiar las cosas.

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