Sí, tú. Te estoy hablando a ti.
Sé que estás hasta las narices de que te ninguneen, de que se pasen por el forro de sus vergüenzas tus fatigas, tus lamentos, tus problemas, tus hipotecas, tu paro, tu recorte salarial, tus necesidades, tus quejas, tus desahucios, tu derecho a una sanidad y una educación digna… tu derecho al pataleo.
Sé que te han indignado sus mentiras, sus patrañas, su “postureo”, sus promesas incumplidas, sus cuentas en Suiza y demás paraísos fiscales, sus comisiones bajo cuerda, sus corruptelas, sus artimañas de birlibirloque, sus “y tú más”, sus miradas para otro lado, su falta de sensibilidad con tu situación, sus pactos, sus tejemanejes con la banca, sus manipulaciones, sus informaciones interesadas…
Sé que te explotan, que te humillan, que te amenazan con un “hay otro en la puerta esperando”, que te ofrecen condiciones laborales leoninas, que te acusan de defraudador mientras ellos se lo llevan calentito de millón en millón… sé que intentan hacerte creer que eres el culpable de que la economía se hundiese “porque viviste por encima de tus posibilidades”, sé que (según ellos) tú tuviste la culpa de que recortaran derechos, de que haya menos profesores en las aulas y menos médicos en las salas de urgencias “porque fuiste un abusón”.
Sé que dicen que no es culpa suya si tienen que subir las tasas universitarias, o si tienen que subir el IVA, o la luz, o el agua, o el IBI…
Sé que te sientes herido, engañado, que no encuentras motivo para volver a confiar en ellos…
Pero tú tienes el verdadero poder, amigo. Tú y solo tú puedes, tan solo una vez cada cuatro años decir ¡BASTA!
Es sencillo, y solo lleva cinco minutos, un DNI o pasaporte, un sobre y una papeleta (o ninguna, que también es otra opción).
Pero no te calles, deja de morderte la lengua, deja de apretar los puños, deja de seguir llorando a escondidas, deja de seguir tragando… Pasa a la acción, y ataca.
Reacciona contra todo y contra todos de la manera más legítima y peligrosa para ellos.
Y ya luego, protesta, reivindica, manifiéstate. Pero, por lo que más quieras, no seas cómplice mirando a otro sitio como si no fuese contigo la cosa.
Sí, es contigo. Tú decides. Por eso tienen tanto miedo a lo que eches en la urna.
Sé consecuente, duerme tranquilo por las noches y eleva tu voz de la única manera que les duele y temen: votando.
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