Imagen del cementerio San Fernando de Sevilla.
Imagen del cementerio San Fernando de Sevilla.

La palabra cementerio viene del vocablo griego koimētḗrion, que significa «dormitorio». Lugar para dormir. Hispania  (*´y-spn-y´ (pro. I-span-ia) del fenicio Isla de conejos. 

El homenajeado fue conocido como Don Salvador, hacía un año que había muerto, entre sus logros fue fundador de un “nuevo” (el nombre) partido político y previo a las elecciones se imponía la visita recuerdo, homenaje de rigor.

Allí estaban, familiares, ayuntamiento, iglesia, asociaciones vecinales, agrícolas (de propietarios y obreros) industriales, comerciales, un largo etcétera y hasta las denominadas fuerzas “culturales y artísticas”, Un grupo flamenco y una soprano cerrarían el homenaje recuerdo.

Entre los familiares iba una niña, muy inquieta y traviesa de no más de trece años, que había nacido un día trece, que además cayó en martes, pero como el refrán solo dice: “trece y martes, ni te cases ni te embarques” y nada de nacimientos, pues con esta niña nos hemos topado.

Ayuntamiento e Iglesia (el orden de los factores no altera el resultado) decidieron poner una gran placa circundando la bóveda de la puerta de entrada al cementerio, pero en latín: "Pulvis es et in pulverem reverteris" (Polvo eres y en polvo te convertirás). La niña leyó y pronunció en perfecto español: "Mierda has sido y mierda continuarás.                                                                      

Sobre la tumba un grupo escultural, una cara obra de otro hijo preclaro de la villa y encargo especial del Ayuntamiento. La escultura era un bello ejemplar de un toro de lidia, fiesta que el homenajeado adoraba. Un poco más alto que la cabeza del toro, una montera flotando en el aire, sustentada por una varilla invisible de cristal. A cada lado del toro, una pareja de la guardia civil con uniforme de gala, alguna medalla y con tricornio y mosquetón.  Una placa de bronce en el frente del pedestal del monumento, con un escrito en español e inglés que decía: 

“Aquí descansa un gran hombre, genio protector de nuestro pueblo. Apoyó y desarrollo los conceptos puros de nuestro arte. Puso su vida y obra al servicio de la Patria y la cultura, a los anhelos de Justicia y Libertad de nuestro pueblo. Dios  guarde en Paz”.

La niña, sin embargo, leía: “Aquí yace un ser maligno. Cual tumor andante, sembró en su entorno dolor, tristeza, malestar y odio. No tuvo amigos. Muchos aduladores pululando en su entorno con la inútil esperanza de alcanzar la gota de miel que nunca llegó. 

Avariciosamente, almacenó dinero y poder que ni quiso ni supo disfrutar. Se le detestó en vida y también muerto, pese a falsas lágrimas y sollozos”. Y añadió por su cuenta: “Aquí se guardan los huesos de una mala persona, Probablemente el más rico de este cementerio, que en paz le acompañen su fortuna y su miseria”. 

E.T.T.E.A.O. (El tiempo te enviará al olvido) 

¿Por qué la niña de trece años leía otra cosa de lo que dicen, que los letreros decían? Intrigada por esta incomprensible jugada de la vida, Verónica (“portadora de la victoria” o  “imagen verdadera”) decidió descubrir el misterio. 

Recordaba el último año de la vida de su abuelo, ya en silla ultramoderna de ruedas. Su madre le visitaba más frecuentemente y siempre se hacía acompañar por ella, pese a su disgusto, pues varias veces le dijo que el abuelo le tocaba más de la cuenta, llegando incluso a sobarla cual si fruta fuera. No conseguía entender a su madre, salvo que esta buscara un momento de debilidad o desvarío (de otro tipo) del anciano, haciéndolas herederas de su inmensa riqueza. Si fue el objetivo falló. Compró, eso sí, un título nobiliario hereditario: Marquesado de la Fuenteseca y fiel a sus principios, desheredó a toda la familia: “Quién quiera peces que se moje el culo”, decía y añadía por si acaso: quién quiera ser rico, que robe y haga lo que sea, ¡cómo hice yo!  Católico fiel, sus bienes para la Iglesia que tanto le ayudó, y una parte para el Estado, contra quien a menudo despotricaba, pese a sus subvenciones.

Verónica resolvió descubrir que pasaba y comenzó a indagar en el misterio,

Quienes eran:

El “Nuevo” partido

El abuelo, muerto

La abuela, vapuleada

Su madre, ignorada

Su padre, aquel

¿Sus hermanos?

Los tíos.

Los primos.

El alcalde y el Ayuntamiento.

El párroco y la Iglesia.

Las diversas asociaciones participantes.

Los vecinos.

El grupo de música.

La soprano.

El representante musical.

Los conocidos.

Los amigos (no encontró ni uno.)

Consiguió llegar al vacío=La nada.

Convocó al pueblo en la plaza mayor, para informar de los resultados.

Pidió una chistera y se la prestaron. Hizo unos movimientos extraños sobre ella pronunciando palabras claras pero sin sentido: Pelayo, patria, reconquista, virginidad, infierno, riqueza.

Agitó fuertemente la chistera e introdujo su mano derecha. Cuando la sacó, un caimán se la había mordido y pendía de ella. El caimán ante el estupor levantado se refugió de nuevo en el fondo de la chistera… Pero llevándose la mano de la niña. Medio pueblo lloraba. Medio pueblo aplaudía.

Colorín colorado… Y ¡ufff! Despertó.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído