Levante en una playa gaditana, en una imagen de archivo.
Levante en una playa gaditana, en una imagen de archivo.

Hoy no debo hablar de política, el viento de Levante que se ha instalado entre nosotros desde hace más de una semana altera sustancialmente las capacidades para la comunicación entre personas o al menos a mí me ocurre eso. Ese zumbido penetrante y permanente perfora los oídos como si de un taladro hiriente se tratara. Su roce violento sobre los árboles y el desagradable ruido que de ese hecho se desprende puede llegar a hacerte odiar la más mínima masa forestal. El continuo choque sobre las persianas puede poner a prueba el nivel de suficiencia mental del más cuerdo de los mortales. En definitiva, la mala leche se apodera de ti transformándote en un ser irascible, antisocial y proclive a cualquier tipo de maldades. Sólo si eres un reconocido amante del windsurfing puedes sobrevivir a esta especie de pandemia incolora, inodora e insípida pero terriblemente cruel capaz de llevarte a analizar las previsiones meteorológicas como si del mapa del tesoro se tratara.

Hoy no es buen día para felicitar al ministro del Interior italiano por haber disuelto el ayuntamiento siciliano de Corleone debido a su histórica penetración por la Cosa Nostra. No es buen día para establecer paralelismos con el ayuntamiento de Xátiva que gobernara durante décadas el popular Alfonso Rus. Tampoco creo que sea el día más adecuado para sugerirle al ministro en funciones español, el señor Jorge Fernández, que elabore un mapa de ayuntamientos a disolver en la Comunidad de Madrid antes de emprender su viaje definitivo lejos del Gobierno tan distinto de aquel que cantara de manera tan poética el maestro Juan Ramón Jiménez.

No es día tampoco hoy de analizar los desastrosos éxitos del deporte español en los Juegos Olímpicos de Río. Como siempre un pequeño puñado de héroes y heroínas, cada vez más estas que aquellos, salvarán el trasero de nuestros dirigentes olímpicos y alimentarán un falso sentimiento de orgullo nacional. Siempre nos quedará la auténtica lección, la de esa joven de Badalona que ha hecho de la piscina toda una tesis doctoral sobre la idea de que el esfuerzo continuo, el trabajo planificado con un objetivo claro, el sacrificio vital de la más bella de las edades, es el mejor camino para obtener la recompensa del triunfo más allá de burbujas especulativas y pelotazos de oportunidad.

No es el mejor día para pensar que la vida es bella después de recibir ayer a primera hora la noticia de que ese joven de apenas 28 años, para el que la vida nunca fue el cielo que nos tienen prometido y el agua de la pila bautismal tan sólo sirvió para arrastrarlo a los infiernos, había emprendido sin pretenderlo el sueño eterno, dejando atrás las aventuras que de la mano de Vázquez Figueroa habían alegrado su triste vida en aislamiento. Descansa en paz chaval…

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