La facultad de Guatemala y la política de Guatepeor

Las listas como Noelia echan los dientes en un partido y luego les basta con arrimarse a los buenos, que dijo la madre del Lazarillo

24 de julio de 2025 a las 10:30h
Noelia Núñez, ex diputada del PP.
Noelia Núñez, ex diputada del PP.

La semana pasada, un cantaor flamenco con el que iba a coincidir en un festival me soltó una frase que se me clavó como una saeta: “Me piden más papeles que si fuera a comprar un cortijo”. Hablaba de cobrar, claro. Y lo peor es que no exageraba, como no exagera todo hijo de vecino al quejarse de esa excesiva burocracia que hoy nos hace parecer sospechosos de todo mientras no demostremos lo contrario. Igual que estamos seguros de que nadie se llevará de la tienda uno de esos juguetes que hoy vienen con más amarrijos de seguridad que una bomba, estamos seguros de que nadie puede engañar a la administración porque la relación con ella se basa en la presentación de una estricta y remota documentación que tantas veces nos parece absurda. Sin embargo, a diario nos desayunamos con un caso de corrupción por el que cualquier listo de cualquier partido, de puro anónimo, se llevó calentitos unos cuantos millones como si a ellos no les hubieran pedido en ninguna parte ni el carné de identidad. Es posible, piensa uno, que lo único que le pidieran fuera el carné del partido. 

Estábamos indignadísimos con la labor universitaria de la mujer del presidente del Gobierno, tan fraudulenta, cuando nos asaltó el escándalo menos formativo del exministro Ábalos y sus chicas. Y cuando creíamos que ese iba a ser el escándalo del verano, nos sorprendió el listo de Montoro, lo cual es un clásico del bipartidismo, que siempre tiene tanto que callar. Pero es que el rizo del rizo es incansable y, más allá de ese concejal de La Puebla de Cazalla (de IU, que también sueña con su cuota de telediario) que ha sacado una plaza para ganarla él, el remate de los tomates es el descubrimiento de esta joven diputada del PP que tenía más cargos que estudios, y lo digo de verdad. No solo era diputada en el Congreso sino que además era la vicesecretaria de Movilización y Reto Digital, pues, según ella, “había hecho un esfuerzo tan grande como el de tantos jóvenes en este país”. 

A posteriori han salido sus antiguos tuits para desmentirla, pero lo que lo que llama la atención de esa diputada del PP que decía tener tantas carreras y resulta que no tiene ninguna no es la mentira, tan generalizada al fin y al cabo, sino la gratuidad de la mentira, porque seguimos viviendo en un país donde lo que está generalizado de veras es que la profesión de político sea la única para la que verdaderamente no se exige ninguna formación, y menos universitaria. No digo que no haga falta, sino que no se exige. Por parte de nadie. Pues aun así, la que sí se exige embadurnarse de cierto prestigio universitario es ella misma, mintiendo a lo grande. Pero es que, encima, ni en el partido al que pertenece ni en la universidad guatemalteca en la que dice dar clases nadie le ha pedido un maldito papel, no sea que no lo tuviera. Ahí radica la verdadera vergüenza enraizada en el sistema, en ese tránsito de Guatemala a Guatepeor. 

Y de esto, por desgracia, saben demasiado los millones de universitarios de España que aguantan a duras penas con una beca que a veces tienen que devolver si no aprueban lo suficiente, que aguantan mientras ven cómo en casa estiran el chicle más de lo que soñaron nunca, que soportan el rigor academicista de sus estudios y la malaleche de sus jefes en los trabajos con que tienen que compatibilizar para seguir respirando, que comparten piso con cuantos compañeros se tercie para poder pagar sus tres metros cuadrados, que empalman un grado con el siguiente y un máster con el B2 de cualquier idioma porque está la cosa chunga para sobresalir en un mercado laboral en el que se asfixia al emprendedor y se critica al que aspira a sacarse limpiamente unas oposiciones.

De todo ello se libran las listas como Noelia, que echan los dientes en un partido y luego les basta con arrimarse a los buenos, que dijo la madre del Lazarillo, pensando con tanta antelación en las listas, en las fundaciones, en los chiringuitos y en esa clase política a la que solo se pertenece aparentando si vienes de una familia de papá que te permite pasarte la juventud dando saltos de una carrerita a otra, es decir, sin pegar un palo al agua ni falta que te hace porque, total, siempre puedes contar que las terminaste todas, aunque el descubrimiento de tu falsedad provoque que la juventud se desengañe de la cosa pública y acabe dándoles la razón a sus padres cuando le decían aquello de que en política solo se mete el que no tiene dónde meterse. Qué triste. Qué injusto. 

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