Expulsados del verano

El tráfico de la ciudad va arrancando motores y el humor de la gente se agria como todos los septiembres. El año vuelve a levantar el vuelo, pesado como un pájaro de hierro

28 de agosto de 2025 a las 16:52h
Playa de Rota durante este verano. Las temperaturas superarán los 30 grados
Playa de Rota durante este verano. Las temperaturas superarán los 30 grados JUAN CARLOS TORO

Un vendaval del demonio ha empezado a soplar en la playa hasta el punto de no dejar ninguna sombrilla en su sitio. Los escasos bañistas se han salido del agua encogidos como las viejas que entraban a las misas de difuntos, buscando la toallita como aquellas su toca negra a la hora del rosario. Las playas que contaban con tres metros de arena los han terminado perdiendo por la potencia del oleaje contra los altos muros.

El cielo, ceniciento y bajo, se nos ha caído encima de repente, como si el otoño hubiera desembocado por los chiringuitos vacíos, con antiguas manchas de aceite por todas partes. Al encender la tele, la publicidad insiste rabiosa en que compremos ropa de invierno, en la vuelta al cole, en la sustancia esa para dormir a los pequeños como con una varita mágica. Ayer era verano y mañana todo el mundo hablará en pasado de lo bien que lo pasamos. 

La insoportable brevedad del verano se parece a la insoportable levedad del ser ahora que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. El tráfico de la ciudad arranca motores y el humor de la gente se agria como todos los septiembres. El año vuelve a levantar el vuelo, pesado como un pájaro de hierro. Qué lejos quedan aquellos veranos infinitos en que uno los terminaba sin recordar quién era antes, habiendo crecido, cambiado de vida, de pensamiento, de estado civil. 

Eran los veranos de las avispas feroces, de los diablos refulgentes, de las azofaifas pintonas en cartuchos de estraza, de las albercas rebosantes, de los abuelos todavía en este mundo. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma, que dijo Gil de Biedma. La expulsión del Paraíso no necesitó de un manzano ni de una serpiente ni de una pareja de ingenuos novatos. Era esto, y por eso nadie escarmienta en cabeza ajena. 

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