Odiar por interés

Hacen falta "cordones sanitarios" contra lo que nos une, que no es la religión, como algunos de forma farisea quieren utilizar, sino los valores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

15 de agosto de 2025 a las 08:22h
Santiago Abascal, en una aparición pública.
Santiago Abascal, en una aparición pública.

Esa fue la contestación del presidente Pedro Sánchez al líder de Vox, Santiago Abascal. No recuerdo de quién es la cita que decía: "Cuando algo va mal y alguien sonríe es que ha encontrado a quien echarle la culpa". El chivo expiatorio fue durante siglos un judío, especialmente a principios del siglo XX; hoy es el migrante que cruza el río Grande, nuestro Estrecho de Gibraltar o a la isla de Lampedusa. Los migrantes pobres, claro.

Ese discurso está calando, incluso en personas que antes se podían integrar en esa derecha humanista y democrática. Está calando en la gente sin recursos a la que se le ha señalado de forma equivocada, pero interesada, que su enemigo es otro más pobre que él y no el sistema económico que lo desprecia. Está calando entre quien piensa que la migración es sinónimo de delincuencia, cuando basta pasearse por las páginas del Ministerio del Interior para saber que eso no es cierto. Está calando entre las personas sin empleo, convencidos de que estos migrantes vienen a quitarle su puesto de trabajo.

Efectivamente, el mensaje va ganando adeptos, días pasados nos encontramos que según el CIS, Vox lidera ya la intención de voto entre los desempleados, la mitad de los grupos de asalariados más humildes y los que se consideran pobres. Abascal es fiel discípulo de Le Pen, que consiguió que donde se votaba al PCF se girara hacia posiciones al otro extremo del marco político. Y así está pasando en España donde se captan los votos de las personas que antes lo hacían a la izquierda. Quizás porque ese descontento antisistema, que en su día lideró el 11-M y Podemos, se ha desinflado por los personalismos de unos y otros, además de por la presión mediática, judicial y hasta policial de aquellos años. El electorado de izquierda que queda vive descontento a falta de una regeneración democrática, desconcertado por una fragmentación de la izquierda, que resultará fratricida electoralmente.

Desgraciadamente, el Partido Popular, que podría representar una opción moderada de gobernación, ha perdido la paciencia y quiere gobernar sí o sí, y para eso ha optado a una sola carta: unir sus votos a esa extrema derecha, que solo la considera como un hijo malcriado que pronto volverá a la casa común conservadora, cuando esta estrategia ya sabemos que no es así históricamente.

El "abrazo del oso" está haciendo que los sectores más centristas del partido vean con estupor cómo se aprueban en ayuntamientos o comunidades, donde es necesario el apoyo ultra, mociones que jamás se hubieran planteado en otro escenario. Hasta algunos obispos se sonrojan con ello. Otra muestra de esa deriva es la agresividad del PP con las otras fuerzas conservadoras, como vascos o catalanes. Ya pasó el tiempo en que "Aznar hablaba catalán en la intimidad". Ahora se sabe que el PP, con Vox, nunca tendrá el apoyo periférico.

Hacen falta "cordones sanitarios" contra lo que nos une, que no es la religión, como algunos de forma farisea quieren utilizar, sino los valores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas ya en 1948 en París. No sabemos cómo terminará esto. Si el odio y el racismo de la ultraderecha, como la tinta de un calamar, terminarán de llenar de negro un futuro gobierno de la nación, como ocurre en Hungría, Italia, o en Estados Unidos.

Lo más leído