Argentina es un país maravilloso que debía estar entre los más ricos del planeta por sus grandes recursos. Buenos Aires es comparable con las mejores capitales europeas. Su gente arrastra cultura y arte por todas partes. Y no, no entiendo que se merezcan a los políticos que tienen (aunque esto no sea patrimonio exclusivo de los argentinos). Pasando cerca del Congreso, no recuerdo a dónde iba y le pregunté al taxista qué era aquel edificio, indicándome que si iba lo llamara para que me diera una bomba. El nivel de corrupción era tal que algunos decían que "roben, pero que no roben tanto".
Argentina ha pasado en su economía por el famoso corralito, por inflaciones planetarias, por devaluaciones del peso, por añadir ceros y más ceros a su moneda… Compré un libro básico sobre la Historia de Argentina sólo para saber qué era eso del peronismo y les juro que sigo sin saberlo. No entiendo como caben en ese término ideologías tan diferentes, los montoneros, con su guerrilla urbana, o los Kirchner, o la misma Evita que tanto se adora allá. Juan Domingo Perón era un militar que apoyó a Franco, aunque llegara al poder con el apoyo de los sindicatos y las masas populares, y se presentara como un líder nacionalista. No, no entiendo el peronismo.
Y en eso llegó el de la motosierra. Estamos locos, pensé, quién va a votar a este tipo que anda saltando con los ojos desencajados y que parece más un ídolo del rock en los mítines que da. Y ganó, y se hizo presidente y ahora va y la gente lo sigue votando. "De Guatemala a Guatepeor", o "Mejor que lo que había es fácil", son las expresiones que he oído de algunos amigos argentinos. Pero se corta el grifo de lo público en un país con numerosas personas que deambulan por los comedores sociales, un país donde se maquillan los índices de pobreza, la pensión media es de 237,21 euros. Se recortan los servicios públicos en educación y sanidad… Se desmantela la universidad pública. Porque el desprecio a lo público es, en definitiva, el desprecio al bien común, a la solidaridad entre todos. A ello hay que añadir la forma en que Argentina está siendo colonizada por Estados Unidos, y cómo la dignidad de los argentinos puede permitir que les digan desde Washington a quién hay que votar (que si no, le cortarán el grifo de los millones de dólares con que el país se vuelve a endeudar). Ay, ay, no llores por mí…
Obviamente, el pueblo no es como el cliente de una zapatería que siempre tiene razón, se equivoca, claro está. Hitler llegó al poder a través de unas elecciones. Vemos como el pueblo americano, bueno el norteamericano, ha elegido por segunda vez a una persona multimillonaria que considera que su país es suyo…, y el mundo también. Putin es uno de los presidentes de Rusia mejor valorado por sus ciudadanos. Ayuso, a pesar de sus abruptos es, dicen, querida por los madrileños. Y así tantos ejemplos.
A la élite que nos gobierna y manda, no la que elegimos, le sobran los parlamentos y la democracia, le sobran las administraciones públicas. Nos han hecho creer que la política no sirve, que sólo hay corruptos, que para qué votar si están ellos o sus marionetas. Y casi lo han conseguido. Como he dicho en otras ocasiones, el sistema democrático necesita de una pensada y mucho más la socialdemocracia europea, que va despistada, dando tumbos, tambaleada por el vendaval ultraderechista.


