La mayoría de los españoles, toman sus vacaciones en el mes en el que más calor hace, en el que más gente hay en la playa y… en el que pueden. Pero la realidad es que agosto se ha vuelto insoportable en el año con la ola de calor más prolongada que hemos conocido, ni siquiera en los destinos norteños españoles, como Cantabria o Asturias, se han librado de los fatídicos cuarenta grados.
Por eso, hoy, en esta columna, hablaremos del turismo, de los viajes, de lo que nos motiva movernos en vacaciones. Y partamos de que ya no son lo que eran. Hoy el lujo es viajar cuando otros no lo hacen, como ese viajero sin una derrota, sin un rumbo claro, sin corazas, sin miedo a involucrarse en otros mundos a costa de perder su propia identidad, en el sentido que así describía Bowles a la pareja neoyorquina de los Moresby, perdidos en aquel desierto del Sahara. Pero ese viajero errante (ya lo sé), no existe en el mundo de la globalización, donde la mecanización devora el espacio y el tiempo (Proust dixit). La realidad, en estos días, es muy distinta a la de aquellos curiosos aristócratas de los siglos XVIII y XIX que recorrían medio mundo; nos guste o no, hoy todos somos más turistas que viajeros, nos conformamos simplemente con las nuevas sensaciones de los lugares visitados en nuestros particulares periplos (palabra griega, por cierto), siempre buscando, antes o después, volver.
Hoy nos encontramos con un turista que se desplaza (que no viaja), para decir que "estuvo ahí". Ve las obras de arte de un museo a través del visor de la cámara de fotos del teléfono móvil, sigue el itinerario que le marca la guía y va siguiendo el recorrido del tour con innumerables personas con las que no tiene ninguna relación afectiva. Se viaja para enseñar las fotografías en las redes. Ya en todas las ciudades, incluso en Cádiz, hay lugares señalizados para que te hagas la foto precisa, la que va a tener más likes. Hace unos meses, estuve en una ciudad italiana, Ostuni, donde en un muro con una puerta, muy bonita la puerta eso sí, pero nada más, había una cola de turistas esperando hacerse una foto porque era un punto instagramer recomendado en todas los blogs.
Si pudiera dar un consejo, es que evitemos, por poner un caso, el típico resort turístico de lugares como Varadero o Punta Cana, dos ejemplos muy populares, donde vives totalmente aislado de la gente real. Procura no hacer esos viajes donde visitas, por decirlo de alguna manera, no sé cuántos países, para decir que has estado, pero que en definitiva has perdido todo el tiempo subiendo y bajando maletas del autobús. Programa tu vida, que no te lo programen. Elige tú los sitios que quieres ver: mézclate con la gente. Intenta ir a los restaurantes donde comen los del lugar. No siempre es fácil, pero conviene alejarse de los circuitos típicos, de los "Venecia", de aquellos lugares "que no te puedes perder", porque sí, sí te lo puedes perder, merecerá más la pena ese bar cutre donde encontrarás la esencia de ese pueblo.
También hay imprevistos, claro está, ahí está la parte viajera, no sólo la señora Moresby tuvo sus sorpresas, ni tampoco Ulises fue el único tentado por las sirenas para no volver a su destino. Puede parecer un juego de palabras, pero aprovechemos el turismo para viajar. Ahora sólo queda esperar otros once meses para que vuelva a ser… ¡agosto!


