Del viaje al centro a la defensa de la democracia

Es bueno que haya nitidez. Es bueno que los ciudadanos, cuando vamos a votar, tengamos claro por donde pueden ir los tiros de la gestión de los distintos actores

Una imagen de elecciones en una imagen de archivo.
26 de octubre de 2025 a las 09:31h

Hasta hace relativamente bien poco existía una especie de axioma incontrovertible que decía que ganaba las elecciones en un espacio democrático normalizado –pongamos España o cualquier otro Estado de tradición democrática– quien ocupaba y recababa el apoyo por el centro. Cada opción política –hablamos del espectro de la izquierda socialdemócrata y el de los conservadores o liberales– en cada campaña se dedicaba a buscar ese granero de votos moderado, de clase media, poco ideologizado y poco dado a los cambios muy profundos o a las fórmulas radicales.

De hecho el PSOE se consideraba así mismo como de centro izquierda y el Partido Popular tenía un mantra cotidiano que se resumía en su viaje al centro –ellos hablaban de ese viaje consciente de su pecado original de ser creados por ministros franquistas como opción netamente de derechas–. Tanto en el PSOE como en el Partido Popular trataron de hacerse atractivos al centro político a base de políticas, sobre todo las económicas, poco arriesgadas, que cuando las aplicaban los socialistas les suponían las críticas de la izquierda por su metamorfosis y su indiferenciación con las que proponía el Partido Popular. Los socialistas tuvieron en Felipe González y en los equipos que dirigieron sus políticas económicas –Boyer, Solchaga...– líderes apropiados para ese “viaje” al centro, compatibilizando en el Partido una militancia escorada a la izquierda con una acción gubernamental con agendas no tan “socialistas”.

En el Partido Popular, sin embargo, los encargados de esos viajes al centro, no eran tan claramente partidarios de hacer evidente ese periplo: Aznar, pese a que también repetía lo del “viaje al centro”, no creía en ello, era fundamentalmente un conservador duro, muy de derechas que, por el contrario, no tuvo más remedio que introducir en algunas políticas sesgos menos identificados con su ideario fundacional. Podemos decir que el famoso viaje tenía tantos vericuetos, atajos que no eran tales y tanta cantidad de impostura, que nunca llegaron al destino.

No obstante, sí se puede decir que hubo algunas cuestiones donde sí trataron de imponer un estilo que ellos consideraban muy “centrado”: las formas. Sí, las formas. Aunque fuera todo, como decimos en Andalucía, un falserío, lo cierto es que, independientemente de la eficacia de esas políticas casi de pactado respeto y pactada huida de elementos muy diferenciales, podemos decir que la política española navego en un espejismo de consenso como de máximo común denominador: aquello que molestara sobremanera al contrario, ni se nombraba.

Hoy la cosa ha cambiado: En el PSOE, definitivamente, han optado por desprenderse de aquellas taras y complejos que les hacían ser poco identificables con la izquierda y, se puede decir que, ahora sí, se están aplicando políticas socialdemácratas clásicas. Por su parte, el Partido Popular ha decidido dejarse de bromas con lo de la excursión al centro y, de acuerdo con una militancia más a la derecha, hacer lo que quieren hacer: ideología, y ya se sabe que el centro no es una ideología, es meramente un espacio de políticas mezcladas, de fórmulas que se ponen en marcha para atraer un puñado de votos y poco más –según dicen ellos–.

En esto tiene la responsabilidad el fenómeno, tanto a la izquierda del PSOE como a la derecha del PP, de creación de opciones políticas que son capaces –por lo que sea– de conectar con espacios y políticas más nítidas de ese espectro político. El resultado, desde mi punto de vista, ha sido positivo en cuanto que la acción política del PSOE, con la necesidad de apoyo desde su izquierda, han posibilitado la puesta en marcha de políticas más en consonancia con lo que dicen defender. En relación con el Partido Popular, la escisión que supuso la aparición de VOX les ha llevado a pensar que recuperar a toda esa gente no se puede hacer si no se hacen políticas para ellos y, de esta manera, la mimetización con los postulados del partido de extrema derecha ha sido una decisión política consciente y, posiblemente equivocada porque, a diferencia del PSOE, el PP lo que hace es asumir los discursos de la ultraderecha, mientras que los socialistas lo que hacen es asumir el complemento de opciones a su izquierda.

Es bueno que haya nitidez. Es bueno que los ciudadanos, cuando vamos a votar, tengamos claro por donde pueden ir los tiros de la gestión de los distintos actores.

Evidentemente, son muchas las circunstancias que hacen que ahora no parezca interesante el acercarse al centro político. La polarización que, fundamentalmente viene determinada por la pérdida del anonimato –y de la vergüenza– en los sectores de ultraderecha: envalentonada, nazi, filo fascista y antidemocrática, hoy por hoy, no es más que una elección entre democracia o autocracia –o democracia iliberal, que es como la conceptualiza Victor Orbán, el Húngaro–, por tanto, sin necesitar mucho esfuerzo, sin que, como digo, parezca de interés buscar el centro, la opción progresista se ha convertido, por abandono del rival, en la opción de izquierda, en la opción de centro e incluso en la liberal. El PSOE si sigue jugando bien sus bazas podrá tener el voto mayoritario de los demócratas de este país. El PP, por su parte, sigue en su viaje, pero en su viaje a ninguna parte que no es otra cosa que al autoritarismo y a una posición subalterna a la ultraderecha de este país. Ejemplos hay: Estados Unidos, Argentina, Italia… tremendo.