Vacunas contra la desigualdad

Tenemos que felicitarnos de que epidemias como la del coronavirus no llegue a nuestro país y que nuestro sistema sea capaz de minimizar efectos

Una vacunación, en una imagen de archivo.
Una vacunación, en una imagen de archivo.

Lo que no mata, engorda. La sabiduría popular puesta al servicio de nuestros apolíneas figuras. Y lo cierto es que algo de razón lleva ese dicho, y bien sabe dios que no soy sospechoso de dejarme llevar por sortilegios ni extravagancias hechas tradición. Hace más de un mes que apareció en la lejana China un virus (que supongo que seguirán, como me enseñaron en el colegio, siendo unos seres vivos que no son animales ni vegetales, son virus) que ha matado ya a unas setecientas personas e infectado a varias decenas de miles en todo el mundo, especialmente en aquel país. Aquí, de momento, no ha trascendido que haya fallecido alguien a cuenta del bicho llamado coronavirus y las autoridades sanitarias salen casi a diario en televisión ufanándose de que eso sea así. Y que siga siéndolo.

Según trato de entender a aquellos expertos que salen en todas las cadenas de televisión, la peculiaridad de los virus es su capacidad de mutación y por tanto de cogernos por sorpresa sin vacuna. Pasa cada año con la gripe común cuyas vacunas son producto del estudio de las cepas que en el invierno austral se dan en aquellas zonas. Estas vacunas pueden protegernos más o menos –de hecho yo me vacuno todos los años y éste concretamente he pillado un trancazo que si no es gripe tiene toda la pinta que intentaba serlo- pero son eficaces en porcentajes muy importantes. Salvan vidas. Ahora mismo estarán en todo el mundo buscando un remedio contra el famoso coronavirus, una vacuna que lo mate y que nos inmunice contra ese mal. Me imagino que los grandes holdings de investigación privada, las grandes farmacéuticas estarán en una carrera desesperada para llegar primero a la meta que es ser el primer laboratorio, la primera multinacional o lo que sea en conseguir el remedio. Nuestra salud, en éste caso como en todos, va en ello…y nuestros dineros también que son los que ellos ganarán.

A lo largo de la historia las epidemias por virus, bacterias etc. han sido muchas y algunas de una mortalidad tal que diezmaron a la población mundial en porcentajes inauditos: la gripe española, la peste bubónica, la fiebre amarilla, la viruela…hoy es más complicado, siempre la investigación consigue remedio para los males cíclicos que de vez en cuando nos menean. Ya incluso el cáncer, algunos tipos y por supuesto en función de toda una serie de variables, va convirtiéndose y terminará por ser una enfermedad cronificada pero no mortal. Ya hay terapias disponibles para ello y avances en algunos frentes que son considerados fundamentales como la inmunoterapia… no entro en profundidades porque mi conocimiento de medicina tiende a cero, pero si quiero resaltar que esa labor investigadora es fundamental para aumentar la calidad de vida de la gente llegando a los lugares donde por carecer de medios o de cultura de salud, la propagación o extensión de estas enfermedades golpea duro a la población. Lógicamente esto ocurre en los países menos desarrollados o en los que las desigualdades son más profundas. El ébola, el SARS, el coronavirus... surgen o tienen un desarrollo más dañino en África, Asia…ellos mueren mientras que aquí en el primer mundo nuestra esperanza de vida está en torno a los 80 años e incluso en España más.

El cambio fundamental en nuestro país para conseguir un aumento de nuestra salud tiene mucho que ver con la llegada de la libertad, con la declaración legal de la universalización del sistema sanitario, público y gratuito. Tiene que ver con la seguridad social, con la formación de los profesionales de la salud. Tiene que ver con nuestra entrada en la Unión Europea. Es decir, tiene que ver con el aumento de nuestras cuotas de igualdad y libertad. Por ello es imprescindible, nos va la vida en eso nunca mejor dicho, que defendamos con todas nuestras fuerzas el mantenimiento del sistema público de salud. Y la mejor defensa es su fortalecimiento y actualización.

No puede ser que a estas alturas, y conocido el mapa de fallecimientos en España en los últimos 30 años, los predoctores de esperanza de vida, o de curación de enfermedades sea la renta disponible, el poder adquisitivo y por tanto que la salud siga dependiendo de si somos pobres o ricos también en España. Eso no puede ser. Tenemos que felicitarnos de que epidemias como la del coronavirus no llegue a nuestro país y que nuestro sistema sea capaz de minimizar efectos, pero desde luego mientras un persona, pongamos un niño o una niña andaluza, pongamos de Cádiz, Jerez, Sevilla… siga estando más expuesto a enfermedades por mera cuestión económica, no podemos parar.

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