¡Tus muertos! ... y los míos

La muerte, dignificada con construcciones que en épocas pasadas fueron realizadas con el fin de permanecer por toda la eternidad, hoy día están en desuso

Última fase de los trabajos realizados en el cementerio de San José de Cádiz.
Última fase de los trabajos realizados en el cementerio de San José de Cádiz. MANU GARCÍA

Leyendo ayer me sorprendía un reportaje en un periódico local en la que se nos informaba sobre los trabajos que se realizan en el antiguo cementerio de Cádiz. Nos comentan que aún quedan más de 90.000 personas allí enterradas. Realmente, me imagino que la sorpresa no será solo mía y que muchos pensarían, como yo, que allí quedaban unos cuantos restos y todo por hacer para reconvertir ese espacio en un lugar de esparcimiento de la ciudadanía. El cementerio, que dio servicio a Cádiz desde el año 1800 hasta 1992, va a ser un gran parque urbano, zona de juegos infantiles y, seguramente, algo de equipamiento cultural. Dicen. Bienvenido el anuncio del Alcalde de ir ultimando los trabajos de desalojo de los enterrados para, de una vez por todas, dar paso a ese equipamiento de ocio para la ciudad. Ya es conocido por todos que en esta ciudad una cosa son los anuncios y otra la realidad. Es sabido que los tiempos -será por la idiosincrasia de la zona, el levante, que sé yo- se dilatan hasta la exasperación. Tenemos un dicho “vas a tardar más que la obra de la Catedral”. Cualquier magna obra, con excepciones, claro, es una cuestión casi generacional, fíjense que el cierre del cementerio fue en 1992 y estamos en 2024. 

Hay lugares donde por las características del propio camposanto son estos merecedores de su conservación; los hay y muy bonitos, independientemente que, a mí, por lo que sea, no me hacen gracias sin discutir su valor sentimental o arquitectónico. La muerte, dignificada con construcciones que en épocas pasadas fueron realizadas con el fin de permanecer por toda la eternidad, hoy día están en desuso, las incineraciones priman. No tengo datos, ni los voy a buscar, pero estoy casi seguro, que la mayoría de los cadáveres no son enterrados y sí achicharraditas en esos hornos crematorios. El tratamiento de la muerte hoy día es distinto, solo permanece, permítanme esta casi desagradable digresión, lo obvio, lo imprescindible, que hay un muerto y, como decía mi madre: «menos mal que nos morimos todos porque los famosos y los ricos ya tienen bastante con lo que tienen», es decir, nadie se libra de que la parca llegue; la cosa está en que llegue lo más tarde posible y que, en caso de necesidad, alguien te eche una mano para seguir en esta absurda, pero divina vida que tenemos, más que nada porque no tenemos otra cosa ni otra esperanza -los que crean en la resurrección, pues que se aligeren-. Resulta, por tanto, como muy evidente, poco innovador, que la Presidenta de Madrid, Ayuso -fuente inagotable para mis artículos- diga que los ancianos a los que impidió su tratamiento en hospitales y dejó morir en las residencias de ancianos de Madrid durante la pandemia, eran carne de cañón, que se iban a morir de todas formas. Poco innovador ya digo. Tiene razón, no hay nada más indiscutible que pronosticar el fallecimiento de una persona porque, como redundo en informar: de la muerte no se libra nadie. O como dice el famoso meme de Julio Iglesias: «Vamos a morir todos». Solo una pega, cuando alguien decide el momento en que debe morir otra persona, y persevera en que se cumpla su pronóstico, estamos hablando o de asesinato o algo por el estilo. No sé, será algo por el estilo.

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