Manifestación contra la guerra de Ucrania en Madrid. Artículo de opinión escrito por Juan Bouza titulado 'El precio de la equidistancia'.
Manifestación contra la guerra de Ucrania en Madrid. Artículo de opinión escrito por Juan Bouza titulado 'El precio de la equidistancia'.

Fue un grave error. 1936, el golpe de Estado protagonizado por militares comandados, entre otros, por Franco desde la noche del 17 de julio, es analizado por las potencias democráticas, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos que, después de algunos amagos, fintas y dudas, fundamentalmente por parte del gobierno izquierdista de Francia, deciden negar el apoyo al gobierno republicano legítimamente elegido por el pueblo español. Fue el pacto de la no intervención

Fue un grave error, y lo pagaron los hombres y mujeres de España, lo pagaron la democracia, la libertad, los derechos humanos, metiendo a España en la miseria económica y moral, abandonaron a su suerte a millones de personas que, no obstante, lucharon durante tres años en una guerra desigual, desde la dignidad por mantener aquello de lo que disfrutaban en esas potencias: libertad y democracia.

En Francia había un gobierno que podemos considerar homólogo al español, incluso tenía la misma denominación electoral, como coalición, que la que aquí triunfó en las elecciones del 16 de febrero y 1 de marzo del 36: Frente Popular. En Francia, León Blum, un socialista, que si bien en un primer momento estuvo dispuesto para ayudar a nuestra democracia, la presión interna, un fuerte discurso pacifista instalado en el país desde el final de la Gran Guerra, un seguidismo indisimulado de las decisiones que se tomaban en Londres y, lamentablemente, una ingenuo análisis sobre lo que suponía el gobierno de Partido Nazi en Alemania desde 1933, y el fascismo de Mussolini desde 1922, cambió de posición acuñando, junto con Gran Bretaña, el concepto de “no intervención”, cuya consecuencia más directa sobre la República española fue el bloqueo marítimo en nuestra costa norte que impedía surtir del necesario armamento para defenderse de la agresión fascista de los Franco, Mola, Varela…

Esa decisión francesa, tomada el 25 de julio, fue letal, y por el contrario, Hitler y Mussolini decidieron al unísono apoyar con todo: económicamente, con armamento y hombres a los sublevados después de una temprana reunión en una ciudad alemana con sicarios españoles enviados por los generales golpistas. Solo Rusia, de manera escasa y a cambio de determinadas prebendas y precio impresentable, prestó ayuda a la República. Estados Unidos por su parte, independientemente de la posición favorable a la ayuda por parte de Roosevelt, los lobbies de poder impidieron esa ayuda, amparándose en una equivocada teoría de que apoyar a la República era apoyar a la Stalinización de España, un desgraciado y erróneo argumento utilizado también por Gran Bretaña.

Esos errores, como se verá solo tres años más tarde, costó no solo la democracia española, si no que fue la antesala a la segunda guerra mundial, tras una equivocada y desastrosa política de apaciguamiento con respecto al Reich alemán, permitiéndose la anexión de Austria, la invasión de zonas de Checoslovaquia, y en definitiva no hacer frente a lo que era clamoroso y evidente.

No voy a jugar a historiador porque no lo soy, y todo lo anterior es bien conocido. No voy a jugar a profeta, que evidentemente tampoco es el caso, es el devenir de estos días convulsos los que me permiten una reflexión, la cual hemos podido tener la fortuna de escuchar también por algún diputado en el Congreso hace unos días: ¿Podemos permitirnos jugar a la neutralidad? ¿Podemos permitirnos mirar para otro lado mientras masacran, mediante una invasión intolerable, a un país europeo?

En 1936 también miraron para otro lado, se conformaron, también, con gritar “no a la guerra”. Nos dejaron solos y aunque la guerra duró tres años, las consecuencias fueron terribles. Varios años después de esa inexplicable inacción de las grandes potencias, el que en ese momento era el Ministro francés de Educación, el socialista Jean Zay dijo: “Una pequeña intervención hubiera sido suficiente para que el Gobierno de Madrid y la República Española ahogara el brote de la rebelión”. Ya era tarde, y Paris estaba en manos de los nazis.

La única violencia, en el formato de guerra, que pudiera ser legítima es aquella que se produce como respuesta a una agresión externa no provocada y con objetivos ilegales. Y no vale defender a Rusia, a sus oligarcas, a su lider, a su gobierno, con ese infantilismo de pensar que el solo hecho de que no son de la OTAN es razón suficiente para estar al lado de un sátrapa como Putin. Tremendo. Y tampoco puede ser una justificación, cosa que se está haciendo desde algunos sectores de la izquierda española, el decir que los ucranios son nazis. Decir eso es un insulto a la inteligencia. Ni todos los vascos son etarras, ni todos los catalanes independentistas. Ni los españoles somos fascistas por tener a un grupo de ellos en el Congreso de Diputados. Hasta Suiza, incluso Alemania, han roto su tradicional neutralidad o negativa a implicarse militarmente en conflictos internacionales.

Apoyar el mundo libre hoy es, sin lugar a dudas, apoyar la resistencia del valeroso pueblo ucraniano, lo demás son pobres disgresiones falsamente ideológicas de tipo caviar que solo aportan palabrería ineficaz, porque entonces ¿Qué tendrían que hacer los ucranios hoy? no mañana, hoy ¿no defenderse? ¿Tendrían que responder a los misiles con carteles de "OTAN no" y "no a la guerra" mientras los matan?

En España, los ciudadanos y ciudadanas que creían en la libertad y la democracia, pelearon con uñas y dientes en el 36. Son nuestro orgullo, nuestra memoria.

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