Nostalgia

Mi angustia es sin objeto pero mi arrepentimiento es claro y definitivo, apartarlo de mi cabeza es tan inútil como no reconocerlo

Un hombre, pescando en una playa de Rota.
Un hombre, pescando en una playa de Rota. MANU GARCÍA

No me hagas caso. Mis consejos son –como decía Mary Schmidt en su Sunscreen– "una forma de nostalgia. Dar consejos es una forma de sacar el pasado del bidón de la basura. Limpiarlo, ocultar las partes feas y reciclarlo, dándole más valor del que tiene". No voy a blanquearte la vida, lo que no vale, por más que lo adecente, sólo servirá para hacer más evidente que somos un compendio de errores concatenados. Tener nostalgia de los errores tiene que ser en bruto, sin edulcorar, lo que te hizo daño, te hizo daño, lo que te procuró infelicidad, no tiene lectura agradable. La nostalgia de lo malo solo te sirve para poder tener nostalgia de lo bien vivido, y no es poco.

Cuando te das cuenta de que tienes un relato –todos tenemos una buena historia de vida que contar– amplio, un guion que convencería a cualquier productor avezado para triunfar con una superproducción cinematográfica, seguramente esa narración estará salpicada de la nostalgia, de lo que fue y de lo que pudo ser y no fue, que más que nostalgia es frustración, que más que real está basada en el rescoldo que nos dejó, matizada, deformada –para lo bueno, para lo malo– con la narrativa basada en algo tan injusto para con nosotros mismos como es el balance  ¿para qué hacer balance? ¿cual es el objetivo de situarte ante la disyuntiva de un arqueo como si te convirtieras en el dios de los católicos en el juicio final? Yo prefiero tener nostalgia sin hacer balance.

La nostalgia tiene, para que sea sana, dos posibilidades, la de el recuerdo amable y gozoso de lo que fue y nos produjo ese instante feliz, esa plenitud que posiblemente, en el momento en que se produjo, no se tuvo en conciencia –la nostalgia es el elemento que eleva el placer– y por otro, y con una intensidad fuera de duda, la nostalgia que produce de manera exacerbada aquello que no existió pero que deseábamos con todas nuestras fuerzas: una amor que no fue correspondido, ese viaje truncado...la nostalgia puede no tener un objeto, una emoción vivida, al igual que la angustia es el miedo sin objeto, la nostalgia se nos presenta como ese agridulce recuerdo de lo que no fue.

Mi nostalgia vivida quiero que sea escasa, pequeña, de pequeñas sensaciones, como la de tener dos niñas muy pequeñitas recién lavadas junto a mi cuerpo. La cara de hermanos, hermanas, padre y madre sanos, haciendo ruido, riendo mientras yo juego con pequeños héroes de plástico. Mi angustia es sin objeto pero mi arrepentimiento es claro y definitivo, apartarlo de mi cabeza es tan inútil como no reconocerlo. La nostalgia no entiende de vidas improbables.

Y mirarme, y verme ya despojado de mí mismo y estar tranquilo, mi relato es como el tuyo, la nostalgia es como la tuya por eso te echo de menos, por eso me echo de menos. Salir de mí y contar como lo contaba Juan Ramón Jiménez:

Yo no soy yo.

Soy este

que va a mi lado sin yo

verlo,

que, a veces, voy a ver,

y que, a veces olvido. 

El que calla, sereno, 

cuando hablo, 

el que perdona, dulce,

cuando odio, 

el que pasea por donde no

estoy,

el que quedará en pie

cuando yo muera...

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