Imagen proporcionada por el PP, en 2018, sobre la bandera de España que se prometió para la plaza del Caballo.
Imagen proporcionada por el PP, en 2018, sobre la bandera de España que se prometió para la plaza del Caballo.

El próximo lunes, doce de octubre ―mañana, si cogemos como referencia cuando sale este artículo a la luz― es, una vez más, el día nacional de España y, por tanto, es el día que festejamos la afirmación como Estado soberano, su existencia, y asío cada español, el que así se sienta, podrá mañana mismo hacer votos por un mejor futuro de todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas que componemos este país.

Ser español no es una obligación ―no debe serlo―, por lo menos en cuantos a los sentimientos, lo identitario, otra cosa es la obligación que tenemos todos los que vivimos en este país de cumplir con las leyes y con las normas de convivencia  de las que nos dotamos ―siempre y cuando tengan una legitimidad democrática―, sean cuales sean tus querencias en cuanto al sentimiento de pertenencia. El hecho de que sea doce de octubre es controvertido para mucha gente que opina que no es la fecha más adecuada por el supuesto agravio que se comete con los pueblos latinoamericanos, y porque su significado histórico no es algo de lo que haya que sentirse orgulloso. No creo que, en principio, se cometa ningún agravio, en cualquier caso es la fecha histórica de una gesta importante (para el líder de la oposición española es la más importante de la historia de la humanidad. Cosas suyas). A mí, particularmente, me gustaría que la fecha fuese el diecinueve de marzo por aquello que ese día se promulgo la primera Constitución en España, y se hizo en Cádiz. Pero es cuestión de gustos, insisto. Lo importante, lo mollar, es que el doce de octubre. sin tener que hacer nada especial ―a mí me horroriza el desfile militar con cabra y todo―, podemos, los que nos sentimos españoles (que otra cosa es “ser” español, que eso es una cuestión burocrática), celebrar nuestra existencia, nuestra historia, con sus luces y con sus sombras.

Yo soy más de celebrar lo que tiene que ver con las personas que con los símbolos. Los símbolos son sustitutivos del original, no son el original, es una representación simbólica. La bandera, el himno, el escudo…son símbolos, los podemos cambiar porque no son el objeto, son sustitutivos, y aunque lógicamente cada uno de ellos necesita de un consenso ―me refiero no al consenso político sino al sentimental, la aceptación per se― no son inmutables, no vienen determinados por ninguna mano divina ni nada por el estilo. Hay personas, grupos políticos, que determinan el sentir patrio como un conjunto de simbología y de relatos que tienen más que ver con lo mítico que con lo real. Es un llenarse la boca de la palabra España pero si rascas un poco, en definitiva, de lo que están hablando es de su España, la de ellos, un país excluyente donde el uniformismo y lo simbólico esté por encima de valores mucho más humanos, democráticos y porque no decirlo: decentes.

Mañana, por tanto, es la fiesta común de los que nos sentimos españoles, y sucederá que escucharemos proclamas sobre el orgullo de ser español y todas esas cosas que se suelen hacer. A mi, permítanmelo, no me pidan que vaya diciendo cada dos por tres, ni siquiera el día de la fiesta nacional, que estoy orgulloso de ser español, simplemente lo soy, soy español, y eso conlleva cierto sentimiento de orgullo que no hace falta ir pregonando, entre otras cosas porque ser español, si hablamos de nacidos en España, es una casualidad, podría haber nacido en Honolulu y estaría igual de orgulloso. Más valor tienen aquellos que habiendo nacido lejos de nuestras fronteras llegan aquí buscando una vida mejor, un país que les respete sus derechos ―que no es poco―. En este caso yo me siento orgulloso de ellos y de la capacidad que tengamos aquí de acogerlos y respetarlos. Ellos hacen mejor a mi país.

Mañana será un nuevo día nacional donde se nos notifique, una vez más, las bondades de España, lo estupendo que somos, lo maravilloso de nuestro clima, la historia espléndida ¿?,…y se oirá el himno, veremos la bandera…y todo será una pose, cuando la ralidad es otra bien distinta. España, hoy por hoy, es un estado de alarma, o mejor, a mí me alarma el Estado. No es soportable tener todos los días que asistir al despropósito de algunos políticos empeñados en darnos una imagen de este país que poco tiene que ver con las aspiraciones de los ciudadanos. Desespera que haya quien diga que no merece la pena confinar al cien por cien de la población para salvar al uno por ciento enfermo; que se diga y no pase nada. Quienes por un puñado de votos son capaces de poner en riesgo la vida de los ciudadanos. Hipócritas. Da mucho asco. Pero eso sí, el lunes veremos a esos mismos con mascarillas y caretas, los veremos besando apasionadamente la bandera, llorando de emoción como magdalenas con el himno, dándole besitos a las fotografías del rey…harán todo eso, pero ellos no son España, son españoles pero no son España, y por mucho que tengan bien atadas sus complicidades en determinados estamentos del propio Estado, no podrán criminalizar las ideas, podrán hundir la vida de gentes, pero las ideas seguirán ahí. En esto recuerdo a Antonio Machado cuando decía: “En España lo mejor es el pueblo. Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva”. No hay más preguntas señoria.

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