Derrota tras derrota hasta la victoria final

El sentido de la vida lo tenemos que encontrar fuera de nosotros, en la propia vida, no en nosotros mismos en nuestra mente, eso es cerrarse a lo de fuera

. La playa de La Caleta, en Cádiz, en una imagen de archivo.
. La playa de La Caleta, en Cádiz, en una imagen de archivo. MANU GARCÍA

No es fácil asumir las derrotas. Por más que la vida es esa concatenación de éxitos y fracasos, no tenemos la preparación psicológica para gestionar emocionalmente los avatares negativos que sin duda vamos a padecer. Supongo que los cristianos lo llevan con otra carita, eso de que estamos de paso, que hemos venido para sufrir, que hay que sacrificar nuestra vida presente porque nos espera algo bueno en “otra vida”, eso lo hace todo distinto: “…en este valle de lágrimas” que dicen.

Pero vamos, lo normal es que intentemos enfrentarnos a lo negativo, nada de indefensión aprendida, nada de lutos inútiles. Pero no tenemos la preparación, no tenemos ese libro de instrucciones para desastres, no lo tenemos. Creemos que las cosas van a suceder como la lógica −llamamos lógica a nuestros deseos− dicta. Creemos que eso de la suerte depende de rachas y que un “aura” una “energía” −los crédulos en estas cosas hablan de algo tan insólito como energía positiva− que por arte de magia nos va a librar de todo mal. 

Salir victoriosos de los distintos embates a los que necesariamente nos sometemos no es cuestión de suerte, por más que le echemos la culpa de casi todas nuestras derrotas. La derrota forma parte de la vida, es una de las caras de la moneda, aprender a vivir en la derrota posiblemente sea lo más adecuado para llegar a la victoria. No se trata de ser un iluso. El joven estudiante que se empeña en ser Ingeniero pero que después de procrastinar durante ocho años llega a la conclusión de que, evidentemente, algo falla. Podría ser que le echara la responsabilidad a situaciones externas, o a los profesores, o a aquella mala suerte en esos exámenes en los que precisamente pusieron las partes que había decidido no estudiar porque pensaban que no caerían, o la falta de tiempo libre, incluso siendo un artista de los números y del estudio en general, considerarse que no es “su carrera”. Verán, no soy yo de los que piensan que todo lo que quieras en la vida lo puedes conseguir.

Eso de la cultura del esfuerzo, eso que se ha puesto de moda decir, sobre todo por los futbolistas −ya saben, esa gente tan, por lo general, culta y bien hablada− de “hay que creer”, como si sacar una carrera, o algo más mundano como es encontrar pareja sea algo tan metafísico. ¡Creer! O eso que dicen los ricos de que si te esfuerzas consigues todo lo que te propones, pero si rascas un poquito te lo dicen personas que tuvieron sus herencias, sus enchufes, sus inconfesables mierdas que les garantizaron lo contrario a lo que pregonan: vivir sin esforzarse. ¿Y el estudiante? Pues claro que se tiene que esforzar, pero tiene que asumir que no todo será su esfuerzo, ni siquiera le bastará con estudiar ocho horas diarias si después en el examen no es capaz de rendir lo que sería necesario. 

Ante la adversidad tenemos que ser menos egoístas, buscar la felicidad en nuestra victoria es tener en cuenta que posiblemente nos llegará después de muchas derrotas. El sentido de la vida lo tenemos que encontrar fuera de nosotros, en la propia vida, no en nosotros mismos en nuestra mente, eso es cerrarse a lo de fuera, creernos el centro del universo cuando solo somos uno más. 

La adversidad llega y, como decía Santiago Álvarez de Mon, tenemos que estar preparados para afrontarla por más que sepamos del sufrimiento que nos provoca. Como el enfermo de cáncer que en la adversidad de su terrible enfermedad, ve con esperanza como le ponen un tratamiento, pudiera ser la quimioterapia, que le provoca mucho sufrimiento, mucho dolor, pero sabe que afrontando esa situación puede estar más cerca de la victoria. No perder la ilusión, arrimarse a ella en el peor momento. En frase de H.W. Arnold “la peor derrota de una persona es cuando pierde su entusiasmo”. Por eso, aunque a veces cuesta, aunque el dolor te aflige y te afloja, no bajaremos la guardia, seguir con entusiasmo en la brega diaria. Ilusión, entusiasmo, alegría y, al final, después de tantas derrotas algún día, cuando sea, incluso cuando sea demasiado tarde, llegará nuestra victoria. Así será.

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