Como Penélope

Eso de deshacer lo realizado, algo tan antiguo como nos cuentan en La Odisea, sigue siendo vicio humano

Una actuación en el Teatro Romano de Mérida en una fotografía de archivo.
Una actuación en el Teatro Romano de Mérida en una fotografía de archivo.

Aprovechando que estos días me encuentro en Mérida asistiendo, un año mas, al festival de teatro, compruebo que en la obra que hoy voy a presenciar en este maravilloso recinto, un paralelismo con la situación actual que vivimos fruto de la pandemia y, por tanto, de todo este mundo nuevo que se nos ha presentado como de improviso a nuestros ojos. La pieza teatral en cuestión es Penélope, la casta mujer del rey de Ítaca que Homero nos describió en toda esplendorosa magnitud en La Odisea.

El caso es que Penélope me ha traído, como de rondón, a mi estropeada cabeza, un ejemplo o una versión antigua de situaciones presentes, y es que no hay nada mas humano que destejer por la noche lo que vas tejiendo por el día. Esa especie de sábana o jersey, para Laertes, era confeccionado con todo el cariño por nuestra heroína, a sabiendas de que cuando lo terminara era muy posible que fuera objeto de la depravación de los hombres que deseaban su cuerpo y su posición, así que, con mucho cariño, pero con más instinto de supervivencia, Penélope, que de tonta no tenia ni uno de muchos pelos, procuró no terminar el chalequito del suegro, y así -hasta que la delataron- se mofó de los malos.

Esto de hacer y deshacer lo realizado es siempre actualidad, quitándole todo el tema moralista, o lo que tiene que ver con los afectos en la historia que nos relata, y por tanto, traído a las situaciones dadas en estos últimos meses, en este catastrófico año, es de una contumacia que asusta, tanto en las actitudes individuales como en las colectivas. No me dirán que no es paradójico que estuviéramos tres meses confinados en casa para evitar contagios, doblar la curva -que era expresión utilizada-, tiempos de héroes, aplausos y también de muertos y gran dolor, y ahora, solo unas semanas después, medio nos riamos del virus, no hagamos caso de las medidas preventivas y seamos capaces hasta de comprobar, con estrepitoso asombro, que entre nosotros, hay un porcentaje, no pequeño, que cree que esto del virus es una trola, y que ni las mascarillas hacen nada, porque nada tienen que hacer, y su como decían en una manifestación en Madrid el otro día, y como los “españoles de verdad”, nos recuerdan cada día, esto es un contubernio social comunista que quiere imponer un régimen tiránico, ateo y yo que sé la de cosas. Incluso hay jueces que se rebelan ante el “flagrante atentado contra los derechos fundamentales” como es prohibir fumar en determinados sitios y situaciones.

Dicho todo lo anterior, dentro de pocas horas entraré en el Teatro Romano de Mérida a deleitarme con la versión que nos van a representar sobre Penélope, acordándome, como no, que eso de deshacer lo realizado, algo tan antiguo como nos cuentan en La Odisea, sigue siendo vicio humano, y que por más que lo intentemos negar con la razón, siempre habrá, y en este pandemia con fruición, un montón de gente que se empeña en destejer lo que con paciencia y mucho sufrimiento hemos ido tejiendo. Así nos va.

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