Marisol, Pepa Flores, en una película. FOTO: WIKIMEDIA
Marisol, Pepa Flores, en una película. FOTO: WIKIMEDIA

Comprenderé que no hagas caso a estas palabras que te escribo, no me conoces y por tanto esta carta posiblemente se sumará a todas las que algunas generaciones de españoles y españolas te habrán escrito, enviado o simplemente imaginado en nuestros pensamientos. No me preocupa que no me hagas caso, es más, lo lógico, lo que vendría de suyo es que cogieras todas esas cartas y las contestaras como nos contestaste a todos cuando decidiste abandonar tu carrera artística, cuando decidiste buscar la felicidad desde el anonimato de tu casa de Málaga. El discreto silencio, la eterna belleza de quién hace mutis por el foro con una sonrisa.

Pero Pepa, perdona que te tutee, no eres ajena a que estos días vuelves a ser noticia, cosa que probablemente no te haga mucha gracia, pero el que la Academia del Cine haya decidido concederte este año el Goya de honor por toda tu carrera cinematográfica es una gran noticia. Y, al final, quieras o no, ese premio, que no es otra cosa que un reconocimiento a toda tu vida, lleva implícito algo que los que te vemos como la gran artista que fuiste: nuestro amor hacia ti. Nuestra simpatía hacia alguien que como tú fue capaz de decir basta a la manipulación, que volvió un día la vista atrás y comprendió que si bien le habían robado su niñez y su juventud no iban a poder robarle su madurez, no querías el glamour que te fabricaron como Marisol a costa de la persona, de la mujer que era y es Pepa Flores. Esto, por tanto, es una sencilla carta de amor. Tú no lo sabes pero eras la suspirada novia de tantos, que cada película, cada canción, cada presencia tuya era también como una confirmación de una bonita historia de amor en nuestras infantiles mentes. Nosotros nos quedamos sin más películas, sin más canciones, pero nos quedamos contigo en nuestros corazones.

Si supieras Pepa, que en el podium de artistas que ocupan el Olimpo de mis sentimientos, estás sentada con mis queridas Shirley MacLaine y Audrey Hepburn. Tú, junto con ellas, sin saberlo, de manera ucrónica, me has visto crecer a través de canciones, películas y finalmente, compromiso. ¡Como no tener en cuenta que en esas etapas del falso desarrollismo franquista, como un rayo de luz, empezabas a colocarte en nuestras inquietudes más sentidas! ¡Como no tener en cuenta que cuando los Beatles –únicos dioses a los que estoy dispuesto a rezar- ni se atisbaban, ya tu participabas en el Show de Ed Sullivan!. Eras musa a pesar de tus deseos, eras perfecta a pesar de que te reconocieras imperfecciones. Auténtica persona, auténtica pionera, auténtica comunista, auténtica artista.

Luis García Gil nos ofreció en su libro sobre ti una semblanza de tu trayectoria, de tu excelsa rebeldía, y hace poco también supimos lo que todos temíamos: que esos rijosos del régimen abusaron de ti, de tu vida, de tu cuerpo. Aquel régimen pedófilo, aquel régimen asqueroso. Menos mal que supiste reaccionar y ni los premios, ni Mel Ferrer, ni Saura, ni siquiera Aute redimieron lo que sólo tú podías hacer, tu mayor venganza: el olvido. Salir de la vida de todos nosotros lo cual era una denuncia a todos los ladrones de niños, a todos los puercos que pusieron sus manos encima de tu infantil cuerpo y que intentaron cosificarte... pero no pudieron, tu eras Pepa Flores.

Mientras tú hacías cabriolas en el cine, nosotros los entonces niños de los setenta que a pesar de que éramos más jóvenes que tú, te conocimos pequeña y te observábamos casi de perfil, como se mira a alguien a quien admiramos pero no queremos molestar, en su mirada triste, de tanto falso oropel impuesto. Mientras se moría Franco tú tenías el valor de comenzar un viaje a tu pueblo, al pueblo, viaje que tenía, forzosamente, que ser irreversible. La hoz y el martillo sustituyeron a los focos y a las cámaras. La internacional solo pudo compatibilizarse con aquellos poemas que Aute escribió para ti. Por todo ello eres la heroína de los que te conocemos sin haber cruzado palabra contigo. Después de todos esos avatares llegó la Pepa triunfante, anónima. Y venciste. 

Pregunté por ti a un grupo de jóvenes, quería saber qué opinión tenían de mi Pepa Flores, o de Marisol. No te conocían, todo lo más, algunos de tus éxitos infantiles. Pero yo les expliqué que yo si te conozco porque eres Mariana Pineda, la real y la de ficción. La que fue y ha sido. La mujer fuerte que supo quedarse mientras se iba.

Cuando te escribo esta carta de amor no se si acudirás a la ceremonia de entrega de los Goyas. Me da igual tanto si vas como si no vas. Es lo de menos, a tus años ya no vamos a ser exigentes con tus presencias, con tus silencios. Si aparecieras en la televisión, y yo te viera, será como una reconciliación con mi pasado, con lo que fui.  Los que no estarán son aquellos viejos asquerosos que abusaron de tu vida, ya no están, les hemos vencido, ellos no lo saben, pero han perdido, aunque haya quienes nos quieran abrumar con sus banderas y banderías. Y si decides no aparecer en la televisión y no te podemos ver será la confirmación de que Pepa Flores es irreductible, como siempre, como lo fui yo.

Fuiste musa de casi todos, icono de generaciones, timbre de niña para canciones de niñas, timbre de adulta para canciones de adulta y esa determinación para que una vez muerto el viejo y bajito general y con el advenimiento de los nuevos tiempos, desnudarte para que te viera todo el mundo, pero eso si, porque te daba la gana. Fuiste luz donde reinaba la oscuridad, donde los distintos tonos de grises del NODO nunca pudieron ser de color hasta que llegabas tú y dibujabas un arco iris perfecto.

Querida Pepa, disculpa mi atrevimiento, pero tenía ganas de decirte éstas y otras muchas más cosas. Pero es bueno que sepas que te queremos por lo que has sido en cada etapa de tu vida y lo que has supuesto en nombre de la dignidad.

Un beso muy fuerte.

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