¡A votar!

La democracia es muchas cosas pero si no vamos a votar, es posible que deje de ser democracia, y ahí perdemos los de siempre

Ciudadanos votando, el pasado 10N. FOTO: MANU GARCÍA
Ciudadanos votando, el pasado 10N. FOTO: MANU GARCÍA

Hace unos días una persona me interpelaba sobre si hoy, domingo 19, iba a acudir a votar. Me sorprendió, evidentemente. Esa persona me conoce y por tanto podía dar por hecho cual iba a ser mi contestación. Pero no, cuando le dije que claro que votaría, el sorprendido fue él, puso cara de asombro seguida de una mueca de cierto desprecio y me soltó una parrafada sobre lo inadecuado de ir a votar y, por tanto, su valoración negativa de nuestro sistema. Cuando le respondía, siempre con educación, sobre lo importante que a mí me parecía salvaguardar uno de los actos más significativos de una democracia como es la de elegir a nuestros representantes para los poderes del Estado, en este caso a parlamentarios y parlamentarias andaluzas, me negó con la cabeza y protestó con un argumento que, sin duda, exigía un debate inútil: “esta no es la democracia que quiero y por tanto no voto, porque votar no sirve de nada”, para a continuación decirme que era una persona progresista, de izquierdas, etc. etc.

Hasta ahí la anécdota, que es el escenario estricto y real de lo que pasa en nuestra democracia (hago un paréntesis para decir que evidentemente una democracia precisa, indubitadamente, que se ejerza en libertad el derecho de sufragio. Si no hay elecciones, si no hay pluralidad de partidos y opciones, si no existe separación, real, de poderes, entonces llámenle de otra forma, pero no democracia). Por un lado tenemos a un sector nada desdeñable de la ciudadanía que no cree en el poder de las votaciones, es más, ni siquiera entiende el sufragio universal como algo deseable, pero sin embargo, cuando llega el momento, es el sector de la población que acude masivamente a las urnas “llenar las urnas de votos para no tener que volver a votar”, es decir utilizar la democracia para acabar con ella. Véase Putin, Orbán, Ortega…para no nombrar nuestros antecedentes históricos o parafrasear a gente como Pemán. Y por otra parte tenemos a otro sector de la población, la del común, que infravalora el poder de su voto y que compra, involuntariamente, el mensaje subliminal que le van lanzando desde arriba: «todos son iguales, nada cambia, ¿para qué votar?» y no votan, se quedan en casa o se justifican con cualquier actividad imprescindible de duración exacta a la de la jornada electoral como pueda ser ir a la playa.

También, en estos días, tuve una conversación, en este caso con un persona con la que no tengo ninguna relación pero a la que conozco, que me hablaba, con entusiasmo, de lo bien que iban a ir las cosas en las elecciones andaluzas de hoy. Me hablaba de los resultados, supuestamente buenos, de la derecha. Me remató la conversación con un contundente «en Andalucía la gente ha abierto los ojos». Y se fue, y yo me quedé con la cara partida y con los ojos abiertos. Y hoy es la jornada electoral y como muchos medios de comunicación no han sido capaces de respetar la jornada de reflexión, alborozados ellos con las encuestas propicias para los intereses de esa Andalucía que, por lo visto, siempre han tenido los ojos abiertos, hoy me permito pedirle a los que, según esos poderosos, hemos tenido los ojos cerrados, que sigamos soñando, que sigamos pensando que solo el pueblo salva al pueblo, que un voto de un menesteroso vale igual que el de cualquiera de esos señorones de banderita de pulsera y mala leche de collar.

Hoy no es día para hacer caso a los mensajes que nos envían. Hoy no es día para dejarnos llevar por la indolencia y el engaño masivo de los que nunca dejan de votar para, eso es lo que ellos sueñan, no tener que hacerlo más. La democracia es muchas cosas pero si no vamos a votar, es posible que deje de ser democracia, y ahí perdemos los de siempre. 

Claro que voy a ir a votar, y lo haré con alegría pensando que si todos vamos, los de los ojos abiertos no tienen nada que hacer.

 

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