Verano del 23. Con el vermú en la mano

Es el momento de la verdad, el momento de intentarlo y de sacar a las Españas de la trampa de su Historia

Dos copas de vermú.
Dos copas de vermú.

Ayer escuchaba una conversación al pasar de la que surgía una expresión harto conocida y demasiado tramposa: la lista más votada. Venían de la playa, con su carro para transportar las sillas y la sombrilla. La lista más votada, pensé. Todavía siguen con eso. Todavía no se han enterado de que no existe la lista más votada. Aún no se han enterado de la que la lista más votada en Extremadura fue la del PSOE y quien ganó la investidura en Mérida fue el PP con los votos y la coalición de Gobierno de Vox.

Ayer, domingo, se le había acabado el zumo de naranja al del bar donde desayuno de vez en cuando. Mi café no terminaba de llegar porque todo está lleno de turistas y mi pedido se iba quedando para el final. Alguien me dijo turista, bueno. Me junté a tomar el vermú con Antoñito, con su padre, con sus hijos, con sus guitarras, que llenaron la terraza y la plaza donde estábamos de tanguillos y pasodobles. Así, de la nada. De una nada de la que también ha resurgido Puigdemont.

La idea de que Cataluña tiene la llave del Gobierno de España es tendenciosa, y así empezamos mal. ¿No era que Cataluña también es España? Pues, ¿dónde está el problema? Hay muchas llaves en España, diría, pero nos gusta la hipérbole. Y no nos gusta que Cataluña tenga la última palabra ni en este momento ni en otros. ¿Quién debe tener la última palabra? ¿Quién la tiene? ¿La Castilla de Antonio Machado?

Las calles llenas de gente yendo a votar, sobre un banco, en el patio de colegio, croquetas del freidor. La Caleta, igual de llena que siempre, de gente y de sol. También en Cadi estaba la cosa regular. Ganó PP, perdió PSOE, Sumar mantuvo; Adelante Andalucía quedó desarbolada. Cayó la noche, todo el mundo tenía su carita iluminada con una lucecita LED. Llegaron las bebidas, llegaron los canapés y llegaron los resultados definitivos. Las conversaciones previas rulaban alrededor de Junts y Cataluña.

Ahora volverán a aparecer las frases terminantes sobre Cataluña, las advertencias apocalípticas contra Sánchez y contra el PSOE. La diversidad que las elecciones han mostrado ya se puede borrar, porque para muchos lo importante ya ha ocurrido: gracias al truco de las derechas, la-lista-más-votada-que-no-existe. Como se ve, el verano sigue siendo tiempo de playa y de libros de ficción, de cuentos y novelas bajo una sombrilla que amenaza con salir ardiendo.

Parece no haber sido tenida en cuenta la campaña electoral, lo que se dijo, lo que se mintió, lo que se terminó admitiendo. La campaña parecería haber sido un verano adolescente de desorientación con momentos para todo, un Verano Azul, en verdad, quienes lo recuerden. Un Verano Azul sin justicia poética y sin la blandura de Chanquete, aunque con el mismo "No nos moverán" de aquella serie de RTVE. Un "no nos moverán" testimonial. Se votó casi como se había pensado, sin escuchar lo ocurrido, sin atender a los hechos: cada quien con el catecismo de su parroquia. Aunque, de pronto, Cataluña vuelve al centro de la política. No debería extrañarnos, aquel conflicto innecesario se cerró con un castigo innecesario, y seguirá volviendo y regresando. Este sería un buen momento para resolver el problema de España, uno de los problemas de España. La llave la tienen los conservadores del PSOE, veremos si asumen su propia responsabilidad histórica esos varones, sí, con uve.

Es un momento histórico como pocos otros en las últimas décadas y nos llega en verano, en las playas, con el vermú en la mano y con el aire putrefacto de tantas mentiras, trucos y disparates. Es, por todo ello, el momento de la verdad, el momento de intentarlo y de sacar a las Españas de la trampa de su Historia.

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