Verano del 23: 11 de septiembre

Nadie debería temer a la amnistía, que significa que no hubo delito, y es que no lo hubo en realidad: aquel referéndum no hubiera sido de ningún modo vinculante, por las condiciones en que se celebró

Una imagen de la Diada del 11 de septiembre.
Una imagen de la Diada del 11 de septiembre.

Cruzaba la Avenida 9 de Julio y un grito mío, un grito que nunca antes en mi vida había gritado, surgió de un mí convertido en un extraño, de pronto. El semáforo de los peatones no funcionaba y los turistas pensaron que podían pasar, en el momento mismo en que llegaba un autobús sin intención de frenar. Yo vi las siluetas de las dos personas sobre el frontal del autobús y eso generó ese grito mío nuevo para mí. Por suerte se retiraron a tiempo. En Buenos Aires te acostumbras a mirar los semáforos pensados para el tránsito. Pienso en esto y lo superpongo sobre las más de dos mil personas muertas en Marruecos; lo pienso, pero no sé qué hacer con ello.

Ya es lunes también acá, 11 de septiembre. Al otro lado de los Andes está Chile y de allá surge el recuerdo por lo ocurrido hace 50 años, de cómo se extendió el horror por toda América Latina. El dolor palpita todavía en los cuerpos de los sobrevivientes y en el recuerdo de los familiares de los desparecidos y asesinados. El dolor que también conocemos en España por la dictadura franquista.

Este lunes es en Catalunya, sobre todo, una puerta al futuro tras un pasado excesivo e injusto. Este 11 de septiembre, la Diada de Catalunya, resulta inesperado y sorprendente. No resulta posible usar una metáfora que nombre terremoto a lo que amenaza con derribar las anquilosadas estructuras de una España congelada por la transición. Además, me parece ilusionante la posibilidad de que cambien las cosas absurdas que impiden ver las diversidades de las Españas y sus sociedades. Es ilusionante que en la víspera del 11 de septiembre de 2023 dimita ese tal Rubiales, algo que resulta casi como una promesa de que las cosas imposibles no existen.

Nadie debería temer a la amnistía, que significa que no hubo delito, y es que no lo hubo en realidad: aquel referéndum no hubiera sido de ningún modo vinculante, por las condiciones en que se celebró. ¿Por qué tanta violencia contra un acto puramente testimonial? La deuda que ha dejado aquel actuar es la de aprobar una amnistía y facilitar un referéndum, ¿dónde está el problema?, ¿por qué tanto miedo? Lo correcto es definir y describir las bases para la celebración de ese referéndum y lo que se hará y como con su resultado. ¿Por qué? Porque llevamos viviendo en un malestar en España que dura desde 1714 y no deberíamos permitirnos tan largo malestar. También las sociedades sufren de malestar, y parece razonable superarlo y pasar al bienestar.

Hacerse adulto es pasar por duelos y dolores, las personas y las sociedades. Quedarse niñøs no es posible, no es solo que no sea la solución. Una sociedad infantil es una sociedad llena de malestares, en realidad, aunque se oculten con series de televisión, con consumo compulsivo de las más diferentes cosas e invenciones de la realidad que nada tienen que ver con ella. Una sociedad desarrollada es una sociedad adulta de personas adultas. Nos sentiremos mucho mejor, y seremos mejores personas, si permitimos que los otros decidan por sí mismøs. Ganaremos en democracia y en bienestar si ese referéndum se celebra y la amnistía corrige la exageración en los excesos que se cometieron.

No sigue faltando la conversación, el arte de conversar, el respeto de escuchar. España sigue siendo más un cuartel que un ágora; un casino provinciano que un ateneo. Lo que suele quedar como idea de lo que es España: algo que, sin embargo, no es por casualidad. Radios y televisiones educan a la sociedad en el griterío, la afrenta, el insulto y la verdad contundente.

Veremos cuántas personas acuden mañana a la Diada, aunque con independencia de cuántas acudan el proceso se muestra inevitable: la polarización y el extremismo de las derechas es lo que está amenazando la convivencia en la sociedad y pone en riesgo la libertad de las personas para elegir su propio estilo de vida. Y sí, luego vendrá Euskadi, por supuesto. No nos damos cuenta de que tantos años, décadas, de negar a personas y sociedades que sean lo que son tiene consecuencias: se quieren ir de donde no los quieren.

¿Cómo no los quieren? No solo son las prohibiciones, son los insultos, los desprecios, los ninguneos, los prejuicios. Leamos a Machado: “Castilla miserable, ayer dominadora,/ envuelta en sus andrajos desprecia lo que ignora.” Antonio Machado era andaluz.

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