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Pasados ya los premios Goya y estando la barriada de La Granja de resaca eufórica me senté en un banco a charlar con un amigo, en la plazoleta, y me preguntó si merecía la pena ir a ver esta película que tanto revuelo estaba creando.

Amigo, al ver Techo y comida, la excepcional película dirigida por el director jerezano Juan Miguel del Castillo, se me pasaron muchas cosas por mi cabeza y sobre todo por mi corazón, fue una experiencia escalofriante. Salí del cine sudando.

Son muchas las reflexiones y no pocas las huellas que este film ha dejado en mí. La necesidad de conmover las conciencias de nuestras aletargadas vidas se hace evidente en la intención de esta maravillosa obra, donde no saldrás del cine indiferente. Donde tu concepto de la propiedad privada, del ser humano y las verdaderas opciones que tenemos para modificar la sociedad serán retocadas.

Vas a modificar tus miedos y tus prejuicios, tus tópicos sobre la pobreza, las oportunidades laborales y la sociedad. Razonarás tus frases de cabecera, instaladas confortablemente en la conciencia, las que nos sirven para dormir tranquilos. Éstas ya no serán ya las mismas, ya lo verás.

No por lo que verdaderamente seamos o podremos llegar a ser, olvídate ya de eso, ya solo verás que hay más oportunidades en la bondad que en la maldad, intuirás lo que el sistema financiero y bancario capitalista ha hecho de nosotros con su publicidad engañosa, hasta hacernos creer que esto es solo una jungla y un sálvese quien pueda. Observarás su seducción y manipulación, en un dogma malvado y absoluto, para que te olvides de donde vienes, de lo que fuiste, de lo que sientes y para que no actúes ante el apuro de tu vecino, porque según ellos, sus problemas solo han sido creados por una mala conducta individual y antisistema.

Al ver este largometraje de ternura y reivindicación ya no te resultará fácil volver a las andadas, compadre, ya no verás a nadie como un vago o como a alguien que solo vive de ayudas, pagas, fondos sociales o simplemente es un artista de la caridad del estado. Todo eso se esfumará de tu mente. Para siempre.

Ya la vida no te será tan fácil, ni serás tan feliz después de ver Techo y comida, ya nada será igual. Cuando conozcas a esa madre y a su hijo te habrán hecho mejor persona y despreciarás la idea preconcebida que tenías sobre los "pobres y sus peligrosos vicios".

Te sobrará el necio placer de la distinción elitista para resaltar lo mejor que eres sobre los demás. Verás que antes que el libre mercado, la bolsa, la macroeconomía y el pago de la deuda, antes que nada, están las personas y sus derechos.

Techo y Comida debería ser obligatoria en los barrios, en los institutos, en los cines, en los teatros, en las iglesias, en los foros y en los círculos de un mundo que tiene hambre de justicia y solidaridad. Pero te aviso porque no soy traidor, ten cuidado si no quieres regenerarte y trastocar tu plácido modo de vida, tu ideología y tu esencia, porque esta película te dejará temblando el alma.

Techo y comida te dejará pensando: ¿Quieres correr ese riesgo?

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