Valentía

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Podemos considerar la valentía o el valor como una virtud. Tener el valor de ser sinceros siempre, de expresar lo que pensamos en cada momento, puede tener sus consecuencias negativas. Pero también las tiene guardarse los sentimientos en el interior de uno mismo. Cualquier día se puede estallar como una tormenta tropical arrasando todo a su paso.

Algo así deber ser lo que le ha pasado al ministro Cristóbal Montoro con sus declaraciones sobre la situación de su partido y sus relaciones con otros miembros del Gobierno, en especial con el ministro de Asuntos Exteriores, García-Margallo. Posiblemente sin nada que perder, se despachó con sus compañeros de gabinete pensando que para lo que le quedaba en el kiosko podía permitírselo. Estamos pues ante un acto de valentía de fin de ciclo. Pero su acto de valentía, su desahogo emocional, ha sacado a la luz la guerra intestina y soterrada que vive el PP, cosa que no ha sentado nada bien en la calle Génova. La respuesta de García-Margallo da la imagen clara del grado de descomposición de las relaciones dentro del Gobierno. “La gente que a mí no me interesa no existe ni para bien ni para mal”, dijo, aclarando antes que no se refería a Montoro, a pesar de estar hablando de él en todo momento. Ahí le faltó valentía a García-Margallo para decir que sí, que aquella frase también iba por Montoro, por bocazas.

Otros actos de valentía van a la zaga de actos de terceros que son los que realmente arriesgaron. ¿Recuerdan a Soraya bailando y besando en la calva a un miembro del equipo de El Hormiguero? La explicación de tanta sobreexposición mediática no es otra que, dado el relativo éxito de Miquel Iceta, candidato del PSC en la últimas elecciones catalanas, con sus bailes en los mítines de esa campaña, ¿por qué no atreverse a bailar en un programa de televisión para ir ganando notoriedad ante una hipotética sucesión de Rajoy en vida? Por cierto, ¿no les pareció que la coreografía le salió demasiado bien a la vicepresidenta para ser improvisada?

Sigamos. ¿Recuerdan lo que decíamos al principio sobre las consecuencias de ser valiente y decir siempre lo que se piensa? Pues bien, seguramente el mejor ejemplo lo tengamos en lo ocurrido durante el fin de semana en el comité federal del PSOE. La inclusión de Irene Lozano como candidata al Congreso por Madrid ha sentado bastante mal en algunos sectores del partido, en especial en Andalucía, por las declaraciones realizadas como diputada de UPyD durante esta legislatura. En una de estas declaraciones se comparaba al PSOE andaluz con el PRI mexicano, partido que gobernó México en régimen de monopolio durante más de 70 años. Dictadura perfecta lo llamó la diputada Lozano. ¿Cuánto se habrá arrepentido durante estos días de estas declaraciones? No mucho, a juzgar por la ausencia de una petición formal de perdón a los militantes socialistas.

Además, el asunto de Irene Lozano tiene varias lecturas que considero interesante hacer. La primera se trata de ser un poco coherente con la trayectoria personal de cada cual. Si has sido valiente para ser el martillo del bipartidismo y has denunciado que la corrupción es un mal endémico de los partidos que lo han representado (PP y PSOE), que acabes en las listas de candidatos al Congreso de los diputados por el PSOE chirría un poco. Y no es que le falte razón a Irene Lozano. Casos de corrupción ha habido, y quién sabe si hay más bajo las alfombras de los despachos, pero no se puede acusar a todo un partido de corrupto por ello. Otra lectura tiene que ver con la apuesta emprendida por Pedro Sánchez al fichar a Irene Lozano. Se trata de otro acto de valentía. Sabedor de que sólo le vale el triunfo, no tiene otra salida que arriesgarse. Muchas espadas (políticas) están esperando a que no llegue a la Presidencia del Gobierno para cobrarse algunas cuentas pendientes.

Por tanto, la inclusión de Irene Lozano y de la ex-comandante Zaida Cantero en las listas busca convencer al electorado de que el partido apuesta claramente por la regeneración política, y yo diría que también militar, dado que ambas mujeres están vinculadas por su denuncia del acoso sexual y laboral que sufrió la ex-comandante. Si bien, estos fichajes no vienen nada mal de cara al electorado para presentar un proyecto de gobierno con mujeres luchadoras por la igualdad y contra la discriminación, dado que cerca de medio millón de mujeres desempleadas pueden no tener decidido su voto todavía para la elecciones del 20-D. Pero la tercera lectura tiene que ver con el déficit democrático que tienen, en general, los partidos políticos.

Como ya comenté –el pasado 23 de junio en lavozdelsur.es–, el camino hacia la democracia interna es largo. Los partidos políticos usan mecanismos para elegir a sus candidatos que limitan no ya la competencia entre éstos, sino la simple participación de sus afiliados. Sin ir más lejos, en la asamblea local del PSOE de Jerez del pasado 17 de septiembre, no se pudo votar a los candidatos y candidatas propuestos para las elecciones generales del 20-D. Pero, por si esto fuera poco, la comisión federal de listas del PSOE tiene la potestad, y así ha obrado en el caso de la provincia de Ourense, de cambiar los candidatos (candidatas en este caso) más propuestos por otros. En el fondo subyace una falta de valentía de la élites políticas a concurrir en procesos democráticos internos.

Pero sin duda, el acto de valentía política más arriesgado de esta semana lo ha protagonizado la ya ex-presidenta del PP del País Vasco, Arantza Quiroga, quien ha entregado este pasado lunes en el Parlamento Vasco su renuncia al escaño de diputada, culminando así su retirada política. Tuvo la valentía de admitir que el final de la violencia, en su sentido amplio, tendría que ser negociado, en una iniciativa que se estaba negociando en dicho parlamento. Su partido no lo ha comprendido y ella ha pagado por su atrevimiento. En todo caso, ha sido una primera señal de que algo está cambiando.

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