¿Una dieta hipocalórica en un momento de duelo? Va a ser que no

Sin pedirlo, lo cotidiano se ha transformado en una cuestión lo suficientemente complicada para que le agreguemos más salsa de esfuerzo, de sacrificio, de rigor

29 de diciembre de 2025 a las 09:31h
Ensalada tokosu de wakame con pepino y pulpo cocido.
Ensalada tokosu de wakame con pepino y pulpo cocido. MANU GARCÍA

Iniciar una dieta cuyo objetivo principal sea estético, con la dosis de frustración que representa, es un acto muy valiente y en un momento de duelo tal vez esté condenada al fracaso de antemano. Puede simbolizar el deseo de encarnar el papel de una súper heroína o superhombre.

Difícil es adjetivar los estados de ánimo por los que atraviesas estos días (estamos llegando a fin de año) y a la vez de duelo: hartazgo, tristeza, cansancio, frustración y algunas veces, ganas de tirar la toalla.

Miras hacia adelante y sólo ves temores y una sensación de vacío y dolor que no cesa.

Te dices a ti misma que necesitas poner en marcha algún proyecto, tomar una iniciativa específica que te ayude a centrarte, algo que dependa lo menos posible de las circunstancias actuales. Le das vueltas durante días, y finalmente, entre varias cuestiones aparcadas tomas una decisión que consideras muy adecuada: ¡Harás una dieta! Eso es.

Tienes conocimientos dieteticos suficientes para ponerte las pilas y ser lo más rigurosa y disciplinada posible. Podrás volver a utilizar aquellas prendas tan queridas que ahora no consigues vestir por más esfuerzo que hagas. Sí, señor.

Con dieta rigurosa y una buena dosis de ejercicio físico lo conseguirás.

No va a ser la primera vez; te anima recordar que en varias ocasiones has conseguido tus objetivos, y estás segura de tener éxito.

Y te lanzas. A pesar de la fuerza de tus deseos y los pocos kilos que quieres reducir resultará muy difícil. Más infructuoso que ascender por una montaña llena de obstáculos. Día tras otro te dejas vencer por el placer del chocolate, el consuelo que te da una copa con algún familiar.

Vas de mal en peor, no sólo no bajas de peso, sino que convives con el reproche de la comida y con los saltos constantes a la dieta. ¿Sabes? Es que no es el momento, no has escogido el proyecto adecuado.

Sin temor a equivocarnos podemos afirmar que estamos en la peor de las circunstancias emocionales para iniciar una dieta, que siempre representa un aumento del estrés.

Sin pedirlo, lo cotidiano se ha transformado en una cuestión lo suficientemente complicada para que le agreguemos más salsa de esfuerzo, de sacrificio, de rigor. Y una dieta estricta implica una alta dosis de disciplina y tú lo sabes perfectamente.

Puedes pensar que esta postura es pesimista, que si alguien se propone una meta “puede con todo”. No es pesimismo, sino una mirada realista hacia los sentimientos, un llamado a no sufrir innecesariamente.

La ansiedad oral es la primera y más temprana y la vamos elaborando a lo largo de la historia personal: desde la chupa del bebé, la comida, licores varios y las drogas, en los peores casos.  Con el desarrollo emocional aprendemos a canalizarla de forma satisfactoria, y reaparece de vez en cuando con los vaivenes de la vida. 

Es preciso canalizarla hacia objetivos plausibles, a corto y mediano plazo. Poco a poco te irás liberando de la impotencia, del dolor punzante. Paulatinamente se irá instalando en ti una tristeza llevadera, que permita sobrellevar la pérdida. Recordarás al ser perdido con ternura pero sin la fuerza de la impotencia y casi desesperación. La dieta será posible cuando puedas tranquilizarte.

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