Es esta la frase que suele usarse últimamente para revelar la falta de interés de los ciudadanos por las contingencias de la política. Una carencia que puede llegar a la más absoluta indiferencia.
Des - afección es un término que me desagrada. Suena a infección o tal vez al rechazo de la infección, en cualquier caso, se puede asimilar cuestiones vinculadas a la enfermedad. Y tal vez lo sea, una enfermedad de la democracia actual.
De una parte muchos políticos se quejan de ese asunto, del aumento del desinterés (me parece más adecuado) de la gente por la participación en los asuntos comunes. Pero al mismo tiempo saben que ellos son los principales responsables de este fenómeno y en muchos sentidos, les interesa.
A los distintos partidos les basta tener votos suficientes que les garantice los sillones para ocupar las cámaras beneficiando a los militantes más fieles y sumisos. A ello hay que sumar los millones de ciudadanos que de una forma u otra creen (con convicción variable) que tal o cual grupo político responderá a sus intereses y reivindicaciones.
En este teatro de marionetas presenciamos discursos de madera de personajes de cartón piedra que hace tiempo han renunciado a la verdad, la espontaneidad y no son creíbles. ¿Hay excepciones? Por supuesto, pero son casos contados.
La política se ha convertido en una lucha de marcas como cualquier objeto de mercado, que con cualidades más o menos milagrosas más o menos irreales ofrecen sus productos al consumidor.
Los consumidores-ciudadanos estamos preparados relativamente para el exagerado y pomposo discurso publicitario, pero ante la propaganda política nuestras opciones son distintas. Nos va el futuro en nuestra elección.
Las luchas internas y externas de los partidos siempre han existido, pero en los últimos tiempos es espectacular la violenta danza de todo tipo de objetos con forma de curriculums inflados o falsos, “mordidas” inmensas, y, en muchos casos, una falta de eficiencia escandalosa para los puestos de responsabilidad que ocupan. Todo ello aderezado con prostitución, enchufismo y otras lindezas.
Para la nube oscura de la política (no deseo llamarles clase ni casta ) los ciudadanos, la “gente de a pie” (como lamentablemente nos suelen calificar) sólo somos votos, simples elementos de presión, parte de una matemática perversa que otorgará poder, puestos de trabajo y prebendas.
Diagnóstico: Desafección casi sin remedio. Pronóstico: Intensa desesperanza a largo alcance, que puede abarcar varias generaciones. ¡Qué pena!


