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Raúl Ruiz-Berdejo. Secretario local del PCE de Jerez.

Se acercan unas nuevas elecciones y vuelvo a repetir lo de siempre. Mi voto no se queda durmiendo el sueño de los justos, ni está sujeto a conclusiones derivadas de lo que sale en la tele, ni tiene por objeto castigar a tal o cual partido... Mi voto, como hijo de la clase trabajadora, perteneciente a una familia cuyos miembros se han pasado la vida madrugando para llevar el sustento a casa, es un voto consciente, ideológico y, sobre todo, de clase.

No soy familia de Botín. Ni aspiro a parecerme a Amancio Ortega. Soy el hijo orgulloso de un carnicero, mi padre, que trabajó durante toda su vida para sacar adelante a su familia, que es la mía, enfrentándose al paro, a la precariedad y a las dificultades a las que, cada día, se enfrenta la clase trabajadora, ya sea trabajando por cuenta ajena, haciendo cola en el INEM o tratando de sacar adelante un negocio como autónomo.

Sé quién soy, cuál es mi clase y quiénes juegan al póker con su bienestar y su futuro. Además, mi memoria está fresca y almacena pruebas que demuestran quién estuvo siempre en nuestra misma trinchera y quién se acercó a ella sólo cuando llegó la hora de reclamar votos con los que armar a quienes la bombardeaban. Porque, más allá de las promesas que se lleva el viento, están los hechos contrastados, esa fotografía de la realidad que algunos tratan de que olvidemos y que muestra, con absoluta nitidez, en qué lado de la trinchera se situó cada uno cuando éramos acribillados por los disparos de este criminal sistema.

Votaré a quienes siempre han defendido a los míos, quienes recorrieron kilómetros de protesta, quienes se entregaron a la defensa de la dignidad, quienes lucharon contra los desahucios, contra las reformas laborales que no hicieron más que aumentar el paro y la precariedad, quienes defendieron el futuro de nuestros jóvenes y los derechos de nuestras mujeres... Votaré a quienes se abrazaron a la utopía frente a quienes besaban la mano del enemigo.

En el sentido de mi voto no influyen las promesas, ni los anunciados propósitos de quienes engañan, una y otra vez, de forma impune, a aquellos que no conocen el sentido de la palabra escarmiento. Mi voto lleva consigo la esperanza de un cambio. También la certeza de que será usado para defender el futuro por quienes están avalados por su defensa del presente.

No soy permeable a nuevas tendencias, ni a ese progresismo desclasado, tan de moda en estos tiempos, ni al marketing barato disfrazado de política... Y que nadie me hable de votos útiles, ni moscas en vinagre, la utilidad de mi voto reside en mi conciencia y su sentido sería el mismo aunque tuviera la certeza de que soy el único en la faz de la Tierra que vota en esa dirección. Votaré a los míos, por mi clase… Votaré a IU.

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