Pues la semana empieza con la muerte de David Bowie. La infanta Cristina, Cataluña… y Bowie. Para mí por orden inverso. No soy muy de mitificar –entre otras cosas, no tengo edad- pero si este fin de semana vienen los amigos a casa –cosa que sucede a menudo, al parecer es lo que pasa por tener un sotanillo en el centro de Jerez- la música está decidida de antemano: Bowie & Friends. Es decir, Bowie, Lou Reed e Iggy Pop… y como mucho mucho alguna colaboración con Queen (Under Pressure) o Mick Jagger (Dancing on the streets). Así que nada de Raphael, ni brit pop, ni música francesa, ni leches, que sin poner nombres aprovecho este espacio para que todos los habituales se den por aludidos…
Nunca vi a Bowie en directo. Siempre me gustó, pero de juventud no estaba en mi olimpo. Recuerdo el concierto de 1987 en el Vicente Calderón y que preferí ir días después al Bernabéu a ver a U2. Todo no podía ser… Siempre estuvo Heroes, claro, y Ziggy Stardust, por supuesto, y qué decir del riff de guitarra de Rebel, Rebel, pero digamos que entré definitivamente en Bowie cuando cumplí los treinta o así, con canciones como Jump they say o Little Wonder o la experiencia de Tin Machine. Hice lo que se puede calificar un camino inverso: en vez de encontrar influencias de Bowie en grupos contemporáneos, fui yendo hacia atrás y comprobando que cosas que me gustaban y que en su día me parecían originales se habían planteado tiempo atrás por este músico que, sin caer en topicazos, es absolutamente cierto que siempre fue un paso por delante y ha sido fundamental en la música popular de los últimos cincuenta años.
En cierta forma esta es la tercera necrológica de músicos de rock que escribo. Ya lo hice en otros medios sobre John Entwistle (el bajista de los Who) y Joe Strummer, el co-líder de los Clash. No sé muy bien cómo me quedó la de Entwistle, la de Strummer me quedó bien con toda seguridad porque Alfonso, de La Moderna, me invitó a una cerveza y eso es todo un símbolo…
CODA: Le debo una a Lemmy de Motorhead…