Transitando en la memoria, a mi madre y mi hermana

Su voz, la sonrisa amorosa, su abrazo y esos recibimientos de tortilla con pimientos asados cuando de noche llegábamos cargados de maletas para un sinfín de días

Dos sepultureros colocan una lápida en el cementerio municipal de El Puerto.
Dos sepultureros colocan una lápida en el cementerio municipal de El Puerto. CANDELA NÚÑEZ

Las flores y las visitas siempre están a cargo de mi hermano Juan Carlos. Lleva a mi padre los 10 o 14 de cada mes. 

El cementerio está lejos de la ciudad, deben recorrer varios kilómetros pasando por campos extremeños donde pastan libres los toros, que no saben a dónde va ese camino que te lleva al recuerdo. 

Le cambian las flores, se las colocan con mimo y están un rato delante de ellas. Miran sus nombres, hay silencio y algunas palabras. Lo sé porque más de una vez los he acompañado cuando voy por mi tierra.

Si he de ser sincera desde que falta mi madre mis viajes se han espaciado. Ese mundo mágico que ella creaba ya no está. 

Su voz, la sonrisa amorosa, su abrazo y esos recibimientos de tortilla con pimientos asados cuando de noche llegábamos cargados de maletas para un sinfín de días. Y antes incluso de ordenar la ropa seguíamos con las manos entrelazadas, charlando sin parar. 

La veo sentaba al borde de la cama mientras yo iba sacando jerséis.

Mi padre asomaba la cabeza “¿te mudas?” por la cantidad del “por si acaso” que llevas como equipaje. La ausencia pesa. 

La casa, la ciudad no tiene la misma luz. 

Mi madre nos dejó una fría hora de diciembre, en ese vacío que va de la noche a la madrugada. Veo la silueta verde saliendo del quirófano con la frase preparada, mi hermana, la mayor y yo, sujetando a mi padre en su momento más duro, pero ya vivido. 

Fue otro duelo. A mi hermana la acompañamos toda la familia. Rodeábamos su cama de hospital y nos despedíamos de ella sin querer irnos del todo. El cáncer no avisa cuando te llega, pero te informa del final.  También fue de noche con madrugada de por medio. 

María, hermoso nombre para dos mujeres importantes en la vida de la familia, que siendo o no día de Difuntos son memoria eterna.  

Y ahí descansan. Sí, allí descansan mi madre y mi hermana en los bosques encantados sin tiempo, después de aquellos días brumosos con noches que avanzaban lentas… llega algo de luz al pensar que sus almas buenas descansan en paz. Eso calma. Me calma 

“Madre y hermana, amadas mías. 

Así que pasen los días, las noches

que se hacen tiempo, mi pensamiento es vuestro. Mi amor es eterno.

Y ahí estáis viviendo, aquí mismo os veo en los lugares de nuestra memoria.

En los rincones de nuestro recuerdo”.

 

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