Ortega le dijo a María Zambrano, ante un texto que ella le dio a leer, “estamos todavía aquí, y usted ha querido ir más allá”.
No soy un hombre que este acostumbrado a hablar en público, y menos a hacerlo sobre mí. Por supuesto no estoy habituado a dedicar libros a personas a quienes no conozco. No sé qué decirles. Tampoco imaginaba cuando me atreví a mandar mi manuscrito a una editorial que tendría que pasar por el torbellino emocional que conlleva el nacimiento de un nuevo libro.
En las presentaciones que hago de mi libro “Mi traje de hombre, una mirada feminista desde la masculinidad”, de Ediciones Bellaterra, habló de dos procesos personales, uno el de mi acercamiento al feminismo, y otro el de la creación del libro.
Decía María Zambrano, filósofa y poeta malagueña de la generación del 27, a la que el patriarcado ninguneo e intentó ocultar, que no se escribe por una necesidad literaria, sino por la necesidad de exteriorizar, y creo sinceramente que esa ha sido mi motivación, la necesidad de romper las costuras de un traje en él que nunca me sentí cómodo.
Todos los hombres llevamos un traje que nos ponen nada más nacer, y con el que andamos toda la vida. Es un traje como el del emperador del cuento de Hans Christian Andersen, que no vemos, que sentimos, y que sabemos nos protege, marcándonos en cada momento cual es el camino. Un traje, que nos imprime carácter, define la identidad, y en torno al cual construimos nuestra personalidad.
Es un traje confeccionado con rígidos patrones y gruesas costuras. Hilvanado con órdenes, principios, valores, castigos, símbolos, privilegios y recompensas. Un traje con el que nos creemos superiores. Un traje que oculta nuestros temores, y hace que nos pensemos invulnerables.
Pero ese traje no nos queda bien, no se ajusta a nuestra talla, y a muchos hombres nos causa malestar, incomodidad, y extrañeza, por eso es qué trabajamos para despojarnos de él, y transitar la vida arropado con telas más amables.
El traje de hombre es el traje del patriarcado y del machismo. Es el traje de un mundo de hombres que condena a las mujeres a no tener mundo, obligándolas a vivir en sociedades donde son consideradas y tratadas como ciudadanas de segunda, tercera y cuarta categoría.
Un traje que no nos deja respirar, pero ante el que no nos somos capaces de sublevarnos, por miedo quizás a la desnudez y a la vulnerabilidad que ella supone. Es el traje del maltrato y las violencias hacia las mujeres. El traje del fascismo, los totalitarismos, el egoísmo, las guerras, y las desgracias de la humanidad.
Es el traje de la hipocresía masculina, la codicia, la maldad, la insolidaridad, la ausencia de empatía, la crueldad, y la desigualdad entre las personas. Es un traje para el que no valen las excusas, las defensas ni las justificaciones, solo la condena, el abandono, y la reprobación pública.
Es el traje que de una vez por todas los hombres tenemos que ver y reconocer, porque no podemos seguir, como el emperador del cuento, vestidos como si nada sucediese y todo fuese idílico en el reino de los hombres.
Mi libro “Mi traje de Hombre, una mirada feminista desde la masculinidad”, es, desde la humildad, y la reflexión personal, un intento de llegar a otros hombres, esos que constituyen la mayoría de los hombres, y que aún no saben ni ven que llevan puesto su traje de hombre.
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