¡Terror! ¡Internet destruirá el comercio tradicional!

Foto Francisco Romero copia

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla. Antes de terminar la carrera, empecé mi trayectoria, primero como becario y luego en plantilla, en Diario de Jerez. Con 25 años participé en la fundación de un periódico, El Independiente de Cádiz, que a pesar de su corta trayectoria obtuvo el Premio Andalucía de Periodismo en 2014 por la gran calidad de su suplemento dominical. Desde 2014 escribo en lavozdelsur.es, un periódico digital andaluz del que formé parte de su fundación, en el que ahora ejerzo de subdirector. En 2019 obtuve una mención especial del Premio Cádiz de Periodismo, y en 2023 un accésit del Premio Nacional de Periodismo Juan Andrés García de la Asociación de la Prensa de Jerez.

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Recuerdo un sábado tarde en el que me acerqué a la filial jerezana de una gran cadena de tiendas de electrodomésticos de cuyo nombre no quiero acordarme.

Recuerdo un sábado tarde en el que me acerqué a la filial jerezana de una gran cadena de tiendas de electrodomésticos de cuyo nombre no quiero acordarme. Mi intención era encontrar un monitor nuevo para mi ordenador y después de buscar y rebuscar entre los que más se ajustaban a mis necesidades, di con uno que me venía como anillo al dedo entre los de exposición: buen tamaño, excelente resolución, bonita estética y, para rematar, entraba dentro de mi presupuesto. ¿Qué podía salir mal?

Me dirigí al dependiente y le anuncié, con gran decisión, que me lo llevaba y éste, muy amablemente, me dijo que me lo iba a embalar. Aquello no me sonó nada bien:

-¿No tienen uno nuevo?
-No, solo el de exposición.
-¿Y me lo quiere vender al mismo precio que uno nuevo?
-Los artículos de exposición no tienen rebaja.
-¿Y cuándo van a traer más?
-No le puedo decir exactamente- la expresión de su cara me transmitió pura incertidumbre.

Ahí quedó la cosa. No estuve dispuesto (ni estaré) a pagar a precio de nuevo (ni rebajado) un artículo con indefinidas horas de uso y con un rebujo de huellas dactilares en toda su superficie que ni un capítulo de CSI. Ya se sabe que el de Jerez, si no toca no ve.

Nada más salir de la tienda, me dio por buscar el mismo monitor en la aplicación móvil de una tienda online muy conocida y lo encontré por 30 euros más barato, incluyendo los gastos de envío. ¿Me vi en el dilema de querer dar media vuelta y comprar ese manoseado monitor de exposición? Obviamente no. Lo compré en la tienda online y el martes por la mañana lo tuve puesto en casa, en su embalaje original y completamente nuevo. No creo que mi decisión fuese reprobable, aunque algunos me harán el tan manido y retrógrado comentario de que comprando por internet estoy contribuyendo a cargarme a las tiendas físicas. Y yo discrepo.

Aunque lleve unas dos décadas entre nosotros, internet sigue generando grandes recelos en algunos aspectos. Comprar online, por ejemplo, es inconcebible para un gran número de internautas. Algunos prefieren hacer sus compras en tiendas físicas por la inmediatez; otros tienen una mentalidad muy propia de 1996 y ven el comprar por internet como algo peligroso e imprudente que les convertirá en víctimas de estafa o en presas fáciles para depravados cibercriminales. La realidad es que comprar por internet se ha convertido en una nueva opción para el consumidor, no en una amenaza.

Para apasionados de la tecnología y usuarios medianamente informados, entre los que me incluyo, comprar ciertos cosas por internet es la opción más razonable. En internet, además de mejores precios en líneas generales, hay muchos más artículos entre los que elegir e información más útil sobre ellos de la que te puede ofrecer un dependiente que no tiene pajolera idea de lo que está vendiendo (algo bastante frecuente).

Para el usuario estándar, la tienda física es la (única) opción a tener en cuenta. Y no importan las cuestionables prácticas de las grandes cadenas de electrodomésticos: vender excedentes de stock como ofertas del siglo; inflar precios en los días previos a días de rebajas anunciados a bombo y platillo (día sin IVA o Black Friday, no digo más) y otras tantas jugadas que demuestran que no son tontos.

El consumidor medio, reitero, tiene opciones para decidir dónde hacer sus compras y me parece una enorme ventaja; cada uno hará lo que vea conveniente con su dinero. Y aunque exista un gran alarmismo al respecto, pienso que los comercios tradicionales y los comercios online podrán coexistir a corto, medio y largo plazo. En un país tan “adelantado” como éste, es toda una garantía.

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