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Seguimos viendo la sanidad como la contemplábamos hace cuatro o cinco décadas, un coto donde el médico manda, y la enfermería obedece.

Tal día como ayer, 15 de marzo, nacía hace nada menos que cien años la terapia ocupacional, al menos en su concepción moderna y actual. Es ésta una de esas profesiones que, a pesar de su inestimable valor en nuestra sociedad, permanece en un injusto ostracismo fruto del desconocimiento que existe entre los usuarios de la sanidad (tanto pública como privada) de los distintos campos de actuación que abarcan los terapeutas ocupacionales.

Un ostracismo al que contribuye el excesivo paternalismo de buena parte de las categorías profesionales sanitarias, que lejos de potenciar la independencia, la autonomía y la adaptación a las nuevas circunstancias vitales de un paciente ante la enfermedad (como hacen los terapeutas), en ocasiones se dejan llevar por los conceptos rancios y casposos de una medicina y enfermería arcaicas que prefieren “sustituir” las habilidades perdidas. Prefieren seguir siendo imprescindibles para el enfermo. Estos conceptos, afortunadamente, han ido evolucionando al punto que estas dos disciplinas sanitarias empiezan a dar la importancia que merece esa independencia, sin menoscabo del aporte de ayuda cuando esta sea imprescindible.

Pero por el camino, mientras en el mundo anglosajón y en Sudamérica la terapia ocupacional se desarrollaba a pasos agigantados y ocupaba un lugar primordial en el sistema sanitario, aquí en España la profesión sigue siendo el “hermano pobre”. Hagan la prueba. Salgan a la calle, vayan a la cafetería o pregunten a un familiar: ¿qué hace un terapeuta ocupacional?

Descubrirán que muchos lo confunden con otras profesiones alejadas de la rehabilitación, y lo entienden como un extraño híbrido donde se concentran conceptos y profesiones tan dispares como el Trabajo Social, Monitor de Tiempo Libre, Psicología… seguimos viendo la sanidad como la contemplábamos hace cuatro o cinco décadas, un coto donde el médico manda, y la enfermería obedece. Donde auxiliares y celadores son como los peones de obra. Donde no existe cabida a otro tipo de disciplinas.

La realidad debería ser bien distinta. En pleno siglo XXI, la interacción y el trabajo en equipo han dinamitado ese modelo piramidal y jerárquico, dando idéntica importancia para la recuperación de un individuo a unos y a otros. Sin embargo, cien años no han bastado para que los terapeutas ocupacionales puedan sentirse parte esencial de nuestro sistema sanitario, e incluso sufren el ninguneo de la Administración, que nos los considera “útiles” y el intrusismo de otros profesionales, que se creen capaces (sin serlo) de hacer ese trabajo. Ya va siendo hora de hacerlos visibles. Tomen nota e infórmense, por favor, sobre esta profesión tan hermosa. No dejen pasar otros cien años.

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