El parricida José Bretón, condenado en 2016 por asesinar a sus dos hijos. FOTO: EUROPAPRESS.
El parricida José Bretón, condenado en 2016 por asesinar a sus dos hijos. FOTO: EUROPAPRESS.

“A nosotros nos dan miedo los padres de familia que tienen a una chica encadenada en el sótano”, dijo Almudena Grandes en un acto celebrado en Jerez este pasado verano. Y tanto. La idea de que un padre es capaz de amenazar, abusar, violar y matar a una niña asusta. Sobre todo porque parece ficticio que un padre sea capaz de llegar a ello. Está dentro del umbral de lo anormal, de lo irreal. Cuando deberíamos concebirlo como una (evitable) realidad, ya que según la Asociación de Mujeres Víctimas (Amuvi), más del 80% de abusos y violaciones que se perpetúan en España, el agresor proviene del entorno familiar.

El tema sigue siendo tabú por más que hagamos cadenas de tuits, el tema sigue siendo invisible si cuando una mujer –con el nudo en la garganta— cuenta su historia de amenazas y palizas por parte de su pareja o ex pareja, y la gente no la cree. ¿Cómo va a ser capaz un padre, que es a su vez hijo de otra mujer, de hacerle daño a su retoño, fruto de su sangre? La idea da miedo. Pero igual da más miedo el silencio, el pacto secreto entre familiares para no hundirle la vida a alguien que ya ha causado un sufrimiento o que está punto de quitarle la vida a otra persona para dejar muerta en vida a otra.

"Ya te puedes ir despidiendo de las niñas". "Me voy a cargar lo que más quieres". "Te vas a quedar sola. De aquí yo voy a acabar en la cárcel y todos muertos". Estas son algunas de las amenazas que Ricardo Carrascosa, el parricida de Nerea y Martina, las dos niñas de seis y tres años que fueron asesinadas por él en Castellón el pasado 25 de septiembre, le decía a la madre de sus hijas, Itziar. Si bien ella presentó una denuncia en febrero de este año, la juez "especializada en violencia de género", le denegó la orden de protección que solicitaba para ella y sus hijas.

“No han escuchado a mi madre, nadie la ha creído". Fueron las palabras que pronunció la hija de la mujer asesinada por su pareja en Úbeda este pasado domingo 23 de septiembre. Y en esta semana, las tres mujeres víctimas por violencia de género, así como la madre de las niñas de Castellón asesinadas por su progenitor, habían denunciando malostratos. Denuncias con un final atroz. Denuncias previas que tanto alientan las campañas del Ministerio de Igualdad que de nada sirven si luego la justicia les da la espalda, las abandonan y las dejan frente a su asesino.

Igual que las mujeres deben romper con su silencio, los hombres deben condenar a los compañeros que vejan, golpean y matan. El famoso lema "Si tocan a una nos tocan a todas" debería invertirse y que los hombres salgan a la calle para denunciar lo que el género masculino es capaz de hacer: 77 feminicidios en lo que va de año, siendo este septiembre el peor mes desde diciembre de 2008, según feminicidio.net.

Las mujeres se encuentran en una situación de vulnerabilidad: son consideradas inferiores, personas de segunda y en algunos casos no son tratadas como personas; y su discurso no tiene legitimidad porque, al ser inferiores, sus afirmaciones suelen ser cuestionadas, como cuando un niño le dice a sus padres: "Mi tío ha abusado de mí", y estos no le creen porque no tiene legitimidad, se lo está inventando. En base a estas dos claves, en el imaginario social las mujeres siguen siendo unas mentirosas que no hacen más que exagerar sus historias de sufrimiento y malostratos.

Recuerdo que cuando entrevisté a Ana de Miguel para este mismo medio, la filósofa feminista me comentó que las madres —también los padres— siempre le dicen a las hijas: "Ten cuidado", cuando estas salen a la calle. A lo que De Miguel continúa: "Ese ten cuidado lleva implícito un mensaje: ten cuidado con los depredadores masculinos, con los hombres, pero claro, no lo dicen porque tu padre, tu hermano, tu hijo..., también son hombres y tienen miedo a señalarlos".

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