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Este verano hace treinta años de aquel loco final de la campaña  86-87, con un galimatías de liguillas y mini-liguillas liosas que nos dejó la “Liga del Play-off”.

Este verano hace treinta años de aquel loco final de la campaña  86-87, con un galimatías de liguillas y mini-liguillas liosas que nos dejó la “Liga del Play-off”.

Hoy por hoy existe todavía mucho desconocimiento sobre aquella liga, sobre todo entre los más jóvenes, y algunos directamente lo zanjan con que “el Cádiz se salvó porque su presidente se inventó una liguilla final”…, como si Irigoyen fuera el rey del mundo,  sin pararse a pensar que, si bien fue idea del presidente cadista, las propuestas habían de ser aprobadas en el seno de La Liga. Y si resultó aprobada fue porque convenció. Vamos por partes.

Nos situamos en el verano del 86; se había disputado, por cuarta vez, la Copa de la Liga en junio, una competición con el objetivo de aumentar los ingresos en los clubes mediante la taquilla, y por cuarta vez volvía a no cumplir con las expectativas; no atraía especialmente al espectador, traduciéndose en pobres asistencias. Y eso, en una época donde todavía no había ofertas millonarias de las televisiones (de hecho sólo existía TVE), ni todavía se explotaba el mercandishing como ahora, era ruinoso.  La LFP no se dio por vencida y decidió trasladar esa carga de partidos a la propia Liga, convencida de que, al tratarse de la principal competición del país, esta vez habría beneficios a punta pala. Así pues estableció que tras jugar la liga regular, el campeonato quedaría dividido en tres mini-ligas paralelas, mal llamadas Play-off; los seis primeros lucharían entre sí por el título de Liga y los puestos europeos, los seis siguientes por una plaza para jugar la Copa de la Liga, y los seis últimos para evitar quedar entre los tres últimos, que descenderían a Segunda. La broma costaría diez partidos de más para cada equipo, postergando las vacaciones. Si ya antes de empezar había “arrugamientos de hocico” por parte de algunos, el despropósito se confirmaría en los propios Play-offs.

Porque lo de la Copa de la Liga trajo mandanga;  como ya dijimos, se premiaba al campeón del segundo grupo con participar en esa competición, ya únicamente en modo triangular junto con el campeón de Liga y el de Copa, a disputar tras los Play-offs. Sin embargo, a medida que estos transcurrían, los equipos manifestaban estar quemados con tanto partido, era realmente una locura para lo que no se estaba preparado.

Totalmente fundidos, R.Madrid, At.Madrid y R. Sociedad, los tres equipos llamados a jugar tal triangular, decidieron enterrar la Copa de la Liga definitivamente dando la temporada por finalizada y marchándose de vacaciones. La carita que se les debió quedar al resto de equipos del segundo grupo tuvo que ser un poema; se podían haber marchado igualmente de vacaciones al acabar la fase regular y no hubiera sucedido nada.

Por último, quedaba el tercer grupo, donde se salvaban tres y descendían otros tres.  No vamos a engañarnos, con esas condiciones el Cádiz era carne de Segunda; muy limitado, acabó como colista en la fase regular, y tampoco pudo remontar en el Play-off del tercer grupo.  Para salir del descenso debía recuperar seis puntos, por entonces tres victorias, amén de lo que también hicieran penúltimo y antepenúltimo, y eso en una liguilla de diez partidos era titánico. El Cádiz  ni siquiera podía permitirse el lujo de conservar empates, sólo podía salir a por la victoria, a la desesperada, a tumba abierta;  los riesgos fueron evidentes; los rivales aprovechaban las contras, y el equipo amarillo acabó dejándose ir ante la imposibilidad de remontar tres puestos y acabó matemáticamente descendido a falta de cuatro jornadas. ¿Game over?

 Irigoyen denunció pues la alteración de las condiciones de la competición, mientras todavía se estaba jugando

Todavía se estaban jugando los Playoff cuando se decide que semejante fiasco de Liga no se iba a repetir más; el agotamiento y la longevidad de la competición eran las causas principales. Pero volver a la liga de 18 equipos sin más no solucionaría el problema para que los clubes ingresaran más dinero. Así pues se decidió algo que tenía que haberse hecho desde el principio, aumentar la liga a 20 equipos, que resultarían ser 38 jornadas y dos taquillas más por estadio y club. La idea seducía; desde luego, cuatro partidos no eran lo mismo que diez, los jugadores podían sobrellevarlo. Con esta ampliación, y ya resueltos los tres equipos que ascendían de Segunda a Primera, se decidió mantener a Osasuna y Racing, antepenúltimo y último, y bajar sólo al Cádiz, el colista.

Sin embargo, cometen la torpeza de anunciar estos cambios cuando todavía andaban jugando los Play-off. Irigoyen denunció pues la alteración de las condiciones de la competición, mientras todavía se estaba jugando; eso de que sólo bajaba uno y no tres se tenía que haber dicho antes de empezar la Liga.  Esgrimió, además, que de haber sabido que finalmente sólo iba a bajar el colista, la planificación hubiera sido diferente, no hubieran salido tan a tumba abierta con la consecuente pérdida de puntos clave, sobre todo al final de la liga regular y en el propio Playoff. 

Como solución al desaguisado ocasionado, Irigoyen propuso un triangular entre los tres equipos que por reglamento debían descender,  y el que acabara último jugaría en Segunda el próximo año. Su carisma y argumentos finalmente convencen en la Federación, y  quedaba aprobada su propuesta;  incluso Osasuna y Racing acabaron aceptando, confiando en  su teórica superioridad y el tener una taquilla más, si bien corrientes de opinión más apasionadas entendían que Irigoyen había movido sus hilos para que la Federación aceptara semejante liguilla, y que los otros dos equipos se vieron forzados a aceptar para no ser blanco de iras.

Así pues, se decreta el descenso de Osasuna, Racing y Cádiz, tal y como estaba reglamentado desde el principio, para a continuación anunciar una liguilla de ascenso entre los tres, con dos plazas para jugar en Primera. Esto es muy importante; ¡no era una liguilla de permanencia, sino de ascenso! Es por ello porque estos tres partidos no se contabilizan en Primera.  La LFP sorteó  el triangular, llamado “liguilla de la muerte”, a sólo una vuelta, jugando cada equipo un partido fuera y otro en casa; se aproximaba peligrosamente el 30 de junio, que marcaba el final de temporada, y no había fechas para más.

Para compensar la ausencia de partidos de vuelta, se lanzarían tandas de penaltis al acabar los partidos,  siendo este método el primero  para desempatar en caso de igualdad de puntos. 

La LFP sorteó  el triangular, llamado “liguilla de la muerte”, a sólo una vuelta, jugando cada equipo un partido fuera y otro en casa

En el primer partido, un Cádiz motivado ante la nueva oportunidad visitaba a un Racing que parecía tener el efecto contrario; Barla adelanta al equipo amarillo, pero los locales acabarían empatando. En los penaltis, el Racing ganó 4-3. Con esto, el segundo partido en Carranza ante Osasuna se antojaba decisivo; Mágico González adelantó a los cadistas de penalti, pero en el segundo tiempo, tras sufrir dos expulsiones, se acabaría encajando el gol navarro y gracias, porque se descontaron catorce minutos de descuento debido a las interrupciones propiciadas por el lanzamiento de objetos en protesta por las expulsiones.  Esta vez, el Cádiz ganó en la tanda por 4-3, aunque si el portero Jaro no hubiera fallado su lanzamiento, se habría ganado por 5-3, un pequeño detalle que le hubiera valido al Cádiz evadirse de la Segunda División, ya que con ello el equipo amarillo no podía quedar tercero, quedara como quedara el último partido.

Con este nuevo empate a 1 y victoria por 4-3 en los penaltis, sin embargo, existía la remota posibilidad de que en el tercer partido Osasuna y Racing empataran a 2 (o a más goles) y ganara Osasuna  en los penaltis; así se hubiera dado un triple empate a dos puntos, con una tanda de penaltis ganada y otra perdida por cada equipo,  por lo que habría que recurrir a los goles marcados durante los partidos, relegando al Cádiz a la tercera plaza por haber tenido menos.  Cuentan las malas lenguas que jugadores y directivos del Osasuna estuvieron haciendo cábalas para impedir la permanencia del Cádiz en Primera. Sin embargo, ya sea por lo complejo del amaño, por desconocimiento del mismo, o simplemente por profesionalidad, como así parece ser, el Osasuna se dejó de historias y venció 2-0 al Racing, condenando al equipo montañés a la Segunda con un solo punto, por dos el Cádiz y tres el cuadro navarro.

De esta forma el Cádiz conseguiría quedarse en primera, de la que no abandonaría hasta 1993, y quedando por ver aun sus mejores años en la máxima competición nacional.

Punto de vista racinguista:

Los gaditanos habían descendido de no ser por la estratagema federativa de su presidente, pero en el último momento y con el campeonato ya finalizado se decidió disputar un nuevo play-off con los tres últimos clubes. Irigoyen pergeñó un auténtico ejercicio de funambulismo federativo.

¿Por qué Osasuna y Racing plegaron velas ante la absurda petición del Cádiz? En principio, obviamente, se negaron, y en la Federación se les dio la razón. Irigoyen mandó a la segunda reunión a su 'perro de presa', Javier Téllez, como presidente en funciones de los gaditanos. Éste insistió a lo burro en que había que jugar una promoción entre los tres últimos equipos clasificados. Un playoff, después de la Liga y de otra liguilla... Algo surrealista y ya con el Cádiz descendido. Téllez repitió las extrañas teorías de injusticia de Irigoyen y se negó en rotundo a cualquier otra solución. En principio, nadie le hizo caso y se habló del 'rostro' que tenían los cadistas. Pero Irigoyen tenía un as en la manga: el presidente de la Federación, José Luis Roca, le debía un favor por su apoyo en una votación de censura y amenazaba con echar abajo todos los acuerdos en la siguiente asamblea, que tenía un delicado equilibrio.

El secretario general de la Liga, Jesús Samper, calificó la amenaza del Cádiz como «un atentado a la democracia cuando todos los clubes se han mostrado de acuerdo con las propuestas presentadas». Dio lo mismo, Irigoyen removió Roma con Santiago. El Consejo Superior de Deportes, la AFE, la Liga y la Federación temían la amenaza de un conflicto, así que Racing y Osasuna, pensando de manera estúpidamente confiada que como el Cádiz estaba muy mal deportivamente no iba a tener opciones de ganarles, cedieron ante la presión de varios estamentos. Al máximo dirigente del Racing, José Antonio Cagigas, no le quedó otra opción que aceptar, temeroso ante las consecuencias que podría tener plantarse ante la Federación y la Liga, aunque muchos aficionados le pidieron que no cediera al chantaje de los cadistas. El club santanderino se aseguraba una taquilla más y evitaba problemas con las instituciones… Ese era el supuesto consuelo.

 

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