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La sociedad nos pide ese cambio, solo se encuentra con el yugo de esos inadaptados que utilizan sus flechas para no perder un estatus conseguido a base de dominación.

Hace unos días tuve la osadía de desnudar mi alma para expresar mis sentimientos. No, no es algo nuevo, de hecho lo hago cada vez que escribo, pero el artículo anterior fue mucho más allá de lo habitual. Sin careta, sin antifaz expresé mi machismo y no se crean, ávidos lectores, que esto no me ha granjeado algún que otro enemigo. La mayoría me apoyó, pero siempre hay alguien que no se entera o más bien, como dice un amigo mío, no se quiere enterar. Por ello, en la misma línea del anterior y quizás como consecuencia del mismo, hoy mi artículo se rotula con unas letras odiadas por muchos: feminista. Un día, ante amigos, dije aquello de “yo no soy machista, pero tampoco soy feminista”. Cagada máxima.

Desde mi punto de vista machista, no podía entender qué significado tiene esa palabra tan compleja, quizás sí en lo básico, pero no en lo profundo. De entrada, el antónimo de feminista no es machista. Es lo primero que debía comprender. Lo contrario de machista es, por ejemplo, ser persona. Fácil. No estamos ante una guerra de blancos y negros, izquierdas o derechas, buenos y malos… lo siento, sé que nos gusta muchos polarizar, sintetizar y agrupar, para luego enfrentar, pero en este caso no. No, no es así. El adjetivo feminista no debe ir asociado exclusivamente a la mujer, sería un error en sí mismo, un error de interpretación de concepto. Porque el feminismo va más allá del género, es otro nivel distinto. Tendemos a creer que si la mujer gana en derechos, en libertades, el hombre los pierde, pero no es así. El hombre con la evolución también gana.

La sociedad nos pide ese cambio, solo se encuentra con el yugo de esos inadaptados que utilizan sus flechas para no perder un estatus conseguido a base de dominación. Más allá de la corriente ideológica, en España, en los años 30, la mujer pudo votar por vez primera. En los 40, la mujer se vio sometida al papel de sumisa y perfecta ama de casa, aguantando a su prole y aguantado todo lo que quisiera el marido. No, lo de más allá de la corriente ideológico lo retiro, no es mera casualidad. Todavía hay quien piensa que eso es lo correcto, que ese es el papel de la mujer. Incluso los hay que van más allá, les permite que sean la cara para escudarse vilmente y seguir manejando los hilos. Al igual que ésta, también hay otras formas de justificar el estar defendiendo la igualdad. Hablamos de la sobreexplotación de la mujer ofreciéndola como un producto más, distorsionando el concepto de visibilidad.

Esto es mucho más sencillo, se trata de naturalidad, de normalidad, no hay que preguntar, no hay que utilizar. Es así como se va metiendo en la psique ese concepto y llevarlo a la práctica poco a poco. Cuando se está en una situación dudosa, es bueno preguntarse no qué harías si fuera tu hermana, tu madre o tu hija —como dicen muchos—, sino qué harías si fueses tú. Sencillo. El feminismo es un movimiento de lucha, de superación, de reivindicación, de derechos, de equiparación, de respeto, de solidaridad, de sentimiento, de igualdad, de justicia, de libertad. Una vez comprendido todo ello, llego a la conclusión de que sí, soy feminista y no lo sabía, ahora lo sé. Y tú que lo niegas ¿seguro que no lo eres o que no quieres serlo?

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