Cuando más capacidad existe en la sociedad para localizar a alguien (dispositivos tecnológicos, móviles, redes sociales…), más difícil nos resulta encontrarlos.
Tal día como ayer se cumplían diez años, nada menos, de una de las desapariciones más mediáticas que se hayan producido en el mundo: la de la niña británica Madeleine McCann. Muchos fueron y aún son los factores que hicieron de aquella historia, portada de periódicos, revistas y cabeceras en informativos internacionales. Quizás el hecho de producirse en Portugal, mientras los padres disfrutaban de sus vacaciones, o el hecho de que el momento de la desaparición se sospeche en un momento de la noche en que sus padres no se encontraban en el apartamento que tenían alquilado… aunque sin duda lo que más llamó la atención de la opinión pública, fue una imagen. La que recorrió el mundo entero y que mostraba a una cría de apenas tres años de edad, de rubios cabellos y mirada inquietante.
Por el camino de su desaparición, regado a cada semana de nuevos sospechosos y líneas de investigación, fueron muchos los damnificados al ser señalados por la duda, empezando por unos sacrificados padres que durante muchos meses fueron colocados en la picota del amarillismo periodístico y de la propia policía.
El caso es que, tras mucha búsqueda infructuosa, apoyada en las redes sociales y las más modernas tecnologías criminalísticas… de Madeleine no se ha encontrado ni un triste cabello. Algo parecido a lo que sucede aquí en España con Marta del Castillo, si bien en este caso, al menos tenemos la seguridad de su muerte, y solo buscamos un cuerpo al que dar sepultura.
Casos mediáticos, sí, pero que apenas suponen la punta de un iceberg que a cada año se suman nuevas víctimas sin que tengamos noticias de avances en las investigaciones. Y si no, hagan la prueba y traten de recordar cuándo fue la última vez que se encontró el cuerpo de uno de estos ilustres desaparecidos, si quiera ya cadáver.
Nos enfrentamos a una curiosa paradoja. Cuando más capacidad existe en la sociedad para localizar a alguien (dispositivos tecnológicos, móviles, redes sociales…), más difícil nos resulta encontrarlos. Desapariciones que ya se contabilizan en 4.164 personas, según fuentes del Ministerio de Interior, y que suponen una lacra que no tiene visos de resolución a corto o medio plazo. Más de cuatro mil familias pidiendo respuestas. Más de cuatro mil dramas.
Somos 4.164 menos… no lo olvidemos.
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