“Aunque pocos quieren irse, en Andalucía los jóvenes tienen que hacer la maleta para no morir siendo pobres”. Con esta afirmación, el periodista andaluz Fran Galbarro introducía en Twitter uno de esos artículos que desmontan el supuesto milagro económico de nuestra tierra. Los y las jóvenes no solo no han dejado de emigrar a otras autonomías o países con más prosperidad; ahora son más los que se van. Pobreza o emigración, el entristecedor truco o trato con el que la juventud andaluza es recibida a su llegada al mercado laboral, debiendo elegir entre hacer la maleta o morir siendo pobre, tal y como decía Fran en su tuit.
Si hay algo que une a toda Andalucía, tierra de bellas diferencias entre provincias y municipios pese a los estereotipos y prejuicios que pueblan la campaña electoral, es la amarga alegría o la dulce pena de nacer andaluz o andaluza. Abrir los ojos, crecer jugando en el barrio, recogerse a las tantas, viajar por tantos rincones, amar y disfrutar de la mejor tierra del mundo, para tener que abandonarla con 20, 25 o 28 años ante la falta de oportunidades. Una desazón que solo siente la juventud andaluza y que no le deseamos a nadie, aunque no estaría de más que los hijos y las hjas de nuestros gobernantes, en especial de quien niega esta realidad, pasen por este trago para saber lo qué se siente al amar tu tierra y tener que dejarla atrás.
Podríamos inundar una docena de artículos con datos sobre pobreza, desempleo o emigración juvenil. Y seguiría dando igual, nada cambiaría, porque los problemas de la juventud son ignorados de manera sistemática en Andalucía, hasta el punto de que las derechas, unidas como siempre cuando se trata de defender a los suyos, cerraron las puertas del Parlamento de Andalucía a todos los jóvenes andaluces, de izquierdas o de derechas, progresistas o conservadores. Yo estaba allí, atónito, cuando todas esas luces, desde la ultraderecha al asiento de Juanma Moreno, se sumaron para bloquear un grupo de trabajo que hubiera permitido llevar al Parlamento todo lo que nos importa a los y las jóvenes.
Así, tres de cada cuatro jóvenes cree que vivirá peor que sus padres y cuatro de cada cinco se siente abandonado por el Estado. Ya sea cargando cajas, llamando en un call center y poniendo copas a 40 grados, o camino al Blablacar, el autobús o el avión para volver lejos de casa, nuestras vidas en Andalucía distan de estar al nivel del trabajo, el esfuerzo y el sacrificio que hemos hecho. Hemos cumplido con lo que nos pidieron, construyendo joven a joven la generación más preparada de la historia de nuestra tierra, una generación que enorgullecería a quienes se manifestaron aquel 4 de diciembre para que pudiéramos crecer libres en nuestra tierra.
Por ellos y ellas, por nuestros padres y nuestras madres que han dado todo para darnos el mejor futuro, por los amigos y amigas que se han ido y por los que se tendrán que ir, este domingo tenemos la oportunidad de llenar las urnas de votos pidiendo una Andalucía donde podamos ser jóvenes, trabajar y vivir sin necesidad de pasar penurias o hacer las maletas. Solo pedimos trabajo y dignidad para que nuestra tierra prospere y la próxima generación de jóvenes no tenga que crecer con la pesada certeza de vivir en una tierra de la que algún día deberá marcharse.
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