A 88 años del asesinato de Blas Infante a manos del fascismo, es imprescindible seguir trabajando en estrategias soberanistas para la emancipación de Andalucía. Y lo decimos con urgencia y sin atisbo de duda, mientras la figura, vida y obra de Blas Infante siguen más vigentes que nunca y la derecha y la ultraderecha intentan acabar de manera implacable e impune cada día con los principios mínimos de la autonomía andaluza. El Estatuto y las instituciones propias que conquistamos por la dignidad de Andalucía, por la igualdad y la exigencia de que Andalucía se pusiese al frente de su propio futuro, hoy son instrumentalizadas por PP, PSOE y demás partidos centralistas para peleas partidistas que nada tienen que ver con lo que necesitamos los andaluces y andaluzas, con lo que nos merecemos, con lo que nos duele.
La actual alianza reaccionaria con mayoría absoluta de PP y extrema derecha en el gobierno de la Junta de Andalucía nos hace retroceder en derechos y profundiza en el expolio de nuestros recursos: más trabajo precario para multinacionales, más control sobre el cuerpo de las mujeres, más hoteles y vivienda turística, más megaplantas fotovoltaicas, más minería, más acaparamiento de tierras por fondos de inversión, más dinero público para aseguradoras privadas … y un largo etcétera. A Andalucía se la controla desde fuera y se le roba sin pudor, y los partidos estatales y sus sucursales andaluzas son tanto responsables como beneficiarios de estas nuevas políticas extractivas agresivas de acumulación capitalista.
Lamentablemente, no es una historia nueva. De hecho, es una historia demasiado antigua. Como Blas Infante afirmó: “Yo tengo clavada en la conciencia desde la infancia la visión sombría del jornalero. Yo lo he visto pasear su hambre por las calles del pueblo”. Podemos seguir un hilo conductor que une hechos relevantes de la Historia de Andalucía como son la creación del latifundismo para privilegiar a los nobles castellanos tras la conquista a finales del siglo XIII, el caciquismo, la retirada de inversión del Estado en industria andaluza durante el siglo XIX y la apuesta por la actividad extractiva de la agricultura, las emigraciones masivas de los años 50 y 60 del siglo XX o la instalación de las bases de la OTAN en Rota y Morón. Nada ha sido casual. Sobre Andalucía ha mandado desde hace siglos todo el mundo menos ella, obligándola a sacrificar su tierra, sus recursos y su gente siguiendo órdenes de muy lejos. Incluso de forma reciente, la Unión Europea ha designado Andalucía como “Zona de sacrificio” debido a nuestros minerales y nuestro sol. Europa dice que nos necesita y el saqueo continúa.
Pero lo que realmente necesita Andalucía es decidir por sí misma: ser soberana para poder elegir las actividades que no comprometan nuestro porvenir, para rechazar aquello que hipoteque el bienestar de las siguientes generaciones. Para poder elegir el mejor de los futuros posibles. Andalucía necesita más soberanía para luchar por un sistema de financiación justo, para que las empresas localizadas en Andalucía, el Puerto de Algeciras, las grandes cadenas hoteleras de la costa, el Polo Químico de Huelva, etc. cuenten en nuestra balanza fiscal; soberanía para adquirir más competencias como la red ferroviaria, más necesaria que nunca para evitar la desconexión y el continuo caos en los trenes en Andalucía; más soberanía para mantener nuestros servicios públicos, la sanidad y la educación, lejos de fondos buitre y multinacionales que solo buscan su propio lucro; para proteger nuestra tierra de los mares de placas fotovoltaicas del oligopolio eléctrico sin orden ni límite. Más soberanía para redistribuir la riqueza y fortalecer y vertebrar nuestro territorio. Para retirar a políticos profesionales que se suben el sueldo y bajan los impuestos a las grandes fortunas. Para exigir todo lo que se nos debe, y para que dejen ya de tratarnos como la vecina pobre y sumisa, deslomada de trabajar para los ricos. Solo con soberanía podemos conservar la dignidad.
“Andalucía debe ser dueña de su cultura y de su historia”, decía Blas Infante. “El porvenir de Andalucía depende de los andaluces”, aseguraba. Las ideas de Blas Infante siguen, 88 años después, más actuales que nunca. En este nuevo milenio en el que resurge el fascismo, con una Europa llena de conservadurismo, oportunistas, inestabilidad e incertidumbre, al menos podemos tener una certeza: que en Andalucía nos sobran ganas de seguir luchando por ser dueños de nuestra historia. Que, desde el andalucismo, vamos a contestar con la única herramienta que puede salvarnos: reclamando más competencias, más autogobierno y más soberanía.


