Así ha sido la detención de Julian Assange en la embajada ecuatoriana de Londres.
Así ha sido la detención de Julian Assange en la embajada ecuatoriana de Londres.

Hoy se juzga si Assange es, o no, extraditado a EE. UU. El canal ard, La1 alemana, ofreció ayer una velada temática sobre el Estado de Derecho, con la tortura como elemento argumental; una película desdoblada en dos para observar dos perspectivas y una idea: el Estado de Derecho es la única garantía para evitar la arbitrariedad. ¿Lo es? ¿Cuándo lo es? Ferdinand von Schirach. El Papa de Roma le corta el grifo del dinero a la iglesia de los ricos que habita en El Vaticano con un disfraz tosco de pobre, mientras en España quiere hacerse dueña también de la muerte. El telediario alemán muestra el mapa del aire y la contaminación de la Nochevieja de 2019 y el de esta: cohetes y petardos llenaban aquella de rojo y esta de aire limpio. ¿Qué hacemos con el derecho individual a tirar petardos?

Leo, primero, que la tendencia es comprarse una furgoneta y hacerse la fantasía de ser un viajero que va y viene por donde le da la gana, que se hace su propia ruta de viaje, aparca donde quiere y duerme donde le parece mejor. Varios fabricantes las ofrecen ya, pero con lista de espera. Aparecen crónicas donde se le hace, a la furgoneta, el artículo para presentarla como el último grito de modernidad e individualidad. Artículos donde se le ofrecen al futuro-Hombre-libre la misma guía que a todo el mundo y varias rutas y lugares imperdibles. Seguramente, todas las fregonetas terminen en los mismos aparcamientos-mirador, en las mismas gasolineras y estaciones de servicio especializadas, aparcadas en las cunetas vecinas que la campechanía convertirá en aparcamientos de urgente individualidad, que solo será un momento. Toda una infraestructura que necesitará devorar algo más de paisaje.

La singularidad, sin embargo, podría expresarla cualquier individuo desde un tren o un autobús que llega a su parada y se baja a buscar su propio destino, a dejarse sorprender ante lo que pueda aparecer ante sus ojos, y atreverse a entrar en un local que nadie haya recomendado. El derecho individual a la libertad de movimientos y a hacer lo que a cada uno le dé la gana, incluso a clonarse para repetir los movimientos de varios miles al mismo tiempo, no se pone aquí en cuestión. Singularidad requiere, sin embargo, algo más de valentía y criterio propio, además de atreverse a fracasar, algo que nuestra cultura del consumo nos ha arrebatado: el derecho al aprendizaje. Quien compra paga y quien paga manda, y se ordena a sí mismo no ser defraudado ni por sí mismo. Por eso, quizá, se escuchan tantas loas por todas partes a personas con la factura en el bolsillo interior de la chaqueta y el sello de pagado bien visible.

En el teatro se aplaude la satisfacción comprada, y la obra de la que todo el mundo hablaba, que por eso se está allí; en el diario, la verdad leída; en el viaje, el descubrimiento descrito en la guía pagada; en la política con el voto en la mano y la decepción del todos son iguales cuando el votado no cumple como el votante quería. En las redes sociales se sigue el mismo patrón: le doy el like a quien sigo porque lo sigo y me regala la emoción de sentirme cerca de ese a quien sigo porque todo el mundo lo sigue, o dejo de seguirlo y lo bloqueo si ya no me identifico con sus textitos. ¿Interés? No, me gusta o no.

No queda espacio para la singularidad, sobre todo alumbrada por la posibilidad del error. Todo lo que no gusta se considera una pérdida de tiempo o de dinero, y se niega el espacio a lo que simplemente pueda interesarme aunque pueda no gustarme.

El año que acaba de empezar podría ser varias cosas, aunque sin posibilidades ilimitadas. Al problema de los confinamientos y las restricciones podríamos intentar darle la vuelta en posibilidades, en buscarte las grietas, pero no exactamente para la picaresca. ¿Podríamos empezar por preguntarnos qué es lo que de verdad nos gusta y lo que no? ¿Podríamos empezar a leer algún periódico que no sea de nuestra órbita con cierta regularidad y ver qué pasa en nosotros? Podríamos salir de paseo sin guía ni plano por nuestro propio barrio, pero por esas calles por las que nunca vamos. Podríamos tomar un bus de una línea que no hayamos tomado nunca y salir de nuestro barrio. Podríamos ir caminando o en bici, en lugar de tomar el autobús. Vivimos en lugares que a penas conocemos o que no conocemos en absoluto. Pisemos las calles que nunca pisamos, miremos adonde nunca miramos. Probemos a caminar sin rumbo concreto ni destino definido un par de semanas y veamos qué pasa en nosotros.

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