Y sin embargo cuando

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Mujeres con mascarillas, en días pasados en Sanlúcar.
Mujeres con mascarillas, en días pasados en Sanlúcar. MANU GARCÍA

Duermo sin ti y contigo sueño, que diría Sabina. Hace demasiado tiempo que perdimos todo vestigio de normalidad. Hace unos cuatro meses creímos recuperarla, pero era un espejismo. Entonces volvimos a tomar las calles, las playas y las terrazas. También muchos tomaron las discotecas, los botellones y las aglomeraciones incívicas. Demasiados se ampararon en el ya pasó. Y de aquellos polvos… estos lloros. Lloramos, lloramos por las vidas que perdemos a diario, por los proyectos que no se realizan, por los negocios que echan la persiana para siempre, por la soledad infinita de nuestros mayores en las residencias, por la fragilidad de nuestros abuelos y de nuestros pulmones. Tenemos miedo pero algunos no se enteran. Tampoco es tan difícil de entender lo que tenemos que hacer. Y sin embargo cuando veo las actitudes imprudentes, insolidarias e inconscientes, se me quita el sueño.

Los únicos culpables no son los malnacidos que no se dan cuenta de la barbarie de la pandemia. También lo son los políticos irresponsables, los que especulan con el sufrimiento ajeno y los que mercadean con los muertos. Hace un par de días, España alcanzó la más que dramática cifra de un millón de contagiados de coronavirus. Hace un par de días, nuestros representantes políticos se enfrascaron en una batalla yerma —una más— desde el atril del Congreso de los Diputados. Una moción de censura inútil, sin el respaldo de un proyecto y sin alternativa de futuro. Pura propaganda de guerra de chiringuito en medio de una guerra de verdad. A nadie se le escapa que ilegalizar partidos nacionalistas o expulsar a inmigrantes irregulares en cuanto toquen tierra son las principales medidas para frenar el virus. Y sin embargo cuando pienso en la cantidad de personas a las que conozco y que los han votado, vuelvo a los lloros.

Los únicos culpables no son los malnacidos que no se dan cuenta de la barbarie de la pandemia. También lo son los políticos irresponsables

Mientras la gente muere, mientras los sanitarios se desfondan, mientras las cirugías se posponen, mientras los niños no pueden jugar fuera, mientras los camareros se van al paro, mientras las pequeñas empresarias terminan de comerse sus ahorros, mientras los sueños se desvanecen… las hienas ríen. Tengo que confesar que ver a los políticos de las siglas innombrables aplaudir con frenesí y regalar carcajadas desde sus escaños a las ocurrencias psicótico-fascistas de su líder todo poderoso, siento vergüenza nacional. Me avergüenzo de su falta de escrúpulos, de quienes los han votado, de los líderes políticos contrarios —cuya inoperancia ha legitimados a los voceros—, de nosotros como país, como sociedad adulta y como seres humanos. Y sin embargo cuando escucho sus alaridos desde la tribuna, me dan ganas de aullar como si acabara de sufrir una dentellada en el costado.

Y sin embargo cuando duermo sin ti, contigo sueño. Sueño con poder volver a pensar a medio plazo, con no tener tanto miedo, con no exprimir esta rabia. Sueño con un mundo sin carcajadas ante la muerte, sin alaridos de voceros, sin despedidas ausentes. Sueño con personas que se dediquen a trabajar por los demás, a aportar algo, a ser un poco más humanos. Sueño con no volver a tener la misma pesadilla.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído