El sexto rey de Babilonia

Aunque ha pasado a la posteridad sobre todo por el código legal que lleva su nombre, Hammurabi, rey de Babilonia, fue ante todo un estratega

Antonia Nogales

Periodista & docente. Enseño en Universidad de Zaragoza. Doctora por la Universidad de Sevilla. Presido Laboratorio de Estudios en Comunicación de la Universidad de Sevilla. Investigo en Grupo de Investigación en Comunicación e Información Digital de la Universidad de Zaragoza.

Una imagen de los efectos del volcán en el poblado de Todoque.
Una imagen de los efectos del volcán en el poblado de Todoque.

Aunque ha pasado a la posteridad sobre todo por el código legal que lleva su nombre, Hammurabi, rey de Babilonia, fue ante todo un estratega. Supo combinar fuerza y diplomacia para construir uno de los más vastos imperios del Próximo Oriente. Su dominio se extendía a toda Mesopotamia en el momento de su muerte, pero sus sucesores no fueron capaces de mantenerlo. Como parte de su legado, el Código de Hammurabi —uno de los primeros conjuntos de leyes escritas de la Historia— se conserva hoy en el Museo del Louvre de París. Ha sido su forma de permanecer y ya se sabe que la permanencia es supervivencia. El rey babilonio dominaba la estrategia.

Hammurabi es un buen nombre para un barco. Quizás un poco largo pero lo suficientemente especial como para distinguirlo de las lanchas vecinas, y lo bastante extendido como para no perderlo de vista. Hammurabi es hoy la casa de Luis y Margaretha. Luis se jubiló hace mucho. A sus noventa años y con su carrera de médico a la espalda, son muchas las batallas que ha peleado. Probablemente tantas como el sexto rey de Babilonia. Cuando conoció a Margaretha supo que su destino acababa de cambiar para siempre, pues su historia comenzó a ser la interminable historia de los dos. Imagino que cuando miras atrás y puedes ver que has pasado setenta años de tu vida al lado de la misma persona, son pocas las situaciones que no habéis atravesado. Y además juntos. Margaretha, a sus ochenta y tantos, es voluntaria de Cruz Roja. Su otra casa —si es que sigue en pie— está en La Palma, en el barrio de Todoque.

Hace casi veinte días tuvieron que abandonar su domicilio habitual tras la erupción del volcán Cumbre Vieja. No les quedó otra que salir con lo puesto: unas pocas medicinas, algo de ropa y uno de sus tres gatos. Primero pasaron por el polideportivo de Los Llanos y cuando les avisaron de que los trasladaban a Santa Cruz de La Palma, decidieron tomar otro rumbo. Se acordaron entonces del creador del Imperio Babilónico. Hammurabi, su pequeña lancha, vino a sus mentes para ofrecerles un camino distinto. Hace casi veinte días que Luis, de noventa años, y Margaretha, de ochenta y seis, viven en su barca. Muy juntos, muy cerca. No saben hasta cuándo durará esta situación, no saben si los muros que han acogido gran parte de su vida siguen levantados, no saben si sus otros dos gatos están bien. Solo saben que no iban a poder mantener a las tres mascotas dentro de su lancha. Esperan que los comederos rebosantes y el agua de la piscina sean suficientes para aplacar su hambre y su sed. Solo pueden pensar en ellos. Ahora el discreto movimiento de las aguas del puerto mece su sueño en común, alterado por el rugido de la lava que aún sigue brotando. Ahora su casa es Hammurabi, aunque, como siempre, la casa de ella es Luis y la casa de él es Margaretha. Así, cada uno, como el sereno oleaje, es la constante del otro.

A lo largo de su reinado, Hammurabi tuvo que afrontar las labores diarias de gobierno de un imperio, desde hacer frente a inundaciones, gestionar el cuidado de los enormes rebaños de ganado de Babilonia hasta planificar la progresión de sus dominios. Hammurabi era un estratega. La supervivencia es, ante todo, estrategia.

Archivado en:

Si has llegado hasta aquí y te gusta nuestro trabajo, apoya lavozdelsur.es, periodismo libre, independiente y en andaluz.

Comentarios

No hay comentarios ¿Te animas?

Lo más leído