Imagen de la jura de cargos del Gobierno de España. Y se persignó el batería.
Imagen de la jura de cargos del Gobierno de España. Y se persignó el batería.

El noruego sentado a la batería se persignó, justo antes de empezar a tocar Crosswind Landing, una obra para virtuosos absolutos de enorme velocidad interpretativa. De niño chico vi persignarse a las personas antes de que saliera el autobús o al salir de casa a la calle. Ya de grande he visto, en Badajoz, personas que se persignan al pasar por delante de una iglesia; en Cádiz, en Buenos Aires. Ver que lo hiciera un noruego, batería de un grupo de jazz, me dejó maravillado y lo anoté en mi memoria para después.

Seguí disfrutando del concierto de esta banda que pertenece al olimpo de la música internacional y de este batería, Helge Andreass Norbakken, junto a Eyolf Dale y Daniel Herskedal. Volvió a mi memoria, luego, el problema del diablo y el miedo al poder oscuro, que ahora mismo se ha convertido en un elemento de importancia pública en las elecciones brasileñas. Un revuelo que se inició con un vídeo en el que se veía a Bolsorano trasteando con instrumentos atribuidos al demonio; luego fue Lula quien tuvo que salir a defenderse contra la acusación de mantener conversaciones con el maligno.

En mis días de Buenos Aires, paseando una tarde por un barrio común, vimos una bolsa en el suelo, mi compañero de paseo movió, con el zapato, la bolsa con curiosidad y descubrió que su contenido tenía que ver con un ritual umbanda; quedó preocupado por haberla movido: "no debí haberlo tocado". En otra oportunidad, en la pampa húmeda, salió el tema del lobizón, un temor que une al séptimo hijo varón de una familia con el diablo, cuya superstición anuncia que ese séptimo hijo se convertiría en un hombre lobo, razón por la cual se practicaba el ritual, desde el siglo XIX, de que el presidente de la República debía convertirse en el padrino de ese séptimo hijo. Es con este último ritual con el que se une el diablo con la gobernación, y lo cuento para que no parezca absurdo, aunque lo sea, lo que está ocurriendo ahora mismo en las elecciones de Brasil.

Løs europeøs tendemos a vernos de vuelta de muchas cosas, pero resulta que un baterista de una banda de jazz, en serio o en broma, da igual, para impedir simbólicamente que el diablo enrede su cola entre sus trastos, se persigna antes de tocar una pieza de extrema dificultad. Mucho más conocido es, sin duda, ver a futbolistas persignarse antes de lanzar un penalti, para que el diablo no enrede el gol. O, digamos mejor, para que dios combata cualquier manejo en lo oscuro que impida el gol.

Todas estas persignaciones no provocan, en principio, la más mínima impresión, aparentemente, en la sociedad, como el hecho de que siga habiendo personas que cuando alguien estornuda digan Jesús, para que Jesucristo neutralice y combata los malos espíritus que el estornudador expulsaría al exterior de su cuerpo.

Vivimos en tiempos de miedos muy vivos. En Cádiz hay casi una procesión litúrgica cada dos días, algo tan medieval como el Jesús ante el estornudo. Se siguen jurando los cargos ante un crucifijo, dictando sentencias, dando clases. La extrema derecha de la biblia y la espada crece a la sombra de la ultraderecha, aparentemente no interesada en la religión ni en el diablo, sino en proclamas racistas, xenófobas, machirulistas y autoritarias: todo en nombre del orden, un orden natural en el que no habría motivos para tener miedo de nada. Esta ha sido siempre la estrategia ultraderechista y ultracatólica: en su orden no habría nada que temer. Y las gentes se olvidan del terrible caos, de la orgía de pobreza y muerte que todas las dictaduras han dejado a su paso: Stalin, Franco, Pinochet, Videla…

Curiosamente, todas las dictaduras gustan siempre de actuar en la noche, entre los pliegues de la oscuridad: los paseos de cuando Franco, los desaparecidos de Argentina, el viaje a Siberia. Si hay una ideología política envuelta con el diablo, con lo oscuro, es la ultraderecha, sin duda. Si hay un régimen político que llena el mundo de caos es, sin duda, la dictadura, en su forma directa o en su forma más sutil: el neoliberalismo. Las dictaduras y el neoliberalismo dejan las economías destruidas: Franco, Stalin, Videla… Dejan a las personas en las colas del hambre. Y, sin embargo, crece el número de personas que apoya a la ultraderecha y al neoliberalismo, o el Planeta puede esperar.

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