La utilidad de la Ciencia en la crisis del agua de Doñana

Desde hace décadas, el agua del acuífero se está extrayendo para riego agrícola y consumo humano con mayor rapidez que lo permitido por la recarga desde la superficie. Pido a nuestros gobernantes que escuchen a la ciencia y se lean sus informes. Y luego tomen decisiones políticas

Juan José Negro Balmaseda.

Profesor de Investigación del CSIC

Exdirector de la Estación Biológica de Doñana-CSIC e Investigador.

Imagen de la laguna del Navazo del Toro en Doñana.
Imagen de la laguna del Navazo del Toro en Doñana.

La primavera de este año 2023 ha sido una de las más secas de la serie histórica de datos registrados en la zona mediterránea de la península ibérica, que ocupa prácticamente un 80% de la misma al sur de la cornisa cantábrica y de los Pirineos. Quizá sea pura coincidencia, pero esta misma primavera aún por terminar (solo en el calendario, en el campo acabó hace tiempo), de marcado ambiente preelectoral, se ha producido un tsunami político, social y mediático entorno a la ampliación de regadíos en el entorno del Espacio Natural de Doñana, que comprende tanto el Parque Nacional creado en 1969, como el Parque Natural creado en 1989 y ampliado después.

Y en medio de la sequía y la agitación política, surge también como un actor importante el sector científico y una institución en particular, la Estación Biológica de Doñana, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), éste el mayor organismo público de investigación existente en España.
 
La Estación Biológica fue creada en 1964 por un científico visionario, el profesor José Antonio Valverde. Un día antes de que se cumplieran 20 años de su fallecimiento, quizá otra coincidencia, el Parlamento Andaluz votaba el día 12 de abril una proposición de ley para regularizar terrenos con riego ilegal en Doñana. Según muchos, el último clavo en el ataúd de Doñana.

Hay que recordar que una de las más extraordinarias contribuciones de Valverde fue crear primero un centro de ciencia para estudiar y conservar Doñana y, varios años después, promover la declaración del Parque Nacional, del que sería también el primer director. Doñana es desde entonces el único de los 16 parques nacionales de la red española con un centro de investigación asociado que gestiona, además, cerca de 10.000 hectáreas del corazón del parque entre la Reserva Científica y la Reserva del Guadiamar, compradas a sus propietarios privados con cuestaciones realizadas en países europeos y con la ayuda del Gobierno de España. Antes de que generosos fondos de la Unión Europea se invirtieran en múltiples actuaciones en el área de Doñana, niños nórdicos vaciaron sus huchas en los años 60 del pasado siglo para dar a sus aves migratorias un lugar seguro de invernada.
 
Desde su creación con Valverde como único científico e investigador, la Estación Biológica de Doñana, una institución pública financiada por el Gobierno de la nación, ha crecido hasta convertirse en centro de referencia nacional e internacional para estudios ecosistémicos y de biodiversidad, con más de 50 investigadores en plantilla y cerca de 200 trabajadores en total.

En un mundo globalizado y con colaboraciones distantes, las investigaciones de los científicos de la EBD se realizan en cualquier lugar del planeta. Pero nunca han dejado de hacerse estudios en Doñana y nunca se ha descuidado la obligación de recabar datos para la mejor gestión y conservación de ese espacio. La Estación Biológica es también responsable de la Instalación Científico-Técnica Singular (ICTS) de este espacio protegido, gran laboratorio nacional para el estudio de sistemas terrestres accesible para investigadores de todo el mundo. Esta ICTS engloba y alimenta además el Observatorio de Biodiversidad y Cambio Global de Doñana.

El Coto de Doñana, tal como quiso Valverde, es un foco de atracción para investigadores de España y Europa. Ello ha permitido que sea uno de los ecosistemas mejor conocidos del mundo. Cuando las poblaciones de ciertas especies desaparecen o se enrarecen, el cambio es rápidamente registrado. Si hay lagunas que se secan (o que toman agua cuando llueve), las imágenes satelitales lo detectan.

La oscilación en los niveles del acuífero, la pérdida de alcornoques centenarios, el número de gansos invernantes, o el censo de hembras de linces con crías: todo ello es inventariado. Así que cuando un director de la Estación Biológica emite su preceptivo informe en los Consejos de Participación de este valioso ecosistema, su evaluación del estado del espacio protegido viene respaldado por una sólida base de conocimiento. Una larga base de datos que comenzó a amasarse por científicos antes, por cierto, de la plantación de los primeros frutos rojos en los bordes del espacio natural a finales de los años 70.
 
Según la Unesco, el organismo de Naciones Unidas con un mandato sobre la Ciencia y la Cultura, la mayor empresa colectiva de la humanidad es precisamente la Ciencia. Doñana, que como no podía ser menos, es un Lugar Patrimonio Natural en la lista Unesco, tiene a la investigación científica como aliada en su gestión desde hace décadas. Teniendo presente que el objetivo global de la Ciencia es hacernos la vida mejor y más fácil, además de explicar nuestro mundo y nuestro lugar en él, sería bueno escuchar lo que están diciendo los investigadores sobre el estado de Doñana. Lo que se dice alto y claro es que no es lo que era cuando Valverde descubrió ese territorio para la ciencia a mitad del siglo pasado.

El ecosistema de Doñana se sustenta en el agua, subterránea y de superficie. Desde hace décadas, el agua del acuífero se está extrayendo para riego agrícola y consumo humano con mayor rapidez que lo permitido por la recarga desde la superficie. Pido a nuestros gobernantes que escuchen a la ciencia y se lean sus informes. Y luego tomen decisiones políticas.

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