Aire contaminado por incendio de la petroquímica de Indorama en el Campo de Gibraltar.
Aire contaminado por incendio de la petroquímica de Indorama en el Campo de Gibraltar.

Desde el comienzo de la humanidad, son la tierra, el agua, el aire y el clima como consecuencia de la interacción de los tres anteriores, los elementos más importantes que han definido nuestra existencia.

Estos elementos han sido divinizados por las distintas culturas desde antaño, no habiendo sido hasta los siglos XIX y XX cuando el método científico ha podido explicar con claridad las relaciones entre los mismos y los fenómenos que hasta ese momento eran sobrenaturales como la sequía o los periodos de inundaciones.

La agricultura y la ganadería han sido dependientes de los mismos desde su comienzo, con la domesticación de los animales salvajes o de la selección de las primeras variedades de trigo, permitiendo al hombre dejar de ser nómada. La evolución ha sido lenta pero continua, habiéndose producido a través de las distintas civilizaciones una globalización dentro del mundo conocido en esos momentos, de las razas de animales y de las semillas con mejores características. 

La relación de dependencia directa entre los habitantes del medio rural con estos elementos ha creado una conciencia de necesidad del equilibrio entre los mismos para poder garantizar un futuro cierto, esto es una buena cosecha o una buena producción de crías de ganado.

Los rituales que realizaban las distintas civilizaciones como los incas a la madre tierra o pachamama, o la veneración de todas las culturas al agua (egipcios, griegos, romanos o árabes, etc), eran formas de respeto a estos elementos y con ello, a la naturaleza. 

Si bien actualmente todos estos elementos nos siguen afectando de igual manera, la agricultura productivista que comienza en los años 60 del siglo anterior concibe a los recursos y a los elementos que los influyen como un elemento económico a explotar en beneficio del hombre con una mayor o menor intensidad dependiendo del grado de concienciación de los habitantes del territorio y de los gobiernos.

La falta de renovación generacional en el campo plantea nuevos retos ante una competencia feroz por los precios estancados y una necesidad de rentabilización de la actividad cuya intensificación puede afectar al suelo y a los recursos naturales poniendo en riesgo la pervivencia de la producción en algunas zonas. El cambio climático y la falta de control por parte de las administraciones de recursos que son de todos como el agua también pueden dar al traste con la humanidad como actualmente la concebimos.

La fertilidad natural de los suelos ha sido mantenida desde hace miles de años por las prácticas tradicionales de rotación de cultivos, barbecho y aplicaciones de abonos orgánicos animales. La intensificación de los cultivos y la no realización de las técnicas anteriores con la utilización exclusiva de fertilizantes minerales químicos da como consecuencia un suelo cada vez más y más pobre con la concepción del mismo como mero sostén de las raíces, obteniendo unos alimentos cada vez menos ricos en microelementos que no incluyen los abonos químicos generalistas y que son necesarios para nuestra salud como el hierro, el zinc o el manganeso.

Es la producción ecológica en la actualidad la punta de lanza que recuperando antiguas técnicas y utilizando también las nuevas, obtiene alimentos sanos con el menor impacto posible, mejorando la biodiversidad del entorno, manteniendo la fertilidad del suelo y el bienestar de los animales. Técnicas como la rotación de cultivos o las cubiertas vegetales en cultivos plurianuales promovidas desde los inicios de la producción ecológica, son ahora técnicas usuales subvencionadas por la Unión Europea en la Política Agraria Comunitaria (PAC). En 1 gramo de suelo fértil existen millones de microorganismos y miles de especies diferentes cuya función ha vuelto a tener protagonismo en base a las técnicas de la producción ecológica.

La Economía Circular que tiene entre sus objetivos la reutilización y reciclaje de los recursos, ante la cada vez más importante escasez de estos, sin duda va a beneficiar a este tipo de producciones que incluye dichos objetivos dentro de sus propios principios, cambiando el concepto de residuos por recursos como en el caso del estiércol.

El uso de las aguas regeneradas (aguas residuales tratadas) para la jardinería y para la agricultura en momentos como este de sequía extrema, o la reutilización de los residuos procedentes de dicho tratamiento como la estruvita para su uso como fertilizante o el desarrollo de nuevos alimentos a base de insectos, más baratos y respetuosos con el medio ambiente debido a que pueden usar como alimentos los residuos, son ejemplos de este nuevo paradigma que poco a poco tenemos que ir asumiendo como normal.

La pandemia del COVID demostró la influencia que tiene la actividad humana sobre la calidad del aire habiéndose reducido los contenidos de óxido nitroso en las grandes ciudades más de un 50%. Las distintas rondas para reducir el impacto del cambio climático tras el acuerdo de París en 2015 no están dando los frutos esperados, lo que ha sido agravado con la invasión rusa de Ucrania que ha cambiado las prioridades de muchos gobiernos en el mundo por lo que no existe un acuerdo real entre las potencias que permita tener una esperanza en que al menos se pueda retardar el proceso de elevación de la temperatura en el planeta.

En un mundo individualista y digital, es un reto el conseguir transmitir a las nuevas generaciones los principios de respeto a los recursos y a los elementos que existían antaño y que continúan en gran parte del mundo rural. Existen iniciativas en este sentido que debemos apoyar como la campaña de Ecoembes en el terreno del reciclaje, “Voluntarios por el planeta” de Naciones Unidas respecto a la lucha contra el cambio climático o “Educabio” de Ecovalia y Ecocesta en el de los alimentos, que promueve en los colegios la importancia de buenos hábitos de consumo basados en la producción ecológica y el mantenimiento del ecosistema que alberga a estas producciones.

Todos somos responsables de este cambio. 

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