Un salvavidas para la hostelería

Los efectos de la pandemia sobre la hostelería se concretan en caídas de facturación de más del 50% y en el cierre de 65.000 negocios hosteleros

Ignacio Osborne.

Presidente de Grupo Osborne.

Andalucía registra una nueva subida del paro mientras la CEA denuncia que hay muchos puestos sin ocupar. FOTO: Juan Carlos Toro
Andalucía registra una nueva subida del paro mientras la CEA denuncia que hay muchos puestos sin ocupar. FOTO: Juan Carlos Toro JUAN CARLOS TORO

Este año 2020 está siendo un año complicado para todos, un año de pérdidas en todos los sentidos, en el que tenemos que enfrentarnos a una realidad inesperada, compleja, cambiante y llena de incertidumbre. Todos los sectores de la economía de nuestro país están sufriendo las fuertes consecuencias de esta crisis sanitaria, económica y social. El turismo, comercio y otros sectores muy independientes entre sí se están viendo afectados, pero si hay un sector que está sufriendo los efectos de una forma extraordinaria es la hostelería: es necesario hablar sobre este sector, sobre el impacto que están teniendo las restricciones impuestas por las Administraciones Públicas y sobre las soluciones que se deben poner en marcha de manera inmediata para rescatarlo.

Los efectos de la pandemia sobre la hostelería se concretan en caídas de facturación de más del 50% y en el cierre de 65.000 negocios hosteleros. Esto se traduce en una pérdida de unos 350.000 puestos de trabajo. Las cifras hablan por sí solas. Una de los sectores productivos más importantes de la economía española, que representa el 6,2% del PIB nacional y que emplea a casi 2 millones de personas, está pasando ahora por su peor momento. Pero la cosa no queda ahí, las previsiones de futuro son aún peores: en el conjunto del año completo se prevé un descenso de la facturación de más del 50% respecto al año anterior, lo que provocará unas pérdidas de entre 51.000 y 67.000 millones de euros según los distintos escenarios que se manejan y, lo que es peor, una pérdida de entre 900.000 y 1,1 millones de puestos de trabajo.

Sin embargo, y pese a esta delicadísima situación, la hostelería no ha dejado ni un solo día de demostrar su compromiso con la sociedad y de trabajar por la salud de sus empleados y clientes. Los establecimientos hosteleros han adaptado todas las medidas sanitarias, de aforo y de horarios que ha impuesto la Administración y a pesar de ello han sido señalados de manera completamente injusta. Si nos basamos los datos del Ministerio de Sanidad, los bares y restaurantes no se encuentran entre los principales focos de contagio. Muy al contrario, son lugares seguros: mientras los casos totales no paran de aumentar, los contagios en la hostelería se han reducido considerablemente (sólo el 3% de los contagios totales se producen en este entorno). Y por último, no podemos olvidar que la hostelería representa sin duda una alternativa segura a todas las reuniones sociales privadas, una de las principales fuentes de contagio donde no existe ni reglamentación ni control.

Deberíamos tener en cuenta todo esto a la hora de evaluar las medidas y restricciones impuestas por la Administración al sector. Aunque la hostelería de este país cuenta con la empatía y comprensión de clientes y autoridades, en estos momentos eso no es suficiente. La duración en el tiempo de la pandemia y el debilitamiento de la situación financiera de las empresas hace que las medidas habilitadas hasta ahora, como los ERTES y préstamos ICO, ya no sean suficientes. Se necesitan nuevas ayudas enérgicas, en línea con las aprobadas en otros países europeos, para rescatar al sector. La restricción de horarios y los cierres generalizados de los establecimientos impuestos por las Administraciones Públicas, además de haber creado un lógico malestar general dentro y fuera del sector, no han demostrado ser las medidas necesarias para contener la epidemia y están consiguiendo estrangular al sector. Es necesario poner en marcha un “plan estructural real” que contenga medidas de apoyo y protección para asegurar la supervivencia tanto de los empleos como del tejido empresarial de la hostelería. Como ejemplos:

· La aplicación de ayudas directas a fondo perdido, así como también la aplicación de fondos europeos.

· La moratoria automática, con ampliación de los periodos de carencia, de la devolución de los principales de los créditos, durante todo el tiempo que perduren el estado de alarma o la declaración de pandemia.

· La modificación de la regulación de alquileres que contemple el estado de alarma, toque de queda o regulación asimilada, y pandemia, como circunstancias que permitan la eliminación parcial o total del pago de los alquileres.

· La derogación de la cláusula de los ERTES relativa a la obligación de mantenimiento del empleo en los seis meses siguientes a la reanudación de la actividad.

· La prórroga automática de los ERTES, vinculada al mantenimiento del estado de alarma y/o a la persistencia de la pandemia, que deje sin efecto el límite del 31 de enero de 2021.

Pero estas y otras medidas no deben centrarse únicamente en trabajadores y empresarios del sector, también es momento de fomentar la reactivación del consumo en los establecimientos hosteleros, de manera que sería necesaria la reducción del IVA, la congelación de subidas de impuestos directos o indirectos que lastren la capacidad de reactivación y la competitividad internacional de nuestra industria, la inversión en bonos y ayudas directos a familias y empresas, y en general las medidas tendentes a la reactivación del consumo directo en la hostelería (bares, restaurantes, hoteles…) que faciliten la recuperación de un sector tan extraordinariamente dañado.

Es la hora de rescatar un sector que tanto ofrece a nuestro país, de reconocer su esfuerzo y su sentido de la responsabilidad durante la pandemia, y de poner en marcha de manera inmediata planes efectivos alternativos a las actuales medidas que están estrangulando al sector. Sólo así conseguiremos rescatar a la hostelería.

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